22. Esencias

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Pasaron tres días después del encontronazo con Derek en la tienda de maderas y Stiles aún no había cogido el teléfono para hablar con el moreno que, de hecho, le había estado llamando un par de veces al día. Stiles no había tenido la fuerza de voluntad suficiente para contestar a la llamada y, en la mayoría de los casos, se había quedado sentado en el suelo de su salón, abrazando una almohada, mirando como el pequeño aparatito vibraba y vibraba hasta que se cortaba la llamada.

Ese día Stiles llegaba agotado a su edificio. Había estado repartiendo currículums alrededor de su barrio para ver si encontraba algún trabajo extra que le ayudara a pagar las facturas. No en broma había hecho un desembolso demasiado grande que le había dejado la cuenta bancaria temblando... Tenía para vivir, pero no tenía ni un mínimo saquito por si hubiera alguna emergencia. Aunque no todaslas emergencias se podían salvar con dinero... como la que ahora tenía frente a sus ojos.

Acababa de salir del ascensor ruinoso y prácticamente oxidado al completo, cargando una bolsa con los ingrediente de su cena, cuando se encontró una sombra frente a su puerta. La luz del pasillo comunitario estaba fundida, por lo que solo logro reconocer al dueño de esa sombra por sus otros sentidos.

Derek. Era Derek. Esa sombra que apestaba a tristeza, sentada en el felpudo con la espalda apoyada en la puerta y con la cabeza gacha era Derek.

Los ojos verdes del moreno se alzaron con rapidez en su dirección al notar su presencia y se levantó rápidamente. Se llevó una mano a la coronilla y apartó la mirada como intentando encontrar las palabras adecuadas. Finalmente recompuso su lenguaje corporal cambiando la pose a una mucho más segura y habló con voz tranquila.

─Te he estado llamando.

─Sí. ─asintió Stiles sin saber qué mas decir. ─He... estado ocupado. ─terminó diciendo el muchacho, aún quieto al lado de la puerta del ascensor.

Le sorprendía que Derek hubiera ido hasta su casa. No era tonto, sabía que tarde o temprano terminaría por saberse su nueva residencia... simplemente le sorprendía verle ahí.

─Sí. Er... ─dijo volviendo a rascarse la coronilla. ¿Desde cuándo hacía ese gesto tan inseguro?, se preguntó stiles. ─Ya veo, ya. Haciendo la compra. ─dijo mirando las bolsas que llevaba Stiles.

─Claro.

De nuevo se instauró un silencio entre ambos, un silencio en el que Stiles miraba el pomo de su puerta, que estaba tras Derek y Derek miraba a todos lados, menos a Stiles.

─Bueno, Stiles... Yo venía a...

─Tengo que entrar o se me derretirá el helado. ─interrumpió Stiles, a lo que Derek se quedó con la boca abierta y tras mirar a la puerta, se alejó tres pasos.

─Entonces creo que me iré.

Stiles solo asintió. Metió la llave en la cerradura y abrió la puerta de entrada a casa justo al tiempo que Derek abría la puerta del ascensor. Cerró los ojos y suspiró antes de girarse y mirar hacia la ancha espalda del moreno, que parecía no tan grande como antes.

─Puedo hacer cena para dos. ─musitó el muchacho, viendo los ojos verdes dirigidos a los suyos. ─No hay mucha cosa, pero...

─Sí. ─dijo rápidamente el lobo. ─Quiero decir... estaría bien.

Stiles asintió y no pudo evitar esbozar una media sonrisa al ver el repentino cambio en la esencia de Derek. Si se lo imaginara como un cachorro, ahora mismo estaría con la lengua fuera, meneando la cola rápidamente y saltando por todo el pasillo.

La LobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora