Capítulo 21

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Hay demasiado caos. Los gruñidos y estruendos resultan espeluznantes. ¡Es horrible! No comprendo porqué Violeta lo ha hecho. Peor aún, Irina cree que he sido yo quien ha abierto la puerta y los ha dejado entrar. ¡Yo! Esto es malo, sobre todo porque ella debe pensar que aún los odio. ¿Lo hago? No estoy segura, pero por mucho que los odiara, jamás haría algo así. ¡Nunca! En este tiempo he conocido otra cara de ellos, algo que los acerca a nosotros. Aunque sean criaturas sobrenaturales, todos fueron alguna vez humanos y conservan una pequeña parte de ello.

Empujo la puerta del edificio que me ha indicado Uriel y les pido que entren. No titubean, cruzan el umbral con rapidez y se colocan al fondo. Hay una pequeña lámpara encendida, permitiéndome verlos. En su mayoría son mujeres y algunos varones mayores. Todos tienen la mirada de ese intenso color carmín. Son fundadores. Supongo que al tener muchos subalternos que los protejan nunca han necesitado aprender a defenderse y su aspecto lo indica. Su ropa se mantiene intacta.

Cierro la puerta, colocando una de las sillas contra ella, intentando bloquearla. Sé que eso no los detendrá, pero no sé qué más puedo hacer. Apago la luz y me quedo frente a la puerta, sin disminuir la presión sobre la empuñadura de la espada.

―Ellos pueden encontrarnos aun sin luces ―murmura alguien detrás de mí. Cierro los ojos, ignorando su comentario.

Eso lo sé, pero de alguna forma creo que es lo correcto o quizás es solo que no deseo ver sus rostros. No los conozco y no me siento cómoda.

Me concentró en la puerta y en los sonidos que llegan del exterior, en pensar que él está bien. Todo parece similar a lo que escuché aquel día que Uriel hizo enfrentarse al grupo de vampiros en la sala de entrenamientos. Solo que quizás varias escalas por encima.

Me parecen eternos los minutos que transcurren, quizás sean solo segundos, pero no estoy segura. Detrás de mí no escucho nada, pero puedo sentirlos y olerlos. De nuevo compruebo mi teoría, cada uno tiene un aroma particular. Algunos incluso tienen impregnado el olor de sus donantes.

«¿Cómo puedo saber todo eso? No estoy segura».

Un ligero murmullo me saca de mis cavilaciones. Es el sonido de tacones que golpean contra las baldosas. «¿Violeta?». Levanto mi espada lista para cualquier cosa, pero distingo su voz dando indicaciones. «¡Irina!».

La puerta se abre con fuerza arrojando la silla que antes he colocado a un lado, como si no fuera más que un trozo de papel. ¡Maravilloso!

―¡Gema! ―Sus ojos rojos brillan en la oscuridad. Rápido enciendo las luces, descubriendo que sonríe y que la expresión acusadora que vi antes ha desaparecido por completo―. Entren ―dice haciéndose a un lado.

Un buen grupo de vampiros ingresa y se reúne al fondo del lugar, donde se encuentra el resto de ellos. Ahora que observo el entorno, descubro que estamos en lo que parece ser una residencia muy elegante.

―¿Estás bien? ―La miro sorprendida. Su impecable vestido presenta algunos cortes; tiene manchas de sangre en el cuello y las manos―. No es mía ―explica al notar que la observo.

―Sí. ―Es todo lo que acierto a decir. Tira de mí llevándome a un costado de la puerta.

―¿Seguro que estás bien? ―pregunta examinándome de pies a cabeza.

―Sí, Anisa nos ayudó a salir ―explico.

―Lo vi, pero... ¿no te encontraste con alguno de ellos?

―Sí, pero Uriel me salvó. ―Una sonrisa traviesa curva sus finos labios, asiente y mira hacia la puerta con expresión pensativa.

―No es tan malo como a él le gustaría ser ―dice con tono socarrón.

La donante (#1 ) *Resubida*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora