Capítulo 45.

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Daniel

—Vamos a mantener la calma —ordeno intentando respirar cuando entro junto a los chicos en la casa de mi hermano—. No pueden estar muy lejos, ¿dónde fue la última vez que los viste?

—No lo sé, no me acuerdo de nada —suspira Jesús mirándome—. Me voy a cargar mi propia boda. Lucía me mata.

—Te juro que te mato yo antes —se cabrea Luke dándole un golpe en el brazo—. ¿Dónde coño tienes la cabeza? ¡Que son los anillos! ¡¿Qué vas a hacer sin anillos?!

—Relajaos los dos. Vamos a solucionar esto sin que las chicas se enteren de que eres un gilipollas —digo dejando a los mellizos dormidos en el sofá del salón—. Y vamos a hacerlo antes de que lleguen, que no creo que tarden mucho.

—Eres imbécil —murmura Luke mirándole por última vez antes de ponerse a buscar por todo el salón.

Pasamos más de una hora buscando, sin descanso y sin éxito, los anillos por toda la casa. Quitamos todos los cojines, miramos dentro de cada jarrón, abrimos todos los armarios... pero no parecen estar en ningún sitio. Mientras miro en uno de los baños de la segunda planta, Lorena me llama por teléfono, poniéndome nervioso al instante.

—Dime, cariño —sonrío intentando sonar sereno—. ¿Cómo vais?

—Estamos volviendo ya —ríe al otro lado—. El vestido de Lu es precioso, a tu hermano le va a encantar. ¿Qué tal vuestra prueba de vestuario? ¿Algún problema?

—Todo perfecto. Los trajes nos quedan como un guante —miento con seguridad—. ¿Cuándo llegáis?

—Estamos entrando ya en la calle.

Sin contestar, cuelgo rápidamente y bajo corriendo las escaleras para encontrarme con Jesús y Luke buscando en la cocina.

—¡Vienen las chicas! —exclamo perdiendo los nervios.

—¡Mierda! —grita Jesús volviendo a meter todo lo que ha sacado de los cajones a toda velocidad—. ¡Estoy jodido!

Le miro con preocupación y un par de minutos después la puerta principal se abre dejando paso a nuestras preciosas parejas.

—Tu no te preocupes, esto lo solucionan tus padrinos —murmura Luke antes de dirigirse a recibir a las chicas—. ¿Qué tal la mañana? ¿Lo habéis pasado bien?

—Estupendamente —sonríe Miriam antes de darle un beso cortito—. ¿Vosotros qué tal? ¿Ningún problema?

—¿Por qué todas hacéis esa pregunta? ¿Es que no os fiáis? —me ofendo cogiendo a Martín en brazos cuando se despierta—. Todo ha ido perfecto, no sé por qué dudáis de nosotros.

—¿Ah, sí? —ríe Lucía con diversión—. Y dime, cariño —habla dirigiéndose a Jesús—. ¿Me dejas ver los anillos una última vez antes de la boda?

—Eh... no. No es buena idea —niega mi hermano rápidamente—. Mejor mantenemos el misterio, como con el vestido.

Lucía asiente entre risas y Lorena me mira con una mueca divertida antes de intervenir.

—Los anillos siempre los debe guardar el padrino precisamente para que no pasen estas cosas —carcajea mostrándonos las dos cajas de joyería que los contienen—. Los novios tenéis muchas cosas en la cabeza como para preocuparos también por esta. Ya lo sabes para el día que se casen Lucas o Dani.

—¿Dónde estaban? —suspiro con pesadez al entender que saben que las hemos estado mintiendo todo el día.

—Tirados en el jardín —contesta Miriam rápidamente mirando a Jesús—. No deberías descuidar joyería de cincuenta mil euros, ¿sabes? Y menos si es con la que vas a jurar amor eterno.




Siempre Tú II [RESUBIDA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora