Capítulo XVIII
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—No creo que podamos tener una sesión aquí —dije, recorriendo con la mirada el estudio, que a pesar de ser una amplia habitación, era opresiva gracias a la falta de ventanas.
—Sí, claro que sí —respondió Bill, dejando el bolso sobre un sofá—. Pregunta lo que quieras —me miró y sonrió.
Yo me giré y miré a Tom que se encontraba tras de mí apoyado contra una pared. Se encogió de hombros.
—La doctora sabe lo que hace —dijo, con ironía.
Respiré profundamente. No podía permitir que mi paciente se saliera de control tan pronto.
—Tom ¿Nos dejas un momento? —pregunté.
—Pero tenemos trabajo —se quejó Bill. Lo ignoré, enfocándome en su hermano.
—Claro —aceptó.
Cuando salió y cerró la puerta, me enfrenté a Bill. Sabía que necesitaba entereza para ser más fuerte que él. Siempre me había parecido una persona muy entera para ser un paciente en fase cuatro, pero habíamos hecho un compromiso silencioso. Yo había obviado mis dudas sobre sus escapadas del centro y él había prometido hablar conmigo unas vez que estuviese fuera.
—No puedo parar —hablo, antes que yo dijera nada—, hay mucho trabajo y Tom está muy presionado —comenzó a revolver entre unos papeles—. Tenemos que sacar material lo antes posible, además...
—¿Esto tiene que ver con Luther? —pregunté, sin piedad. Directo a la yugular. Bill no me estaba dejando alternativa.
Lo vi arrugar levemente el ceño, luego dejó el revoltijo de papeles y se cruzó de brazos, mirándome directamente.
—Bien —aceptó con un gesto—, yo te dije que preguntaras lo que quisieras.
Ambos nos mantuvimos de pie, uno frente al otro. Siempre había sentido a Bill más como un contrincante que como un paciente, y eso era como una chispa para encender fuego.
—¿Y cuál es la respuesta a la pregunta? —insistí. No iba a permitir que se evadiera más. Sabía que mi papel como su médico y no como su amiga. Aunque a veces la línea fuese muy fina.
Negó con un gesto y se sentó en el borde del escritorio.
—Ya sabes cuál es —respondió, molesto.
Continuaba evadiéndome. Construyendo laberintos que yo tuviese que recorrer en busca de una respuesta.
Me acerqué un par de pasos.
—Creía que teníamos un compromiso —le dije, haciendo alusión a nuestro pacto.
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Cápsulas de Oro
Hayran Kurgu"El de la locura y el de la cordura son dos países limítrofes, de fronteras tan imperceptibles, que nunca puedes saber con seguridad si te encuentras en el territorio de la una o en el territorio de la otra." Arturo Graf