I
Están subidos en una de las cabinas de color rojo de la noria que Ayleen vio antes, al entrar. Después de la comida, era posiblemente la única atracción que no haría que su estómago se desprendiera de todo lo que llevaba dentro. La noria se mueve despacio, pero aun así la chica prefiere no levantarse de su asiento, por lo que pueda pasar. No quiere perder el equilibrio y caerse de culo, sería demasiado vergonzoso. Lo peor de todo –que quizás Derek no considere tan negativo- es que están ellos dos solos en la cabina. Por lo visto, a la hora de la comida la gente no suele subirse en las atracciones, y no había tanta gente como para tener que compartir. Eso tiene a Ayleen en tensión, que teme que en cualquier momento a Derek le dé por volver a tener un momento de soy-seductor-y-lo-sé.
Derek, por su parte, está perfectamente cómodo. Se siente seguro de sí mismo, como siempre, y el saber que ella está algo nerviosa le reconforta. Ayer, cuando Ayleen se mostró tan reticente a quedar con él, temió que la chica no estuviera interesada en él, pero su actitud de ahora le demuestra que sus temores eran infundados. Se pone de pie y acerca la cara al cristal para mirar las vistas. Todavía están lo suficientemente bajos como para que sólo se vean las instalaciones del Navy Pier.
El joven de pelo negro se gira, y queda de frente a Ayleen. La chica tiene los codos apoyados en las piernas y el cuerpo ligeramente inclinado hacia delante. El escote de la camiseta ancha cae hacia abajo, permitiendo que Derek vea un sujetador rojo de lunares blancos que no tendría ningún problema en desabrochar allí mismo.
-Los lunares blancos no están mal, pero me gusta más el encaje –señala con el dedo su escote.-¿Qué...?
Ayleen mira donde él señala y se incorpora rápidamente. Sus mejillas empiezan a ponerse de un color rojo intenso y Derek ríe, divertido. Apoya tranquilamente los brazos en la barra que hay junto al cristal y sacude la cabeza para apartarse el pelo de la frente.
-No te preocupes, no es el primer sujetador que veo –bromea.-Seguro que ya hasta has perdido la cuenta –murmura Ayleen, girando la cara.-¿Te pongo nerviosa? –Derek ignora sus palabras.-¿Y eso a qué viene?-Pareces incómoda conmigo.-No es eso, es que... es como si estuviera con un animal en celo.
A Ayleen se le escapa una sonrisilla y a Derek una carcajada. La pelirroja no se corta en decirle las cosas, pero esa sinceridad le resulta curiosa.
-Los seres humanos estamos en celo los 365 días al año, las 24 horas del día, ¿no lo sabías? –dice él en tono jocoso.-Pues seréis los hombres.
Derek esboza una sonrisa y se gira otra vez para mirar el paisaje. Ahora ya se ven las inmediaciones del Navy Pier, y la gente se ha convertido en pequeñas motas que se mueven en el suelo. Una pregunta le empieza a rondar por la cabeza. ¿Será virgen? Desde el principio ha supuesto que no, es imposible que una chica como ella lo sea, pero ¿quién sabe? Se sonroja cada vez que le hace alguna insinuación algo subida de tono. En caso de serlo, le será mucho más difícil acostarse con ella, además, no está seguro de querer hacerlo si es su primera vez. Eso es algo que las chicas valoran mucho, y él no cree ser el apropiado para la primera vez de nadie. Es demasiado... pasional, y demasiado poco romántico, o eso le han dicho algunas veces. Por un instante se plantea preguntarle directamente, pero luego lo borra por completo de su mente. Eso sería mil veces peor que preguntarle cuánto pesa. Hay ciertas cosas de las que las chicas no quieren hablar.
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TESTIGOS DE LA LUNA
RomanceAyleen Miller se muda a una residencia de estudiantes en Chicago para empezar sus estudios en medicina. Ayleen llega a Chicago convencida de que sus años de universitaria van a ser los mejores de su vida, pero no tiene ni una leve idea de lo que pu...