21. La Fuga

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21. La Fuga

Stiles salió de su casa y se subió al Jeep. Sin dudarlo ni un instante, cogió el teléfono de su movil del pantalón y comenzó a escribir un breve, pero conciso, mensaje. Tenía lágrimas en sus ojos mientras lo escribía golpeando rápidamente con sus dedos en la pantalla del móvil, pero no fue hasta que apareció como "enviado", cuando dichas lágrimas se atrevieron a salir.

Arrancó el motor y puso rumbo hacia la única casa en la que se podría cobijar, una casa de confianza, un segundo hogar. Durante el trayecto, las lágrimas siguieron a la ira y a un pequeño ataque de ansiedad que le hizo parar su coche en el arcén de la carretera, haciendo que de nuevo, la ira y el enfado se desvanecieran y volviera a tomar el control de sus actos la tristeza y un enorme agujero en su interior.

Cuando por fin llegó a la casa de destino, bajó del coche y llamó a la puerta que, tras unos acelerados pasos, se abrió con una mujer sujetando el pomo y con ojos sorprendidos clavados en Stiles. Sin esperar siquiera una palabra, Stiles aumentó el llanto y abrazó a la mujer, que respondió al abrazo tiernamente y le acarició la coronilla sin saber muy bien qué mas hacer.

─Stiles... cielo, pasa.

Stiles se separó con suavidad y siguió a la mujer, que lo llevó cariñosamente cogido de la mano, hasta la cocina. Le hizo sentarse a la mesa de la cocina y ella fue rápidamente a preparar un café para el recién llegado.

─Ya me contó tu padre...

─No. ─rogó stiles mirándole a los ojos. ─No me lo menciones. Ni a él ni a De... ─logró balbucear antes de romper en llano y sollozos.

─¡Stiles! ─exclamó levantándose para ir a su lado e intentar reconfortarle con un abrazo. ─¡Ah, Dios! Ojalá estuviera aquí Scott... Él sabría mejor que nadie lo que decirte... ─murmuró desesperada la mujer, sin dejar de abrazar al tembloroso Stiles, que de repente soltó una risita.

─Melissa... tu hijo es muchas cosas, pero nunca será el que mejores cosas sea capaz de decir. ─dijo el muchacho aún sin dejar de llorar.

─Para haberlo criado yo sola, no me ha salido demasiado mal. ─dijo en una voz cómplice que hizo que Stiles esbozara una sonrisa sincera. Pequeña y apenas perceptible, empañada en lágrimas y dolor... pero sincera. ─¿Me vas a decir qué te pasa? ¿Quieres que llame a alguien?

─Mi padre y Derek me han estado ocultando cosas... cosas mías. ─logró decir Stiles en susurros.

─Ya veo. ─asintió la madre de su mejor amigo, que sentía como suya, mientras no paraba de acariciarle la cabeza.

─Me he ido de casa. ─dijo volviendo a sollozar. ─No puedo estar viviendo con mi padre... ¿Por qué hacéis cosas así? ¿Por qué pensáis que teneis todo el derecho a mangonear a vuestros hijos? No sois Dios.

─Es un defecto que nos viene por querer demasiado. ─dijo con dulzura Melissa. ─Pero no somos tan malo como dices ahora mismo, ¿verdad? ─añadió con una sonrisa que se le contagió mínimamente a Stiles.

─Alguna cosa hacéis bien.

─"Alguna cosa"... ─rió jovialmente la mujer, estrechando aún más el abrazo y dándole un beso en la frente. ─Pues puedes quedarte aquí el tiempo que necesites, Stiles... echo de menos un adolescente alborotándome la vida. ─dijo con sinceridad.

─No... ─dijo con una risita, dándole un suave beso en la mejilla a Melissa. ─Creo que me buscaré un piso por aquí... después de todo, ya me puedo independizar.

─De acuerdo. ─consintió ella. ─Pero no saldrás de esta casa hasta que ya hayas encontrado un piso decente.

─Vale.

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