Capitulo 5

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El primer mes de clases pasó rápidamente. Treux y yo nos habíamos saludado un par de veces y nada más. Él ya había conseguido su 'Club de fans', un montón de chicas babeando por él, ofreciéndoles 'favores' como la tarea. ¿Dónde queda tu dignidad chica? ¿Realmente harías la tarea de un chico solo por llamar su atención? Yo estaba segura de que yo no haría tal cosa. Y sí, debo admitirlo, estaba celosa.

-Mira como le restriegan su trasero. Es asqueroso. -Le dije a Kelly mientras nos sentábamos en nuestra mesa matutina a un lado del comedor.

-Estás celosa. -Canturreó Kelly. -Celosa, a ti te gusta Treux. La, la, la, la. -Kelly era insoportable cuando hacía eso.

-Claro que no. -Contraataqué casi de inmediato.

-Solo estás celosa. Lo noto en tus actos. A ti te gusta mucho él. -Tomó un sorbo de su jugo de naranja bajo en calorías. -Solo que tienes miedo de ilusionarte y luego sufrir. -Me miró fijamente. -Sierra, nadie escoge de quién enamorarse, solo sucede y luego no hay vuelta atrás. -Kelly leía a la perfección mi mente.

-Es solo que... -Tomé una ligera pausa y suspiré dándome por vencida. - ¡Demonios! Tienes razón. -Me llevé las manos a la frente, mientras me inclinaba.

- ¡Ahhhh! -Kelly gritó emocionada. -Mi amiga está enamorada. -Ella estaba siendo totalmente escandalosa.

-Shhhh. -La silencié. -Lo último que quiero es que todo el mundo se entere.
-Hablando de él. ¿Sabías que apellida Byington?

Arqueé una ceja. - ¿Hablas en serio?

-Sí, es el hijo del flamante Max Byington, dueño y señor del imperio 'Byington Construcciones' -Lo decía como si fuera demasiado interesante.
Entonces, esa noche en la cocina él estaba discutiendo con su padre. -Lo sé. -Respondí.

- ¿Qué y no me lo habías contado?

-No estaba segura... Mmmm... Él es... -'Algo agresivo'. Sí, eso iba a decir. Recordé la escena de la cocina en el restaurant, pero luego callé. -Millonario, entonces. -Dije antes de llenarme la boca con mi matutino sándwich de todos los días. Debía variar de merienda de una vez por todas.

La campana que anunciaba la hora de volver a nuestras respectivas clases se hizo escuchar, todos se levantaron, Yo Y Kelly no fuimos la excepción. Nos dirigimos hacia el salón de historia, que estaba decorado con mapas, algunos retratos de personajes importantes y cosas así. La Sra. Crowem, una mujer adulta que sobrepasaba los cuarenta años de edad, nos explicó todo referente a la Segunda Guerra Mundial.
Me dirigía hacia mi casa.

- ¡Sierra!

Me volví para ver a David Cabanaught un compañero de clase, ojos claros, cabello rubio, estaba agitando su brazo por los aires. -Hola David. -Dije mientras me acercaba a él.

- ¿Cómo estás? -Me miró de arriba-abajo. -Te ves bien.

-Gracias. -Intenté no sonrojarme. Fue en vano. -Tú también. -Le di un golpe en el brazo.

-Bien... Eh... Me preguntaba si... Tú... -Se oía nervioso. -Quieres ir, mañana por ahí. Conmigo.

Me congelé por un momento. David no me hablaba desde el incidente con el helado en octavo grado. Cuando por error tiré mi helado en su uniforme, él creyó que lo había hecho a propósito y no me dirigió la palabra nunca más y ¿Ahora quería salir conmigo?

-Yo te aviso, ¿Vale? -Metí mi mano a mi bolso. -Solo déjame anotar tu número.
Intercambiamos números, y al mismo tiempo le advertí que perdí mi celular; luego me despedí. Estaba asustada. Era el primer chico que en mucho tiempo me invitaba a salir. Ya me había olvidado de toda esa cuestión de una 'cita'.

