Capítulo 5: ¿Un beso?

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Días de tensión se vivieron después del ataque hacia Eadlyn en un desfile que ella organizo para darnos a conocer.
Afortunadamente salí ileso, no puedo decir lo mismo de los demás. Ahora estoy sentado aquí, en el salón de Hombres leyendo un libro cuando las puertas se abren y entran un centenar de cámaras. Detrás de ellos, Eadlyn entra luciendo increíblemente guapa con unos pantalones negros ajustados, unos tacones de infarto y una blusa vaporosa. Pese a que su atuendo luce como el de una chica normal de alta sociedad, se distingue un poco gracias a la tiara en su cabeza. Con su aire de superioridad entra y se acerca a Paisley Fisher. No alcanzo a oír lo que le dice, pero cuando él se levanta y abandona el salón con los ojos llenos de lágrimas y furia. Es cuando me doy cuenta de qué significa esto. Lo leí en las revistas de mamá. La primera eliminación de la Selección. Blakely y Connor son los siguientes, en cuanto su mirada entra en contacto con la mía, no la evito, simplemente la miro directamente, suplicándole que termine con este castigo, este delirio. Lentamente se dirijo hacia Hale, quien trago saliva, por mi mente paso la manera cruel en la cual lo debe estar eliminando, pero no hizo nada. En cambio siguió con su camino y elimino a los siguientes chicos. Issir, Jamie, Nolan. Eadlyn miro a Henri, quien le sonrió y ella le devolvió el gesto. Ean fue el siguiente chico, ambos compartieron unas palabras antes de que Eadlyn siguiera con su juego de la tortura. Arizona, Brady y MacKendrick fueron los siguientes. El salón volvió a quedar en silencio y se volvió hacia nosotros.

— Si siguen aquí, es porque han hecho algo en nuestra primera reunión y hoy para impresionarme o porque, al menos, han tenido el sentido común de no ofenderme —anunció. Algunos sonrieron, probablemente pensando en Blakely, y otros se quedaron pasmados—. Quiero pedirles a todos que sean prudentes, porque yo me tomo este asunto muy en serio. Esto no es un juego, caballeros. Es mi vida

Cerró las puertas y muchos recordaron como respirar. Veinticuatro. Quedamos veinticuatro. Unos sollozos me alarman y veo en el fondo del salón a Leeland Alberts llorando. Esto no podía ser peor.

***

Y si empeoró. Ahora estoy en una fiesta de té, con los veinticuatro que quedamos y observando como las cámaras intentan tomarnos fotos. Me acerco a mamá.

— ¿Qué se sentía ser la favorita del público?

Mamá sonrió algo ruborizada ante semejante pregunta, pero en vez de evitarla, la contesta.

— Era agotador, mi cielo —me arregla el cabello y mi corbata—. No fue nada fácil, especialmente con chicas como Celeste Newsome.

Se me revuelve el estómago al recordar las fotos de la pobre chica fallecida.

— ¿Ella era tu enemiga? —pregunto.

— No lo era, pero tampoco estaba lejos de serlo —sonríe un poco—. Lástima que murió muy joven.

—Era muy guapa.

— Pero también era especial —se recarga en mi hombro—. America me dijo el día de su boda que Celeste la apoyó mucho en sus últimos días, así que siempre le estaré agradecida por cuidar a mi chica.

Sonrió. Mi madre se despide y me quedo sentado observando a la gente. La señorita Lucy se acerca y me besa las mejillas antes de seguir a mi madre. No sé cuánto tiempo pasa, cuando veo a Eadlyn acercándose a mí con paso decidido, se inclina y me susurra al oído.

— Nos vemos en mi dormitorio. Ocho en punto, ni un minuto más. No se lo digas a nadie.

No entendía porque quería verme, pero aun así fui puntualmente a su habitación. Toqué suavemente y me abrió.

— Alteza —salude, y realice una reverencia cómica —. He venido a hacerte perder la cabeza.

— Ja, ja. Anda, entra.

El Pretendiente (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora