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KATE

—¿Seguro? —preguntó Sheena por décima vez.

—Sí, Sheena. —Sonreí sin ganas, solo para tranquilizarla—. Voy a estar bien aquí, nadie más que tú sabe de este lugar. —Ella suspiró poco convencida, pero asintió.

Saqué la pistola de la cintura de su vestido, sin que ella se resistiera y la guardé en mi antiguo armario sin puertas. Luego me dejé caer en el colchón mullido que me había visto llegar a aquella ciudad. Volvía a llover, podía verlo por la ventana que quedaba encima de la cama. Todo lucía más triste que nunca.

—Recuerda —dijo mi amiga levantando un dedo en el aire—: Nada de salir de aquí hasta que pensemos en un buen plan. ¿Entendido?

—Recuerda tú —dije elevando una ceja—: Nada de buscar a Agatha o a James. —Me incorporé sobre mis codos y la miré de pie a los pies de mi cama—. Esto queda entre tú y yo, y porque no hay más remedio —gruñí.

—Si no fuese por mí, ahora estarías en un barco con rumbo a América. —No fue un reproche, fue más bien un lamento, un recordatorio de lo cerca que había estado.

—Lo sé —dije solemnemente—. Pero no deberías haberte expuesto así, Sheena. Ahora tú también deberás esconderte.

—No te preocupes por mí. —Se sentó en la cama, me incorporó y comenzó a acariciar mi cabello—. Yo estaré bien, Edward no dejaría que nada le pasara a su bebé.

—Sigo rezando para que no sea rubio. —No sé de dónde salió aquella broma, pero me alegró que mi mejor amiga y salvadora riese como una niña.

—Mandaré a alguien con comida y ropas por la mañana —dijo levantándose de golpe—. Y te visitaré por la noche —asentí, levantándome tras de ella y acompañándola a la puerta—. ¿Seguro que no prefieres quedarte en mi apartamento? —dijo una vez más, antes de cruzar el umbral.

—Seguro. —Volví a sonreír y besé su mejilla—. Ve directa a casa.

—Puedo quedarme contigo —añadió.

—Adiós, Sheena. —Rodé mis ojos y cerré la puerta en sus narices. Después de contar hasta diez, volví a abrirla para asegurarme de que marchaba sana y salva.

La calle estaba casi oscura, solo el farol que reinaba la cabeza de Langley Street, en el mismísimo corazón de Covent Garden, me dejaba apreciar la sombra de Sheena.

El recuerdo de la noche en la que James se encaprichó en acompañarme hasta casa, me sorprendió con la guardia baja. Cerré la puerta de un golpe seco, apoyando mi frente en ella.

Había corrido lejos de él, completamente convencida de que no debía enseñarle dónde vivía, por si no era de fiar.

Una risa irónica se escapó de mi garganta dolorida.

Después de todo, si alguien me hubiese dicho lo que iba a pasar entre aquel hombre insistente y yo la noche en la que me escondí bajo las escaleras que subían a mi desván maltrecho, no lo hubiese creído.

El rostro oscuro de Collin se coló en mis pensamientos ahora. Los temblores volvieron.

No podía dejar que me encontrase, prefería morir en un calabozo londinense o la horca.

Collin sería cruel conmigo. Mucho.

Le rechacé, le insulté, le robé y maté a su mejor amigo. Las condiciones o el porqué no justificaban el resultado de todo aquel embrollo, da igual lo que diga el dicho.

Lo que más me sorprendía ahora era el modo en el que no pensé en las consecuencias de mis actos cuando desaparecí con aquella bolsa agarrada entre mis brazos.

Un invierno en Marble House [Benworth Series II] Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora