24. Curvas... ¡Peligrosas!

2K 119 33
                                    

Creo que Nathan pasó todo el vuelo absorbido por Tatyana porque nunca se levantó. Mucho menos volteó hacia los pasillos del avión. 

- ¿Descansaste? Preguntó.

Su aliento olía a MENTOS.

- Si. Pude dormir un poco.

- ¿Qué quieres hacer llegando?

- Llegar a mi casa. No quiero llegar al hospital y preguntar por él sin antes arreglar algunas cosas con mi mamá.

- ¿La extrañas?

Lo más triste fue que el escuchar esa pregunta me di cuenta que en todos estos años fuera de donde nací, jamás me había hecho falta mi mamá. 

Papá me buscaba de vez en vez, sobretodo cuando necesitaba que el dinero que les depositaba les llegara. Era algo distraída y papá siempre me llamaba para recordarme que no me olvidara de ese dinero.

- ¿Sophie?

Harper interrumpió mis pensamientos.

- Perdón. Me quedé pensando en algunas cosas.

- ¿Te avergüenza hablar de tu familia?

- No.

Mentí.

No quería que Harper supiera todo lo que había pasado porque durante tantos años fui como una verdadera extraña en mi propia casa. Venía de un núcleo familiar contaminado, en donde no había ningún otro hijo mas que mi hermana Marcia.

Fui siempre la oveja negra, la que daba problemas y mamá siempre se encargó de recordarme no solo eso, sino que por mi culpa, ella había tenido que abandonar sus sueños. En cierta parte, sé que papá también me culpaba de ser la razón por la cual él no pudo ir a la Universidad. 

- Y por qué nunca hablas de ellos.

- Es muy complicado de explicar. No tengo una buena relación con mi mamá y con mi hermana.

- Entiendo.

- No creo que lo entiendas. Respondí.

- Bueno, la verdad es que es verdad, nunca podré entenderlo pero quien me importa eres tu.

Su mano buscó la mía apretándola.

La aeromoza pidió en el micrófono que abrocháramos nuestros cinturones. El avión estaba por aterrizar.

Llevaba la bolsa sobre las piernas y esta cayó al suelo, justo frente a los pies de Harper. 

- ¿Eres tú?

Harper vio la fotografía de mi pasaporte y no quería que lo hiciera.

Respondí apenada.

- Te ves... mmm... No sé como decirlo.

- ¿Gorda?

- No. No inmensamente gorda, u obesa. Se ve que tenías un poco de sobrepeso en esta foto.

Renové mi pasaporte cuando había logrado bajar veinte kilos. Era casi la mitad de lo que debía bajar. Ya no estaba tan gorda a comparación de cómo había llegado a la ciudad pero me veía cachetona en la foto.

- Pues si. Tenía un poco de sobrepeso.

- Jamás lo habría imaginado.

- ¿Por qué? No me digas que te da fobia la gente gorda, o que la odias.

Memorias de una Ex-GordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora