Capítulo 4: No llores, por favor

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Después de haber estado casi todo el día en el salón, llegué a mi habitación y conocí a mis tres mayordomos. Louis, Marcus y Austin, todos me ayudaron a desvestirme y a platicar conmigo hasta que escuchamos unos suaves golpes en mi puerta. Louis fue el que abrió y me sorprendió ver a mamá del otro lado.

— Buenas noches, caballeros.

Mis mayordomos hicieron una pequeña reverencia y se despidieron de nosotros. Mamá se sentó en mi cama y sonríe al ver la habitación.

— Luce igual que antes —susurra.

— ¿Qué sucede?

— Vengo a hablar contigo, Kile — saca de una pequeña bolsa unas revistas viejas —. Hay muchas cosas que te debo de explicar.

— De acuerdo.

Baja la mirada y sonríe. Su cabello rubio comienza a tornarse en varios mechones blanco. Señal de que ya está envejeciendo.

— Hace veinte años— toma una pausa —. Yo concursé en la Selección.

Eso no me lo esperaba.

— Espera, ¿qué estás diciendo?

— Yo me hospedé en esta habitación— continua —. Tenía dieciocho años cuando llegó la carta a mi casa, la oportunidad de participar en la Selección para competir por el corazón del príncipe Maxon.

»Como muchas chicas, llegué a este palacio esperanzada, con la idea de que yo podía llegar a ser la próxima reina de Illéa. Pero también llegó aquí, America Singer, quien inmediatamente se convirtió en mi mejor amiga y en mi rival más fuerte. Todas sabíamos que había algo muy especial entre Maxon y America. Incluida yo. Así que un día decidí bajar a los jardines y conocí a un guardia muy guapo y comprensible y a la semana, ya estaba enamorada de él. Nos veíamos a escondidas y nos demostrábamos nuestro amor con pequeños detalles. Hasta que el día negro llegó.

Toma una pequeña pausa.

— Era la fiesta de Halloween cuando tu padre y yo fuimos descubiertos. Nos llevaron a un calabozo y nos dejaron ahí hasta que prepararon todo para el espectáculo. Maxon se dio cuenta y me perdonó la vida, pero de lo que no me pudo salvar, fue de los azotes, a tu padre y a mí.

Trago saliva y siento un nudo en la garganta. Las ganas de llorar me entran inmediatamente.

— Todas las chicas de la Elite estaban ahí, incluida America y mis padres. Yo era una Cuatro, después una Tres. Pero después de los azotes que me dieron, me convertí en una Ocho. America intentó salvarme, pero no pudo. Yo era la favorita del público.

Las lágrimas inundan mis ojos mientras mi madre se quita los guantes y me deja ver las cicatrices de los azotes. Sus manos tiemblan mientras las tomo y paso mis dedos por las cicatrices. Me llevo su mano a mis labios y deposito un suave beso en ella.

— No llores, por favor — me suplica mi madre —. Es por eso que le tengo una gran devoción a los reyes. Ellos me ayudaron y mírame ahora. Una duquesa.

Tiro de ella y la abrazo fuertemente. Acaricio su cabello y aspiro su aroma. Estoy orgulloso de ella. Ella es mi madre, la chica que dejó que la azotaran solamente por amar a alguien, la chica que cuida a sus hijos con toda el alma, la chica preciosa y amable que, pese a los años, sigue siendo importante.

— Quiero que leas esto — dice, después de un rato —. Te ayudará mucho.

Se levanta y besa mi frente. Tomo una de las revistas y los encabezados me llaman la atención.

Éxito en la fiesta de cumpleaños de Kriss Ambers en el palacio.

Anna Farmer agrede a la Celeste Newsome.

El Pretendiente (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora