I
Derek abre los ojos lentamente, aturdido. Está tirado en el suelo de su dormitorio, con la camiseta a medio poner y un brazo en un ángulo extraño e incómodo. Se incorpora y un fuerte mareo le sobreviene de repente, de modo que se queda sentado, con la espalda apoyada en los pies de la cama. El dolor del costado se ha mitigado un poco, pero se niega a desaparecer. Ha logrado respirar hondo cuando nota que algo caliente le baja por la mejilla. Derek se lleva los dedos a la cara y al mirarlos los ve ensangrentados. Ha debido darse un buen golpe en la frente al caer al suelo.
Todavía sentado, se pone la camiseta. Consigue ponerse de pie –lo que aumenta el dolor de las costillas y la cabeza-, se lava la cara y se coloca una gasa en la herida de la frente. El ojo derecho se está volviendo de un tono azulado bastante feo, y hay morados empezando a aparecer por sus brazos, además de sus nudillos en carne viva. Sabe que tiene que ir al hospital porque todos deben estar preocupados por él, aparte de que una radiografía no le vendría nada mal para saber por qué le duele tanto el puñetero costado, aunque no le apetece en absoluto que lo vean en ese estado tan lamentable. Se obliga a no pensar en cómo habrá dejado a Owen, que durante tanto tiempo fue su amigo.
Derek baja las escaleras no sin dificultad, y conduce hasta el hospital sirviéndose sólo de la mano derecha, pues usar la izquierda agrava su dolor. Caminar tampoco le resulta nada fácil, pero entra al hospital erguido y con su habitual porte de dignidad; se traga sus dolencias porque es lo que Derek Harris hace siempre. Se pone su chaqueta negra para ocultar las contusiones de los brazos y mira al frente.
Al primero que se encuentra es a Connor, sentado en un banco de la entrada del hospital. Parece abstraído en sus pensamientos hasta que se da cuenta de que Derek está entrando por la puerta. Lo mira horrorizado, preguntándole con los ojos qué clase de locura ha hecho, pero Derek simplemente se encoge de hombros y le dedica una media sonrisa. Ninguno de los dos hace amago de intentar hablar con el otro.
Ya que ha llamado al ascensor, decide ir por las escaleras. Si le ven aparecer por su propio pie, tal vez piensen que no es nada grave. En realidad, Derek no sabe si lo es o no, pero primero quiere ver a su hermana y que todos vean que está "bien" antes de ir a suplicar en urgencias que le confirmen que se equivoca.
No se da cuenta de que Ayleen está sentada en un escalón hasta que está casi encima de ella. Tiene los ojos y la nariz enrojecida aunque no está llorando, y su cabeza descansa apoyada en la pared y tiene la mirada fija en la pared de enfrente. Se la ve exhausta.
-Hola, pelirroja.
La muchacha vuelve la cara hacia la voz y sus ojos se iluminan al ver a Derek, si bien inmediatamente frunce el ceño y sus labios se unen en una fina línea de preocupación. Ayleen gira la cara para evitar su mirada.
-¿Cómo está Natasha? –pregunta Derek al comprobar que ella no va a decir nada.
-Eres un gilipollas.
Él está a punto de levantar la voz y darle una respuesta airada, pero se da cuenta de que por las mejillas de la chica caen sendas lágrimas, y que su labio inferior tiembla en un pobre intento de evitar echarse a llorar.
-Eh, eh –se agacha junto a ella y la rodea con los brazos, sin importarle que eso aumente el dolor que siente por todo el cuerpo.
Ayleen se deja abrazar y tras sorber por la nariz lo mira a los ojos.
-¿Crees que puedes hacerme esto? ¿Eh? –su voz suena furiosa y cansada a la vez- ¡No puedes! ¡No puedes mentirme e irte por ahí a pegarle a la gente! O a que te peguen a ti. ¿Es que no lo entiendes?
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TESTIGOS DE LA LUNA
RomansaAyleen Miller se muda a una residencia de estudiantes en Chicago para empezar sus estudios en medicina. Ayleen llega a Chicago convencida de que sus años de universitaria van a ser los mejores de su vida, pero no tiene ni una leve idea de lo que pu...