Después de un buen rato sin parar de correr, me volví para ver si Treux me seguía. Efectivamente iba unos metros detrás de mí. Aceleré el paso. ¡El baño de chicas! Pensé, pero Treux no era lo suficiente acomplejado como para no entrar, a él no le impediría entrar un pequeño letrero de 'Damas' en la parte superior de la puerta. Seguí hacia adelante y vi el closet, ¡Excelente! Una vez adentro podría echar llave y quedarme hasta que Treux se aburra. Entré en el closet y cerré la puerta detrás de mí.
Palpé el picaporte, dando pequeños toquecitos, buscando la llave que debería estar enganchada en la cerradura. Baje la mirada ¿Dónde estaba la llave? Apreté con fuerza la puerta para que Treux no la pudiera abrir. ¡Clack! El sonido de la cerradura bloqueándose hizo que me alejara de la puerta bruscamente. Miré alrededor, no había nada, me acerqué a la puerta y jalé del pomo para abrirla, me di cuenta que la puerta estaba cerrada ¡Con llave! Intenté abrirla dos, tres, siete, diez veces con desesperación y nada. Una risa al otro lado hiso que dejara de jalar la puerta inútilmente.
- ¡Treux! ¡Oye! -Nada, ni un sonido. - ¡Treux! Sé que estás ahí. -Risa. -No es gracioso. -Gruñí. -Abre la maldita puerta.
- ¡Retráctate!
- ¿Sigues con eso?
- ¿Quieres salir o no? Por mí no hay problema si te quedas ahí un buen rato. -La idea de quedarme aquí no era nada confortable. Rodeada de un montón de escobas y artículos de limpieza.
-Me perderé la clase ¿Entiendes? La Sra. Sandlers se dará cuenta.
-Es tu problema.
- ¡Que abras la maldita puerta! -Ahora estaba realmente enojada.
-Eh... Baja la voz, no estás progresando.
-Demonios. Por favor. -Supliqué.
-Mucho mejor. -Silencio.
- ¡Oye! -Silencio. - ¿Sigues ahí?
-Si, Sierra. pero empiezo a aburrirme, pronto me iré y me llevaré la llave conmigo.
Había una pequeña ventana cerrada a una altura no muy complicada de alcanzar, el aire se hacía pesado, necesitaba abrir la ventana para que el aire comenzara a circular. El closet era lo suficientemente chico como para que entrasen dos personas y un montón de escobas. Me dirigí a un bote de basura y lo coloqué boca-abajo, una escoba calló estrellándose con mi pie. - ¡Demonios! ¡Ah! -Me quejé de dolor.
- ¿Sierra estás bien? -Podía oír la preocupación en su voz.
-No voy a retractarme, ¡Maldita sea! -Grité furiosa, y me volví para concentrarme mi misión: abrir la ventana. Yo no trabajaba bien en espacios cerrados y mucho menos con el ambiente estancado y pesado.
-Supongo que quieres perderte tu clase ¿Eh? -No respondí.
Pronto logré abrir la pequeña ventana, que liberó un chillido en el acto, estaba oxidada. ¡Uf! ¡Qué alivio! Me bajé del bote de basura.
-Eres un idiota. -Golpeé la puerta. -Tonto e idiota ¿Y sabes qué? No voy a retractarme jamás. -Mi orgullo estaba en juego.
-Como quieras, pero yo no voy a tener una llamada de atención por faltar a la clase.
-Te voy a acusar. -Empecé a sentirme mareada. -Por favor, abre la puerta. No me siento bien.
-Buen truco. -Murmuró.
-Creo que voy a vomitar.
-Tienes lo necesario ahí para limpiar el desastre. -Apoye mi espalda en la pared contraria a la puerta y me deslicé lentamente hasta tocar el suelo, encogí mis piernas y las rodeé con mis brazos enterré mi cabeza en ellos. Todo daba vueltas, me sentía débil y mareada. -Abre la puerta. -Murmuré débilmente.
La puerta se abrió, sentí su presencia. -Sierra, hey, Sierra. -Sentí su mano tocando mi hombro suavemente. Él estaba preocupado.
-Sácame de aquí. -Pronuncié débilmente. Sus brazos me rodearon y al rato me encontraba cargada por él, mis brazos pasaron a través de su cuello y rocé su cabello mientras lo rodeaba, se sintió tan bien, que me vi tentada a hacerlo otra vez. Pero me detuve. Apoyé mi cabeza en su hombro.
-Ya puedes abrir los ojos. -Dijo mientras me sentaba en un banco.
Los abrí. Y lo miré furiosa. -Lo siento. -Dijo mientras me miraban fijamente, sus ojos marrones se conectaron con los míos, por un rato me sentí perdida. - ¿Estás bien? -Preguntó, desvié mi mirada para concentrarme en lo que me decía.
-Tonto. -Le propiné uno de mis naturales y suaves golpes que no hieren a nadie en su brazo. Había pronunciado esa palabra como cinco veces hoy y no pensaba retractarme aún. Su cuerpo se relajó y sonrió.
-Te perdono solo porque eres mi mejor amiga.
-Me perdonas, por que casi muero allá adentro. -Repliqué. La culpa se dibujó en su perfecto rostro.
-No sabía que eras claustrofóbica. Lo siento.
-No es como claustrofobia, es algo más leve, me marea loa ambientes cerrados y eso. -Tomé una pausa. - ¿Sabes, casi me conoces perfectamente? Yo no sé casi nada de ti y aún así me consideras tu mejor amiga. Eso es absurdo.
Suspiró. -Bien, ¿Qué quieres que conteste?
- ¿Debilidad?
-Tú no me has dicho tu debilidad. -Acusó.
-Sabes perfectamente qué es mi debilidad.
-Cosquillas. -Una sonrisa tiraba de sus labios, lo que descubrió parte de sus dientes, instantáneamente el mareo de hace un rato desapareció.
-Ahora tu turno.
-Mmmmm... ¿Debilidad? Nunca me había puesto a pensar en eso. -Tomó una pausa. - ¡Oh si! -Recordó. -Mi costilla derecha.
¿Costilla derecha?
- ¿Qué?
-Sí, es como mi defecto, cuando algo toca mi costilla derecha, me recorre un escalofrío. -Rió y yo también.
Costilla derecha, debilidad de Treux, anotado.
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Sintiendo Cosas Que Nunca Pensé.
Romance¿Enamorarse o no enamorarse? ¿Qué es mejor? La respuesta es fácil: no enamorarse. Todas las personas tenemos la certeza de que la vida es más sencilla cuando no nos gusta nadie. Lamentablemente no podemos elegir enamorarnos o no. Solo sucede. Sin qu...