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KATE

Desperté porque un haz de luz, pasando a través de una pequeña rendija en la persiana, iluminaba mis ojos. Me desperecé y me aseé sintiéndome descansada.

Salí de mi habitación con unas enormes ganas de ver al hombre que estaba, desde la noche anterior, viviendo conmigo, protegiendo mi vida.

Con mi corazón acelerado, dejé de retorcer mis manos nerviosamente para encontrar el espacio vacío.

En el sillón en el que debía dormir James estaban la manta y la almohada apoyadas y una bandeja con desayuno parecía esperar por mí sobre la mesa de la pequeña cocina.

Atusé mi cabello, peinado en una larga trenza que caía hasta mi cintura y atravesé la cálida estancia abriendo la puerta exterior.

Era un día soleado y alegre. Sin duda, anunciando que la primavera comenzaba a llegar.

Sin embargo, no hacía calor, una ráfaga de aire fresco me golpeó erizando el bello de todo mi cuerpo. Iba a regresar a por mi capa cuando le vi.

James estaba a varios metros de la casa de madera, desprovisto de casaca y chaleco y con un hacha en las manos mientras cortaba leña, ajeno a su mundo exterior.

El aire se estancó en mis pulmones.

Los tres botones superiores de la camisa estaban desabrochados y sus mangas arrugadas más arriba de sus codos. Lucía fuerte y esbelto. Parecía poderoso, invencible.

Suspiré o resoplé, no estoy segura. Lo que sí sé es que me tenía completamente absorta.

En aquel momento se movió, colocando un tronco recto sobre otro pedazo de madera plana y buscando un buen ángulo. Quedó de lado, con su espalda hacia mí.

Al subir los brazos con el hacha, fui completamente consciente de los fuertes y marcados músculos de su perfecta espalda y hombros.

Creo que mi boca estaba demasiado seca para el momento en el que partió el tronco en dos y secó su sudorosa frente con su antebrazo.

—Señorita. —Me giré sobresaltada para encontrar a Roger, el amable señor que se suponía cortase esa leña por James, mirándome con una cariñosa sonrisa—. ¿Ha descansado?

—Sí —mi voz sonó un poco apretada—. Gracias —carraspeé.

—Me alegra oír eso. Parecía cansada ayer. —Las voces llamaron la atención del señor Benworth.

En ese momento mis ojos volaron de nuevo a él. Dejó el hacha clavada en la madera y comenzó a acercarse a nosotros con sus intensos ojos verdes repasando mi figura.

Se movía con un paso sosegado y calmado, desprendiendo una seguridad apabullante.

Mi corazón comenzó a latir más fuerte. Tuve la sensación de que mi cuerpo entero gravitaba en su dirección, como un imán.

—Buenos días —su voz sonó profunda.

Al tenerle delante pude apreciar el sudor en su frente, pegando algunos de aquellos mechones cobrizos a su rostro.

Miré su nariz recta, su mentón fuerte, sus hermosos ojos, sus labios entreabiertos...

No podía dejar de mirarle. No sabía qué me pasaba.

—¿Kate? —preguntó ladeando su cabeza con una pequeña sonrisa.

Al obligarme a mirar sus ojos con motitas naranjas, descubrí diversión en ellos. Me obligué a reponerme y a parecer mínimamente digna, sin embargo, no creo que diera ese efecto.

Un invierno en Marble House [Benworth Series II] Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora