25. Occāsus

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Deaton llegó a la casa de Stiles tras la rápida y breve llamada del castaño en la que le había dado una de las peores noticias posibles. Debido a la cercanía de la luna llena, un poco adiestrado Stiles había sucumbido a sus impulsos más sexuales y había terminado por morder a Derek... Sólo esperaba que encontraran la manera de solucionarlo.

Ya que Derek estaba sufriendo los efectos del veneno de Stiles, el propio castaño estaba sintiendo el mismo dolor ya que eran emparejados sobrenaturales y si uno moría... el otro también lo haría, siendo compañero no solo de viaje, si no también de las trágica causa de la muerte: envenenamiento. Por eso Deaton ahora entraba en la casa de Stiles. Hubiera sido más cómodo que ellos fueran a la clínica que era donde tenía todo lo necesario para atenderles pero seguramente los dos estuvieran demasiado débiles y, desde luego, no en condiciones de conducir.

─¿Stiles? ¿Derek? ─llamó el veterinario desde el interior de la casa.

─Estamos aquí... ─escuchó la voz de Derek. La siguió con el peor de los presentimientos... su voz estaba empapada en dolor y debilidad. Pero cuando llegó a la sala donde se encontraban, una de las habitaciones de la casa, lo que se encontró le aterrorizó incluso más.

Derek estaba prácticamente tumbado sobre la cama aunque algo incorporado, apoyando su espalda contra el cabecero de la cama. Estaba pálido, ojeroso y sudoroso. Stiles, en cambio, parecía ser quien peor aspecto tenía.

Estaba completamente tumbado en la cama y utilizaba el pecho del lobo como almohada. Estaba mortalmente pálido y sudoroso tal y como Derek estaba, pero además, tenía un extraño líquido negro desprendiéndose de oídos, nariz y boca. Mala señal. Muy mala señal.

─Ayúdale... ─susurró en una súplica el moreno, mirando con ojos llorosos al druida. ─Por favor, Deaton... Ayúdale. ─terminó rogando casi sin voz.

Deaton asintió y suspiró retomando el control de sus sentimientos. Inspiró hondo y pudo oler el nauseabundo olor a putrefacción y enfermedad. Se inclinó sobre ellos y comenzó a darles pequeños botecitos que no tenían ningún efecto pero al menos tampoco empeoraban su situación, recitaba palabras sin sentido, palabras que muy posiblemente fueran conjuros antiguos... les entregó infinidad de piedras, quemó hierbas curativas para sanar el ambiente... pero nada. La situación de ambos empeoraba... en especial, la de Stiles.

Habían pasado ya casi dos horas y no había obtenido ninguna mejora... su estado estaba completamente alcanzando el límite. Se les acababa el tiempo... Y él no podía hacer nada.

El hombre levantó la mirada e, incapaz de decirlo con palabras, miró a los ojos a Derek, que cerró los ojos ahogando un sollozo tras haber entendido el mensaje.

─No puedo hacer nada, Derek... su mordida es... ─dijo con pesar. ─Buscaré el modo de revertirlo aunque sea lo último que haga, pero me llevará tiempo.

─Y tiempo es lo que no tenemos.

─Llamaré a John para que venga a cuidaros mientras busco en mis archivos. Espero no tardar mucho. Tú solo... no te muevas, eso acelerará la propagación del veneno.

─Me da igual morir... solo no quiero que él muera. ─dijo Derek con los ojos rebosando lágrimas que comenzaban a teñirse de negro.

Sí. Sin duda, hasta el estado de Derek estaba empeorando a pasos agigantados. Tenía que evitarlo. Tenía... Tenía que hacerlo.

El druida se giró con rapidez y salió en dirección a sus archivos como un tornado. Durante el camino a la clínica veterinaria, llamó a John y le puso al corriente.

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