SEIS

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JAMES

-Hace días que no te vemos. -dijo Sally sin levantar la cabeza del libro que estaba leyendo.
La noche transcurrió larga y extraña, como la anterior.

Decidí desaparecer de la casa de apuestas antes de que Kate terminase su turno, obligándome a romper la burbuja visual en la que yo solo estaba sumergido.

Pasé tres horas observándola, intentando entender y descifrar cada uno de sus gestos, y entonces me di cuenta de que debía parecer una acosador o un loco.

¿Lo que estaba mal conmigo? No lo podía adivinar. Solo me percaté de cuan irracional era que siguiera allí sentado, mirando a la hermosa chica que no reparaba en mi.

Era un estúpido.

Me levanté y me fui, diciéndome que estaría bien y que debía dejarle su espacio.
Pero cuando tenía el primer pie en el coche de caballos, volví a bajar y me apoyé en una pared, sumido en las sombras.

-He estado ocupado. -A la mañana siguiente, entré en el salón en el que mi hermana y mi madre mantenían una silenciosa conversación mientras una leía y la otra tejía, con poco entusiasmo.

Besé a Sally, que fingió ignorarme con una pequeña sonrisa. Luego besé a mi madre.

- ¿Qué te ha mantenido tan ocupado? -dijo ella.

Les dediqué un encogimiento de hombros que transformó el gesto de la mismísima Evangeline Benworth en algo oscuro antes de dejarme caer en el sillón delante de ambas.

- ¿No vas a regañarle por ser indecoroso? -intervino Sally ante la falta de comentario por mi mala educación. - ¿O con el eres indulgente porque es un hombre?

Mamá murmuró algo, pero mi cabeza seguía en el callejón.

Solo iba a asegurarme que llegaba a casa sana y salva. Luego la dejaría sola y no volvería a buscarla más.

Kate salió un poco antes de medianoche y caminó con la cabeza bien alta y paso decidido directa hacia Covent Garden. Cuando llegamos a la esquina de Orange Street con Trafalgar Square, me detuve.

Quise seguirla, claro que sí, quise ver donde vivía y tener ventaja sobre ella, pero algo me retuvo allí inmóvil.

Kate Ford se protegía las espaldas e iba a respetarlo. Si no quería que supiera donde vivía, no lo sabría. Esperaría a que ella quisiera decírmelo. O no. Que más daba. No me importaba donde ella viviese.

La vi alejarse de mí y me quedé allí, aguardando, incluso después que desapareciese de mi vista. Después regresé y me acosté y pensé miserablemente en ella.

-He estado saliendo con Will, últimamente. -agarré una galleta de la mesita del té y la llevé a mi boca mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás, en el sillón y sacudía mis pensamientos de vuelta.

-Alternáis mucho. -murmuró Sally con una arruga entre las cejas que llamó mi atención. -Parece que os lleváis muy bien.

Me incorporé y miré su libro, buscando una arruga o rotura que pudiese preocuparla hasta llegar a tal expresión. No lo encontré, el lomo y las paginas parecían estar perfectas.

- ¿Estáis cortejando damas? -dijo mi madre mirándome con atención y ocultando una sonrisa.

Los latidos en mi pecho se aceleraron, retuve el aire y puse la espalda recta. Estaba inusualmente tenso. Pero, ¿por qué? No estaba cortejando a nadie. Lo de Kate no era nada de eso, solo me tenía intrigado.

Me obligué a respirar y dedicarles una sonrisa torcida, de aquellas que resultaban irresistibles para mamá, con tal de aligerar mi comportamiento.

Sally me miraba fijamente cuando, para quitar sus atenciones de mi, dije:

Un invierno en Marble House [Benworth Series II] Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora