VEINTIDÓS

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JAMES

—Hay ocasiones en las que me hacéis sentir incómoda —dijo Sal mientras ambos mirábamos la espalda de Kate, subiendo a la calesa que dispuse para que la devolviera a su casa después de una agradable tarde.

Marble House estaba muy cerca de Rosefield Hall, pero no iba a dejar que fuese andando.

Miré a mi hermana con el ceño fruncido.

—¿A qué se debe?

—Es el modo en el que os miráis —suspiró—. La miras como si no hubiese nada más importante que ver en la tierra.

Kate se giró y se despidió con una sonrisa comedida antes de que el cochero azuzara a los caballos y la calesa se desplazara calle arriba, lejos de mi casa.

Le devolví el gesto con el rostro serio. No me gustaba cuando se iba.

Creo que era cierto, no había nada más importante que mirar, si ella estaba delante de mí. Pero solo encogí un hombro.

—¿Tienes todo listo para tu partida? —pregunté cuando la calle quedó vacía de Kate.

—Sí. —Sonrió un poco triste—. Estoy ansiosa por irme mañana.

La miré, sus mejillas estaban ligeramente pálidas, pero ella siempre había tenido la piel de porcelana, al contrario que Kanneth y yo.

Tiré de su brazo y la envolví en un fuerte abrazo, apoyando mi mentón en su sedoso cabello negro.

—Supongo que si yo te escribo cada semana —dije—, significa que voy a recibir respuesta también.

—¡Pues claro que sí! —Me apretó fuertemente y rio contra mi pecho.

Mi pequeña hermana, qué bonita era y cuánto se merecía un hombre que la amase y la respetase.

—¿Qué hacéis aquí fuera? —la voz de nuestra madre, que nos miró con una sonrisa tierna, nos separó del abrazo—. Hace frío, podéis abrazaros dentro.

—Deberíamos ir a buscar los lazos para mi nuevo sombrero ahora, madre. La modista cerrará en breve y mañana no tendré tiempo —sugirió Sal.

—¿Vienes, querido? —dijo nuestra madre en mi dirección.

—No. —Sonreí—. Disfrutad, sin embargo.

Una pequeña risa escapó de mis labios mientras, sentado en mi despacho, revisaba unas cuentas.

Desde la mañana en Sant Katherine's Docks, donde pretendía subir a un buque que me alejaría de mi vida, no había pensado más en bailes, jóvenes casaderas y mujeres busconas tirándose a mi cuello, y eso era todo gracias a aquella hermosa chica a la que hice caer al suelo.

Era como si todo lo que un día fue mi vida, hubiese quedado en un segundo plano. Y no me importaba en lo más mínimo, pues descubrí mejores cosas por las que vivir y ser feliz.

Mientras sellaba la misiva para Kenneth, con los números hechos, pensé en Kate y en su pasado. Un nudo se creó en mi garganta al recordar lo duros que se ponían sus rasgos cuando hablaba de su vida en Carolina del Norte.

—¿Estás solo?

Cuando levanté la cabeza del escritorio vi a Will con el ceño fruncido y una rosa en sus manos. Parecía inquieto.

—¿Qué haces aquí? —pregunté sorprendido de que el ama de llaves o el mayordomo no hubiese anunciado su llegada.

Estaba bien peinado, bien vestido. Olía escandalosamente bien y lucía como un príncipe. Lo miré sorprendido.

Un invierno en Marble House [Benworth Series II] Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora