34. La Réplica y el Gran Lobo Feroz

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Derek despertó lentamente, saliendo poco a poco del letargo en el que la señora Balvin le había sumido gracias al narcótico que le había inyectado. Cuando fue plenamente consciente de lo que había pasado, el frío metal rodeándole las muñecas le confirmó que no había sido un sueño y terminó de despertar para empezar a intentar forzar sus ataduras.

─Veo que ya has despertado. ─dijo la voz de la mujer que apareció en su foco de visión. ─Eras todo un bello durmiente. ─terminó diciendo con una risita irritante.

─Suéltame si no quieres que...

─Oh, muchacho... no gastes tus fuerzas en amenazarme o insultarme... también te recomiendo que dejes de forcejear con las esposas. Son de acero templado y, a menos de que tengas estas llaves ─dijo mostrando un juego de llaves de seguridad que escondió en su escote─ o un soplete, no lograrás desatarte.

Derek apretó la mandíbula e, ignorando el envenenado consejo de la mujer, siguió forcejeando intentando soltarse. En ese momento se maldijo a sí mismo por ser tan débil e inútil. Si esto le hubiera pasado hacía tan solo unas semanas...

─Aunque, por otro lado... no descartaría que tuvieras un soplete aquí escondido. ─dijo con voz lasciva mientras tocaba la entrepierna de Derek por encima del vaquero.

─Quita la mano de ahí o te juro que te la arranco. ─masculló entre dientes.

─Uy, qué violento. ─siguió ella con voz acaramelada. ─Me gusta eso... hazte de rogar, pelea, lucha, resístete... Me encantan los retos. ─dijo ella desabrochándose dos botones más de la camisa blanca e impoluta que llevaba.

Derek puso una mueca de disgusto, pero no pareció que eso molestara a la mujer, quien decidió que era momento de quitarle la camiseta al moreno. Se enderezó y caminó sobre sus finos tacones hacia una pared. Encendió la luz y Derek pudo ver cómo sacaba un cuchillo bien afilado de un maletín para después ir de nuevo a su lado. Se arrodilló a su costado y alzó el cuchillo para ir cortando suavemente la tela de la camiseta de Derek, que la miraba con el mayor de los odios mientras intentaba, de algún modo, escapar de allí. ¡Mierda! ¿Por qué demonios él no era Stiles? Stiles había logrado escapar incluso estando en otro maldito país de otro continente y él..

¡Stiles!

Una bombilla se encendió en el cerebro de Derek, quien comenzó a pensar en su emparejado. Se suponía que tenían empatía, una empatía irrompible que incluso los había conectado cuando Stiles había sido secuestrado en Londres... Vale, no había sido de mucha utilidad, pero al menos podían sentir lo que sentía el otro, ¿no? Tal vez si se concentrara en lo que estaba sucediendo, Stiles percibiera el peligro inminente al que estaba sometido su emparejado.

Inmediatamente empezó a pensar en Stiles, en llamarle internamente, deseando que el muchacho sintiera algo extraño y así una de sus típicas corazonadas le alertara de que algo no iba bien... Había quedado en llamarle en cuanto saliera de la casa de esa maldita loca, pero... ¿cuánto tiempo había pasado desde entonces? Esperaba que, al menos, hubiera sido el suficiente como para poner sobre alerta a Stiles.

─¿En qué piensas, bomboncito? ─escuchó la voz melosa de la mujer que ahora estaba sentada a horcajadas sobre sus muslos.

─Bájate de mí. ─ordenó con los ojos inundados en asco y odio.

─Oh, pero qué gruñón... ─murmuró ella, pero aun así se bajó y comenzó a caminar hacia donde tenía el maletín del que había sacado el cuchillo.

─Y suéltame. ─siguió Derek, pero la reacción de la mujer fue distinta esta vez. Ivana se giró para mirarle con unos ojos viciosos y tras una risita, sacó una jeringuilla del maletín y fue hacia él.

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