Capítulo 41

294 30 4
                                    

Capítulo XLI

.

Me encontraba en casa de Bill, sentada en uno de los sillones de la sala, en silencio. Sostenía entre las manos una taza de café, mientras observaba a los hermanos hablar. Su diálogo era fascinante; el modo en que Tom hacía un gesto con una mano y Bill encontraba la palabra para representarlo. La conversación que fluía entre ellos con monosílabos y sonidos que otro apenas podría interpretar. Me pareció estar frente a una escena del pasado, quizás de la infancia. El tono de preocupación era claro y hasta pesado, pero aún así conseguían parecer calmados. Me pregunté si no sería mejor irme, pero incluso el ponerme de pie me causaba temor, no quería romper esa delicada membrana que los separaba del resto. Sabía que la situación de Bill había mermado dolorosamente la unión entre ellos y ser testigo de cómo comenzaban a recuperarla era algo que como psiquiatra, no me quería perder. Sabía que parecía frío por mi parte, pero habría dado cualquier cosa por tener una grabadora en la mano y poder plasmar mis impresiones.

"La interacción entre los sujetos fluye de forma constante. No se aprecia baja en la intensidad del diálogo. Los gestos y los monosílabos reemplazan a las largas oraciones habituales en cualquier conversación normal"

Tom había regresado desde Alemania hacía unas horas. Luego de recogerlo en el aeropuerto nos contó, con algo más de detalle, el poco avance que había dado como resultado su viaje. Bill se había mostrado silencioso y preocupado. Sus expresiones, por muy tenues que fuesen, ya no me pasaban desapercibidas. Pero ahora, en su casa, parecía haber recobrado algo de ánimo.

-¿Quieres otro café? -me preguntó, de pie frente a mí.

-No -negué con suavidad, entregándole el tazón que reposaba entre mis manos-. Tengo que irme.

-¿No te quedarás? -inquirió, como si aquello fuese una ruptura en su universo. Lo miré y negué suavemente, después de todo, Tom había regresado y podría relevarme en su cuidado.

-Mañana tengo una reunión -le expliqué. Una reunión que me tenía mucho más inquieta de lo que parecía.

-Puedo llevarte -ofreció, y note la incertidumbre en sus palabras.

-Es en el centro ¿Te parece una buena idea? -pregunté, sonriendo, mientras me ponía en pie.

-¿Te parece mala? -ahí estábamos, como siempre, chocando pregunta con pregunta. Toqué levemente el vello de su antebrazo derecho y deslicé los dedos, con lentitud, de forma ascendente.

-Tengo que irme -murmuré, notando como se me erizaba la piel tanto como a él.

Un carraspeo de Tom, nos recordó su presencia.

-Me voy a la cama -dijo, poniéndose en pie-. Ha sido un viaje largo.

-Claro -acepté de forma cordial.

-Puedo llevarte yo mañana, si quieres -se ofreció.

Negarme a su oferta me costó un poco más de lo que pensé, porque quedarme parecía casi natural, pero finalmente la razón ganó en voluntad al deseo.

-No gracias, Tom. Tengo una casa, y si tuviese un gato se estaría comiendo mis almohadas -intenté parecer amena. Había demasiadas preocupaciones en el aire como para agregar otra.

Necesitaba estar en casa y repasar todo lo que enseñaría a Hayman. El avance en las sesiones con Bill y el siguiente paso que debía sugerir para su tratamiento. No sabía muy bien como se me daría mentir, porque en mi cabeza coexistían dos Bill, el real y el de ficción. Hayman tenía que creer que el segundo era el auténtico.

Cápsulas de OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora