1. Hallazgos

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Hallazgos. El regreso de Derek Hale.

Derek estaba observando la casa de los Stilinski desde la calle, pensando cómo abordar el tema, debido a su gravedad. Llevaba allí un buen rato sin encontrar ninguna manera de decirlo de una manera lo más suave posible, por lo que tras un gruñido bajo lleno de desesperación, saltó para engancharse en el alféizar de la ventana para abrirla y entrar.

─¡Dios! ─escuchó la voz alarmada del muchacho de ojos avellana, que lo miraba con una mano en el corazón sentado en su silla de escritorio. ─¡Derek! ¿Cuándo has vuelto? ─logró decir tras recuperarse del susto.

Derek lo miró ceñudo ya desde el medio de la habitación y olfateó el ambiente con una mueca confundida.

─No huele a Malía.

─Ya. ─dijo tranquilamente Stiles.

─¿No se suponía que vivía contigo? ─preguntó aún más confuso Derek por la indiferencia del muchacho, que se giró por completo para mirarle.

─Ya, bueno... de eso ya hace casi cuatro años. ─sonrió de medio lado. ─Estás demasiado desconectado, ¿eh? ─se burló el humano. ─Me dejó poco después de la pelea en México y ahora se queda en casa de Lydia, en Nueva York. Pero seguimos siendo amigos, tranquilo. La manada ante todo. ─se apresuró a decir, ante lo que Derek alzó una ceja.

─No he venido a hablar de tu vida sentimental con tu ex. ─dijo tal vez demasiado seco el moreno.

─Ya me lo imagino... ─dijo levantándose Stiles. ─¿Entonces para qué has vuelto? Me refiero... ¿Vas a quedarte? ¿Vas a volver a la manada?

─He descubierto algo. ─dijo Derek simplemente.

Stiles lo miró intrigado, sentándose de nuevo a la espera de que Derek comenzara a hablar, pero el lobo parecía demasiado intrigado olisqueando y mirando el cuarto de Stiles, que había sido bastante modificado y ya no parecía el cuarto de un niño pequeño.

─¿Y me lo vas a contar o vas a seguir analizando mi cuarto? ─interrumpió el silencio Stiles con una media sonrisa.

─He encontrado a La Loba. ─dijo mirando a los ojos avellanas que se abrieron de sorpresa y emoción. ─Bueno... he averiguado quién era.

─¿Era? ─preguntó con un bufido desinflado Stiles. ─O sea que está muerta y no podemos hablar con ella.

─No del todo. ─dijo frunciendo.

─¿No del todo? ¡Dios, Derek! ¿Puedes dejar de ser tan ambiguo y decirme quién cojones era esa Loba y por qué es tan importante para Las Calaveras y para todo el puto mundo?

─Es que... es un poco confuso todo.

─¿Un poco confuso? Pues voy a por café. ─dijo levantándose para ir a la cocina y volver al rato con dos tazas.

Cuando llegó, se encontró con Derek de pie frente a una de sus estanterías con una foto de Stiles con su madre, poco antes de que muriera. Stiles se acercó a él y le acercó una de las tazas que había traído ya caliente.

─¿Empiezas a contar o quieres una copia de la foto? ─rió el humano. ─Ya sé que salgo muy guapo, pero...

─¿Cómo no me di cuenta? ─murmuró el lobo más para sí.

─¿De lo guapo que soy? ─bromeó el muchacho, pero la mirada seria que le dirigió el lobo, le dijo que el asunto era más serio de lo que pensaba. ─Vale, ya dejo las bromas... Mi padre está en la comisaría, así que aunque sea largo de contar... no nos interrumpirá.

La LobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora