Capítulo 7: Tiaras, corbatas horrendas y besos apasionados

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¿Cuantas fiestas de té tendré que soportar en todo este tiempo? No lo sé. Por el momento disfruto de un delicioso té helado con la compañía de Henri, quien apuesta conmigo sobre un partido de bádminton. Eadlyn se acerca a nosotros.

—Buenos días hoy, alteza —dijo con ese acento tan alegre.

—Buenos días, Henri. Kile.

—Hola, Eadlyn.

Quizá fueran imaginaciones mías, pero noté a Eadlyn distinta y, quizá por primera vez en mi vida, deseé oírle hablar. Sacudí la cabeza; no podía despistarme.

—Kile, ¿te importaría hablar con tu hermana, por favor?

Mi alegría inicial se transformó en frustración.

— ¿Por qué? ¿Qué ha hecho esta vez?

—Ha vuelto a coger otra de mis tiaras.

—Pero si tienes... ¿cuántas? ¿Mil tiaras?

—Ese no es el tema. Es mía y no debería cogérmela. Cuando se pavonea así, da a entender que forma parte de la familia real, y no es así. Es inapropiado. ¿Podrías hablar con ella sobre su comportamiento?

— ¿Cuándo me he convertido en la persona a quien le pides todos los favores?

Miro a Henri y a Erik, que, por supuesto, no sabían nada sobre el acuerdo que se escondía tras nuestro beso. A primera vista, no se estaban enterando.

— ¿Por favor? —insistió a media voz.

Suavice la mirada.

—De acuerdo. Josie solo quiere llamar la atención. No creo que lo haya hecho para molestarte.

—Gracias.

—Ahora vuelvo.

Comencé a caminar hacia mi hermana insoportable. Era cierto lo que le pregunte a Eadlyn, desde cuando era ese tipo de chico. Yo no soy de los que se dejan mangonear, pero, vamos, es Eadlyn America Schreave. Y no soy ciego, si ustedes me entienden. Toco suavemente el hombro de Josie.

—Dame la tiara

—No es tuya

—Tampoco tuya

—La tome prestada—dice fingiendo inocencia

—Eso no me ha dicho Eadlyn

— ¿Ahora defiendes a tu novia en vez de a tu hermana?

Novia. Unas extrañas mariposas comienzan a bailar y a hacer una fiesta alocada en mi estómago.

—Sí, la defiendo— musito enojado—. Ahora dame la tiara

—No

—Entonces le diré a mamá todas las cosas prohibidas que has hecho

El miedo pasa por sus ojos azules. De mala gana se quita la tiara y me la avienta.

—Dásela a tu novia

Se da la vuelta y corre hacia en donde esta papá, quien habla enérgicamente con el general Leger y su esposa Lucy. Con el sigilo de un felino, me acerco a Eadlyn.

—Aquí tienes —digo, al mismo tiempo que le doy la tiara

—Pero qué ven mis ojos. No esperaba que se la quitaras.

—Me ha costado convencerla, de hecho he tenido que amenazarla: si montaba un numerito en la fiesta, mamá no la dejaría asistir a ninguna más. Eso ha bastado para que cediera. Así que toma.

El Pretendiente (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora