DIECISIETE

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KATE

Cuando James apareció en la puerta de la biblioteca de Marble House aquella tarde, Agatha se levantó de un salto y sonrió como una felino.

—Qué oportuna visita, querido —le dijo llegando a su lado—. Debo salir a solucionar un asunto y temía dejar sola a Kate.

No sé cuál debía ser la mirada en los ojos de James, pero yo estaba absolutamente escéptica.

Aquello no tenía ningún sentido por tres razones: podía acompañarla al supuesto asunto, era suficientemente adulta para quedarme sola en casa y tenía un servicio capacitado para hacer por ella esos asuntos.

No resoplé porque cuando James dio un paso dentro de la sala, donde la luz que entraba por la ventana le iluminó, olvidé hasta que seguía enojada con él.

Aquella mañana en Hyde Park estaba notablemente apuesto, lucía serio y unos años mayor con el rastro de bello facial. Aquel cabello tan alborotado y su mandíbula estaba constantemente apretada.

Y ahora, cuando extendió una sonrisa vaga en respuesta a algo que Agatha le dijo, pude desfallecer. Aunque me odiase por eso.

—Así pues —me obligué a escuchar a la anfitriona—, volveré en un par de horas.

—Podemos acompañarte —dije yo.

No quería, pero temía que mis resistencias se verían por los suelos a la mínima que James Benworth me mirase con sus increíbles ojos verdes. Y no quería eso, por una cuestión de orgullo.

—No te preocupes, Kate. —Sonrió con afecto. Yo la fulminé con la mirada, cosa que la puso de mejor humor si cabía—. Sé una buena anfitriona por mí y atiende a nuestro invitado.

Mis ojos se arrastraron a Benworth, plantado allí mirándome con aquel reto escrito en sus rasgos. ¿Me retaba a escapar? ¿A decir algo? No lo sé, pero su intensidad, sus anchos hombros, sus brazos fuertes marcados bajo la fina chaqueta de su traje y su porte me fascinaban.

Agatha se despidió y se marchó al tiempo que una doncella joven entraba en la biblioteca con un plumero y se desplazaba hasta la estantería más alejada para comenzar su faena.

Allí tenía a mi carabina.

Qué distinto era aquello de mi antigua vida donde mis padres me mandaban a casa de los Johnson sin escolta ni protección para resolver sus asuntos.

—Deduzco que sigues enfadada, aunque no tengas razón —dijo James con un tono engreído mientras arrastraba un sillón y lo colocaba escandalosamente cerca del mío. Al sentarse, sus rodillas estaban a apenas dos dedos de las mías.

—¿Y has venido a pedir disculpas? —dije manteniendo un tono indescifrable.

—No. —Una sonrisa torcida decoró su apuesto rostro—. He venido porque no tenía nada mejor que hacer.

—¿No tenías nada mejor que hacer que molestarme, James? —dije elevando una ceja, incrédula—. Lo dudo.

—Al menos vuelves a llamarme por mi nombre de pila. —Nos sostuvimos las miradas, retando al otro a apartar los ojos antes.

Perdí. O perdía, o le abofeteaba, o peor aún, me tiraba a sus brazos para que volviese a sostenerme igual que la noche anterior.

Al recordar el momento, un cosquilleo nació de lo más profundo de mi vientre y subió con rapidez hasta mi garganta provocando un jadeo ahogado que no pude silenciar.

—¿Estás bien? —preguntó él posando una mano sobre la mía, reposando en el reposabrazos.

Al mirar su expresión vi preocupación. Viril e irresistible.

Un invierno en Marble House [Benworth Series II] Romantic EdicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora