Capítulo 35

314 29 11
                                    

Capítulo XXXV

.

Escuchaba un susurro a lo lejos o una voz en otra habitación, no estaba demasiado seguro. Comencé a abrir los ojos y noté la luz que entraba por la ventana. Miré la hora en el reloj que había sobre la mesilla y comprobé que empezaba a amanecer. Seele y yo habíamos tenido una noche intensa y carente conversación. Había una fuerte necesidad en cada beso y en cada caricia, en el modo en que ella se enredaba a mi cuerpo y en como yo me hundía en el suyo. Nos encontramos inmersos en las miradas y en un lenguaje corporal que intentaba desesperadamente hacerse entender. Me estiré, esperando tocarla en el proceso pero eso no sucedió, entonces fui completamente consciente de su voz dentro del baño. La puerta estaba entreabierta y podía oírla discutir en murmullos con alguien.

Te digo que no, Benjamín. No necesito que te comportes como un hermano mayor, no quiero tener uno.

Me senté en la cama, abrazando mis rodillas. Observé la puerta del baño con atención, intentando comprender lo que sentía al saber que Seele se ocultaba de mí para hablar con alguien ¿Por qué tenía que darle tantas explicaciones a ese Benjamín? ¿Había algo que yo debería saber de su relación con él?

No, no necesito que des excusas por mí, sólo avisa que no iré a trabajar hoy. Ya hablaremos luego... sí, yo pasaré por tu casa...

Una parte de mí sabía que no podía pedirle explicaciones. Pero otra, esa parte egoísta y posesiva que siempre había tenido, me pedía a gritos saber qué sucedía.

Ella apareció por la puerta, un instante después de terminar la conversación. La miré acercarse y apreté los labios para no exigirle esa explicación. Se acercó a la cama vestida con mi camiseta, una que había llevado puesta el día anterior y que tenía una boca roja y sangrante en el pecho. Me dejé caer nuevamente, y observé el techo liso y pulcro. Seele se acomodó a mi lado en la misma posición, y el silencio nos envolvió ¿Cómo era posible no poder hablar?

Me sentía trabado, aturdido, incapaz de entablar una conversación dulce y ligera con ella ¿Y Seele? ¿Por qué ella tampoco podía hablar?

Giré la cabeza y la miré, se tardó un momento en hacer lo mismo y mirarme a los ojos. Cuando lo hizo quise decirle algo hermoso. Algo, cualquier cosa que la ayudara a comprender lo que significaba para mí.

—Seele —pero sólo pude decir su nombre.

En ese momento entendí que nunca había mirado a una mujer y me había sentido vulnerable de este modo desgarrador, desolado; y a la vez tan confiado y sútil.

—Bill —habló ella. Sentí miedo ante lo que podía acompañar a mi nombre. Pensé en la soledad y el frío que a pesar de no ser desconocidos para mí, dolían.

—Deberíamos dormir un poco más —dije, intentando escabullirme del miedo. Seele se tardó un instante en responder.

—Tengo que ir a mi casa por ropa —parecía tan inquieta como yo.

—Mi camiseta te sienta muy bien —sonreí—, mejor que a mí.

Ella sonrió también, quizás por la misma necesidad de cercanía que yo.

—Bill —repitió mi nombre, y a mí se me volvió a apretar el estómago—, tenemos que hablar.

Fije la mirada en el techo nuevamente, no podía mirar a Seele a los ojos. Ella sin embargo se giró hacia mí, buscando proximidad. El corazón me latía con prisa, agitado por el desasosiego y la incertidumbre, quería escapar de mi pecho del mismo modo que yo necesitaba escapar de Seele.

—Tengo que levantarme —dije, sentándome en el borde de la cama con un solo movimiento rápido.

—Aún no son las siete —me hizo notar.

Cápsulas de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora