Epílogo II

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Epílogo II

─¡Stiles, para ya! ─gritó exasperada Lydia, después de ver al lobo dar vueltas alrededor del cuarto que compartía con Derek.

Stiles levantó la cabeza y miró a la pelirroja. El muchacho estaba pálido, con las pupilas dilatadas y pequeñas gotas de sudor se comenzaban a formar en su frente.

─Bien, Stiles... respira hondo. ─siguió diciendo más calmada la banshee, viendo que los ojos de Stiles cambiaban a su color sobrenatural. ─Debes calmarte...

─No puedo... no puedo... ─contestó él comenzando a respirar entrecortadamente al tiempo que temblaba completamente de pies a cabeza.

─¿Te está dando un ataque de ansiedad? ─preguntó casi en shock Lydia. ─¡No puedes! ¡Eres un lobo, Stiles!

─¿Intentas ponerme más nervioso? ─gruñó Stiles ya con sus colmillos y garras asomando.

─No... no te puede... No tiene sentido. ─comenzó a tartamudear la muchacha sin poder creérselo.

─Lydia, vete. ─logró gesticular Stiles al tiempo que retrocedía un par de pasos tambaleantes para alejarse de la banshee. ─Vete... ─repitió.

─¿Pero qué dices? Necesitas...

─¡VETE! ─gritó completamente transformado poco antes de saltar hacia la pelirroja, que logró alejarse y salir por la puerta para cerrarla de un portazo.

Segundos después apareció Scott por las escaleras y miró sin entender el gesto de Lydia, que con escasas palabras le explicó lo que había y aún estaba sucediendo.

─Vete abajo, con Malía. Ella está al tanto... te protegerá. ─dijo antes de tomar el pomo y entrar en la habitación.

La escena que encontró le dejó parado en la puerta. Stiles, su mejor amigo, estaba completamente transformado, arrinconado en una esquina con los ojos cerrados intentando controlar su respiración.

─¿Estás mejor? ─preguntó suavemente Scott, que fue el foco de la mirada dorada del lobo.

─No me... no... no respiro...

─Tranquilo, Stiles...

─¡No me digas que me calme! ¡Eso me pone peor! ─aulló Stiles mirando a su mejor amigo, a su hermano, a su alfa.

Scott asintió y se acercó a él para aflojarle levemente la corbata y, tomándolo por un hombro, lo acercó a la cama para sentarlo y más tarde acostarlo. Scott fue observado por el lobo, que no impidió sus gestos de comprensión y mucho menos impidió que se tumbara a su lado, mirando al techo.

─Tío... ¿Cuánto tiempo llevamos juntos en todo esto? ─comenzó Scott. Stiles sabía lo que pretendía, distraerle. ─Hemos pasado años separados por miles de kilómetros y aún así, aquí estamos... ─dijo comenzando a reir suavemente. ─Soy el padrino de tu boda aunque, sin intención de desmerecer tu amor por Derek, sé que tú también me quieres... ─dijo girandose para mirar a su mejor amigo. ─¿Verdad? ─preguntó con unos ojillos de cachorro que arrancó una carcajada, signo inequívoco de que se comenzaba a calmar. ─No lo admitas si no quieres, pero yo lo sé. Al igual que tú sabes que no hay nadie en este universo al que aprecie más y al que yo le cedería mi vida.

─Eres un idiota. ─murmuró Stiles antes de soltar una risa, completamente recuperado y respirando con tranquilidad.

─¿Yo? ¿¡Pero eso a qué viene!? Yo abriendo mi corazón y...

─Vete a la mierda. ─siguió riendo el lobo, a sabiendas de que su amigo era, en efecto, un idiota. Pero el mejor y más perfecto amigo idiota que podría tener.

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