Me dirigí a mi casa, Treux me alcanzó. Ya que para llegar a nuestras respectivas casas, debíamos usar el mismo camino.

-Así que una cita ¿Eh? -Dijo mientras me miraba y caminábamos a la par.

-Eso no es de tu incumbencia. -Lo fulminé con la mirada.

-Creo que sí, ya que soy tu amigo.

-Tú lo has dicho, eres mi amigo. -Repliqué. -Esto solo les cuento a mis MEJORES amigos. -Dije haciendo resaltar la palabra 'mejores'.

- ¿Quieres ser mi mejor amiga? -Preguntó mientras me miraba a los ojos.

No entendí la pregunta. - ¿Eh? -Dije. Se suponía que un mejor amigo se hace con el tiempo, no con una simple pregunta.

-Perfecto. -Chocó sus manos aplaudiendo. -Ya soy tu mejor amigo. -Se arregló la mochila. -Ahora, cuéntame. -Ordenó.

- ¡Estás loco! -Murmuré. -Esto de ser popular te afectó el cerebro o ¿qué? -Ahora, mi paciencia se había agotado.

- ¡Ah! ¿Dices que me has estado observando, entonces?

-Eso no fue lo que dije.

-Claro que no exactamente, pero me has estado observando.

- ¿Cómo quieres que no te observe, si te sientas en la mesa patética del centro del comedor?

-Yo no he dicho que no quiero que me observes. -Sonreía.

- ¡Argh! -Le di un leve golpe en el brazo. Y me adelanté.

- ¿Nunca podremos tener un conversación si pelear? -Me alcanzó.

-No lo sé, eso depende de ti.

- ¿De mí? Tú eres la que se enoja.

Y vamos de nuevo. - ¿Yo? -Pregunté con evidente sarcasmo. -Tú eres el que viene con los aires de... de...

-Perfección. -Replicó.

- ¿Ves, ves? Eso es lo que me molesta.

- De todas maneras. Así como soy, perfecto, engreído y todo lo que tú quieras; así, te gusto. - ¡Maldición! Tenía razón.

-Ya te dije que eso no es verdad. -Mentí, de nuevo. -Ahora ve a tu casa y déjame disfrutar un poco de paz. -Dije al darme cuenta de que estábamos en la puerta de su casa (su casa era más cerca que la mía.).

-Te voy a acompañar...

-No es necesario. -Dije alejándome.

Me di cuenta que me seguía. -Te dije que no quería que me acompañases.

-No lo estoy haciendo... Ummm, solo camino libremente por la ciudad. -Tomó una pausa. -No todos los que caminan te siguen, Sierra.

Lo último que dijo hizo que recordare cada segundo de mi desafortunado suceso. Mi corazón apretaba y las lágrimas empujaban por salir al imaginarme ¿Qué sería de mí ahora si Treux no hubiera abierto su puerta?

Él se dio cuenta de que recordaba aquello, al no oír respuesta. -Sierra yo no quería... -Dijo apenado.

-Lo sé, ya tengo que superarlo. -Interrumpí.

Caminamos en silencio hasta llegar a casa. Él se paró en el pórtico de mi casa y yo subí las escaleras lentamente. Me di vuelta y él seguía allí observándome. - ¿Sigues insinuando que no me acompañabas?

-Aja. -Dijo mientras se agachaba para recoger algo. -Vine por esto. -Me mostró una insignificante piedra.

Reí, sabía que no era cierto. -Eres un tonto, estoy segura que había un millón de piedras en tu casa.

-Sí pero no me importan esas, yo quiero esta. -Se la guardó en el bolsillo.

-Adiós. -Y entré a mi casa.

Sintiendo Cosas Que Nunca Pensé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora