Capítulo XXXIX
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Comencé a despertar con un molesto dolor en el cuello, siendo consciente de la mala postura con la que me había dormido. La luz parpadeante del televisor era lo único que iluminaba la sala. Bill y yo nos habíamos quedado en el sofá, abrazados y en silencio, mientras pasaban una película. Recordaba el silencio pero no lo película, no le había puesto mucho interés. Todas las sensaciones de aquel día parecían cobrar su precio a mi cuerpo y me sentía cansada. Me dormí, no estaba muy segura de en qué momento, pero al parecer hacía ya un rato porque ahora pasaban otra película. Me moví suavemente, no quería despertar a Bill. Había descubierto un extraño placer en observarlo dormido. Estaba sentado e inclinado hacia un lado con su brazo por encima de mi hombro. Lo miré con la calma que me daba su ignorancia, y recorrí su perfil, cincelándolo con los ojos. Me dolió el corazón al recordar la primera mirada que le di al inicio de nuestras sesiones y lo hermoso que me pareció. Me reí bajito para no hacer ruido, porque ahora era consciente de esa apreciación que hice de él, pero entonces sólo me pareció atractivo, del mismo modo en que te lo parece un hombre cualquiera que pasa por tu lado en la calle. Es increíble como los sentimientos convierten en única a una persona, como le otorgan un lugar de importancia por encima de todo lo demás. Sonó una música característica en la película que estaban pasando y sólo en ese momento me di cuenta de cuál era. La escena de la ducha en Psicosis. Toqué a mi alrededor buscando el mando para silenciar el televisor. Cuando lo encontré a un costado de Bill, éste me sostuvo la mano.
—¿Crees que estoy loco? —me preguntó, observando la pantalla y el modo en que la chica era acuchillada. Había algo malsano en una pregunta como esa justo en este momento.
—¿Lo crees tú? —dije, con total normalidad, tirando suavemente de mi mano con el mando para bajar el volumen de la película.
—No me psicoanalices —pidió, con ese tono cansado que me dejaba entrever desde que lo conocí. Demasiado inteligente para pasar por una mente débil y demasiado sumergido en sus problemas para permitir que alguien lo ayude.
—No puedo, esto es lo que soy, así pienso —insistí. Dejaría de disculparme por ser quien era.
La película continuaba ante nosotros, casi muda. Los claroscuros de la pantalla nos iluminaban dando a la habitación un toque romántico, pero Bill y yo no estábamos para romances.
—He pensado en eso que dijiste de que todo esto era una invención mía, pero ¿Cómo puedo recordar tantos detalles, cómo puedo inventarme algo así? —su confusión era lógica.
—Alguna vez habrás leído una novela —intentaría explicárselo de un modo simple, sin términos médicos.
—No muchas. Alguna en la escuela —aceptó.
—Bueno, una novela es una historia que crea un escritor, algunas son universos completos que no son reales. Son hechos y situaciones inventadas en la mente de alguien. Imagina que esa persona deja de ver la línea entre la realidad y la fantasía —esperé por su respuesta. Era un modo fácil de comprenderlo. De alguna manera aún conservaba la esperanza de que él descubriese que todo era una fantasía. Además, ¿qué tan valioso podía ser un cantante como para doblegarlo del modo que Luther supuestamente lo hacía con él?
—Tiene lógica —aseveró, pero por su tono supe que mis palabras no habían hecho mella.
—Pero no te sirve —Bill me miró y negó con un gesto suave.
Por un momento sentí deseos de preguntarle si no era mucho más fácil aceptar que todo era una mentira creada por su frágil mente; pero eso sería aún menos ético que acostarme con él.
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Cápsulas de Oro
Fanfic"El de la locura y el de la cordura son dos países limítrofes, de fronteras tan imperceptibles, que nunca puedes saber con seguridad si te encuentras en el territorio de la una o en el territorio de la otra." Arturo Graf