JAMES
Estaba de un humor de perros. Ni me entendía a mí mismo ni entendía hasta qué punto la mágica escena se retorció tanto.
En el momento en el que los labios de Kate quedaron allí, expuestos a pocos centímetros de mi boca, sentí cada partícula de mi cuerpo tensarse, anticipándose. Pero entonces algo en mi cabeza pareció despertar.
Kate Ford ganaba un pedazo de mi ser con cada nueva sonrisa, palabra o pequeña expresión. Y eso no era cualquier cosa.
A dónde me estaba llevando todo aquello, no lo tenía muy claro. Pero quería hacer las cosas bien. Quería poder decir que no había vuelto a besar a una joven solo por besarla. Solo por probar o por diversión o por curiosidad.
Supe que en el momento en el que dejase mis labios rozar los de ella, las cosas cambiarían.
Ya me estaba costando horrores mantenerme callado y no decir a viva voz lo de acuerdo que estaba con Pennick en que ella trabajando en un lugar como Cardigan's era completamente innecesario e inapropiado.
—¿Qué mantiene al rey de la casa ceñudo? —se burló Sally mientras pinchaba sin ganas un pedazo de fruta.
—Sally —advirtió mamá levantando una ceja y recordándome por completo a la chica que no podía apartar de sus pensamientos.
—¿Qué te mantiene a ti llorona? —solté.
Mi hermana me fulminó a la vez que la mismísima Evangeline Benworth dejaba la copa de zumo en la mesa con un golpe seco.
—Si esa es toda tu delicadeza, las jovencitas van a salir corriendo —añadió ella con una sonrisa mientras mordía el borde de una galleta y la regresaba al plato. Estuve a punto de bufar—. Llévame a pasear al parque.
Miré a Sally, sorprendido por el giro en la conversación.
No iba a quejarme. Pasear por el parque e indagar en sus preocupaciones me ayudaría a mantener mi cabeza en su sitio y no salir a buscar a Kate a la mínima.
Porque sí, mi cuerpo entero quería andar la calle que nos separaba e ir a exigirle explicaciones de por qué su cambio de actitud, o ir a recalcar lo muy enfadado que estaba por su falta de respeto o, simplemente acercarme a ella lo justo y necesario para sentir su aliento mezclarse con el mío.
Y no, no podía permitirme ir a pedirle explicaciones o exigir sus disculpas o besar su hermosa boca, pues no pensaba ser el débil en la ecuación.
Sally iba abrigada hasta los topes, su sombrero era tan grande que temí me sacara un ojo, pero no iba a meterme con ella por eso, tampoco estaba de humor.
El paseo hasta el parque lo hicimos en silencio, cada uno pensando en sus asuntos y sin estorbar el otro. Cuando pusimos el primer pie en Hyde Park, fue ella quien habló:
—¿Así que estás enamorado? —Tuvo la decencia de no sonreír.
—No —dije seco. ¿Enamorado? ¿Qué?—. ¿Qué te hace pensar eso?
—Hay redondeles morados bajo tus bonitos ojos verdes —dijo con un tono claramente burlón—, como si hubieses pasado toda la noche pensando en ella. —Levantó un dedo—. No te has molestado en afeitarte esta mañana y no eres el hermano pesado y aburrido que pasa el día despeinando mi pelo lacio o apretando mi nariz hasta que duele.
Me giré a mirarla curioso. ¿Sally estaba reclamándome su atención? No parecía eso, aunque sí era verdad que había estado mucho tiempo fuera de casa últimamente.
Luego reparé en sus círculos, en su tez pálida y en que su pamela cubría su pelo liso, sin ni una flor. ¿Por qué no se había peinado y decorado el pelo hoy?
ESTÁS LEYENDO
Un invierno en Marble House [Benworth Series II] Romantic Ediciones
Historical FictionKate huye en busca de una nueva vida, mientras James se siente abrumado por la presión social. Sus caminos se cruzan mientras buscan un nuevo comienzo y juntos descubren que hay veces que el destino ya está escrito. -------------- 1816, Londres, Ing...