Siempre Tú II [RESUBIDA]

Capítulo 59.

Lorena

—Lucas, siéntate a comer ahora mismo —ordeno cuando sale corriendo de la cocina.

—No —ríe entrando en el salón y tirándose en el sofá.

—Vamos —ordeno de nuevo, cogiéndole de los brazos para llevarle a la cocina.

Nada más sentarle en la trona otra vez, me mira con una sonrisa y se baja de un solo movimiento, sin darme tiempo a evitarlo. Suelto un suspiro de desesperación cuando sale corriendo de nuevo y me llevo una mano a la frente frustrada.

—Mamá —me llama Martín.

Le miro interrogante, dándome cuenta de que se le ha caído la cuchara al suelo. Están empezando a comer con cubiertos, porque Dani y yo consideramos que con un año y dos meses, ya es hora de que dejen de comer con las manos. Hay muchas familias que esperan hasta los dos años, pero nosotros preferimos que vayan cogiéndole el truco ya.

—Toma, cariño —sonrío dándole otra cuchara antes de tocarle el pelo con cariño—. ¡Lucas! ¡Ven aquí! —exclamo saliendo de la cocina y buscándole en el salón.

—¿Qué son esos gritos? —escucho decir a Dani desde la puerta principal.

—¡Papá! —grita Lucas saliendo de detrás del sofá y corriendo hacia él.

—Hola, enano —sonríe cogiéndole en brazos y dándole un montón de besos en la mejilla—. ¿Qué tal te estás portando? Espero que mamá me diga que has sido súper bueno —ríe haciéndole cosquillos—. Hola, cariño —saluda cuando me ve, acercándose a darme un beso—. ¿Dónde está el otro rey de la casa? —pregunta alzando la voz y entrando en la cocina de buen humor—. ¡Qué bien estás comiendo, cariño! —exclama al ver a Martín en su trona, concentrado en las lentejas que tiene delante.

—Haz el favor de decirle a tu hijo que se siente a comer —suspiro sentándome en una silla de la cocina cansada—. No ha probado las lentejas.

—Oye, tío. Dijimos que íbamos a hacer caso —se queja Dani mirando a Lucas, que sigue en sus brazos—. Venga, ponte a comer antes de que me enfade —ordena sentándole en la trona.

Pensaba, sinceramente, que le tenía más respeto que a mí, pero se ve que no. Nada más Dani se da la vuelta para mirarme, Lucas vuelve a bajarse de la trona y sale corriendo por el pasillo.

—¿Me acaba de desafiar? —se sorprende Dani poniéndose de mal humor—. ¡Lucas! —exclama yendo a por él—. No hagas que papá se enfade —le regaña cogiéndole en brazos cuando le encuentra en el salón—. No te vas a levantar de ahí hasta que no te termines las lentejas —sentencia abrochándole el cinturón de la trona cuando le sienta.

—¡No! —exclama echándose a llorar y dejando caer la cabeza hacia detrás.

—Llora todo lo que quieras. Tienes que comer —se cabrea Dani mirándole—. Cuéntame —sonríe dándose la vuelta para mirarme, ignorando los llantos de Lucas—. ¿Cómo va esa tripa?

—Bien, ayer tuve un día horrible pero bien —contesto mientras veo cómo Lucas coge la cuchara y empieza a comer—. Dos semanas para salir de cuentas —sonrío antes de mirarle—. ¿Qué tal Barcelona?

—Bien, sin novedad —ríe limpiándole la cara a Martín al ver que ha terminado de comer—. Lo de siempre y lo de nunca, ya sabes. Tu primo es un crack, no sabía que era tan bueno.

—Marcos trabaja bien —afirmo de buen humor—. La verdad es que es un buen representante.

—Mañana por la noche es la gala de los Premios D'Artes —informa de repente—. Tenemos que ir los cuatro.

—¿Y me lo dices ahora? ¡Que no tengo vestido!

—Siempre tienes vestidos, no seas agorera —carcajea cogiendo a los mellizos en brazos—. Nos hemos enterado hoy. Es obligatorio que vayamos, nos van a entregar un premio.

—¿Lucas va? —me intereso recogiendo los platos de los niños.

—Tengo que llamarle, pero lo dudo mucho —sonríe desde la puerta de la cocina—. Voy a dormirles —informa cuando los mellizos apoyan la cabeza en sus hombros cansados.