Epílogo

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KATE

Estaba ante el espejo de mi habitación, en casa de mi nueva abuela, viéndome vestida de blanco de pies a cabeza. Mi cabello recogido en un bonito trenzado lleno de flores rosadas y el velo cayendo por mi espalda hasta mis pies. James se había encargado de adelantar la boda y yo estaba muy agradecida al respecto.

En cuanto a Emma Lambert y Collin Johnson, estaban en un barco, casados por orden de los Lambert —quienes encontraron las cartas entre ellos y decidieron que su honor estaba tan manchado que debía desposarla— con destino a Australia, donde él pagaría condena por haber entrado en casa de la baronesa de Yorkshire a robarle y a agredirle a su sobrina: Yo.

Agatha, sentada en el balancín me observaba con su intensa y típica mirada. Sheena no me miraba a mí, sino a ella.

—No intentes disimularlo, abuela —dijo—. Estás a punto de llorar.

—Niña desvergonzada —le escupió Agatha.

En realidad, desde fuera podría parecer que yo era la misma que fui aquella mañana de invierno cuando puse mi primer pie en aquel país. Pero no era así. Ya nada en mí era lo mismo. Mi vida, que hasta entonces había sido un sinfín de desdichas, había desembocado en aquel escenario que jamás me permití anhelar. Por primera vez desde que regresamos de Sunthery Lane, tuve un momento para respirar y apreciar lo real que se sentía aquella felicidad. Era casi como un sueño.

—Estás preciosa, Kate —susurró Sheena luego. A través del espejo vi a Pennick llevarse un dedo enguantado a los ojos. Sonreí con alegría.

Sabían que mi verdadero nombre era Clara, pero no les importó, pues seguí siendo Kate para todo el mundo. Aceptaban mi pasado, mi presente y lo que sería mi futuro.

Al verme rodeada de aquellas mujeres, con sus historias entrelazadas a la mía, pero, a su vez, siendo tan distintas entre ellas, me sentí muy afortunada.

Afortunada porque aquello no era un burdel y a mi alrededor no había chicas bonitas y jóvenes obligadas a prostituirse para pagar sus deudas con la dueña del local: Mi madre.

Agradecida con la vida, por haberme dado la oportunidad de salir de aquel pozo negro y rehacer mi camino.

Miré al techo para evitar que las lágrimas cayeran por mis mejillas.

Jamás, ninguna de las mujeres presentes en mi habitación de Marble House sabría lo crucial que había sido para mí cruzarme con ellas. Y con James Benworth.

En algún momento, Agatha despachó a Sheena. Le ordenó que pidiese la calesa que me llevaría a la iglesia.

—Querida —dijo Agatha plantándose delante de mí y enroscando un mechón que caía en mi hombro derecho—. Me ha costado demasiado traerte de vuelta a mí —dijo de pronto— y te pido mil disculpas por todo el tiempo que estuviste sola y abandonada.

—Agatha... —dije negando lentamente—. Nada de mi pasado fue tu culpa. —Y era verdad.

—Claro que sí, hija —negó—. No tuve el valor que hay que tener para llevarte conmigo. Te veía crecer en aquel cuchitril y mi corazón se encogía cada vez que nos cruzábamos y no podía decirte: Clara, soy tu abuela, vente conmigo. —Hubo una pausa. Sus ojos estaban muy brillantes y sus manos, ahora agarraban las mías con insistencia—. Tenía miedo de tu padre —arrugó el ceño con disgusto—, es un mal hombre —asentí—. Solo me atreví a pagarle a tu vecina para que te diese comida o refugio si lo necesitabas.

Mis ojos se abrieron de par en par.

—¿Tú hiciste eso? —dije en un susurro.

—Sí. Y siento no haber hecho más. —Una lágrima rodó por su arrugada mejilla, con mis dedos la atrapé.

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⏰ Última actualización: Oct 27 ⏰

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Un invierno en Marble House [Benworth Series II] Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora