Capitulo 28 [Parte II]

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Rachell zorra, zorra, zorra. Cómo la odiaba.
Quería gritar y llorar de rabia. La estúpida zorra había arruinado lo que iba a ser un maravilloso día, había regado un maldito chisme sin sentido, y lo peor era que la mayoría lo creía. Apoyé mi espalda al frío metal de los casilleros y me deslicé hasta el suelo, finalmente abrazando mis rodillas. Algunos estudiantes que pasaban me miraban lascivamente y Kelly cubrió con su cuerpo el insulto del casillero.
Escondí mi rostro entre mis piernas. Y sentí el calor que emanaba el cuerpo de Kelly cuando se deslizó a mi lado.
-¿Qué voy a hacer ahora? -Mi voz era solo un murmullo. -Soy un total desastre.
El cálido brazo sobre mi hombro me tranquilizó solo un segundo.
-Ellos lo olvidaran pronto. -Me aseguró, aunque su voz no sonaba como quisiera. -Sobrevivirás.
Quería creerlo, quería hacerlo realmente, pero luego el pensamiento de Rachell ensuciando mi reputación a cada rato regando el chisme, me abrumaba.
-Espero eso. -Suspiré.
-Voy a buscar...
Se interrumpió.
Levanté mi rostro y me encontré con el ceño fruncido de Treux leyendo el garabato de mi casillero. Deslicé mi vista los alrededores, los pasillos estaban vacios.
De alguna manera, había llegado a pensar que, quizás, solo quizás, Treux no se había enterado de aquel rumor. Sé que era ficcionario y poco realista, había tremendas posibilidades de que oyera los chismes, ya que su novia era la que los regaba, pero mi esperanza era algo masoquista siempre. De todos modos, mis conclusiones se iban al caño ahora mismo.
No iba a presenciar eso. Que Treux se burlase de mí -lo que siempre parecía intentar hacer- no iba a soportar. Sería alta y peligrosamente humillante. Entonces me alejé.
-¡Espera Sierra! -Su sonora voz hiso eco en los pasillos. Apresuré el paso. -¡Sierra! ¡¿Qué es...?!
Habíamos llegado al jardín y los resonantes sonidos de sus zapatos me avisaban cuán cerca se encontraba.
-¡Sierra! -Llamó otra vez.
Gruñí.
-¡Argh! ¡Aléjate de mí! -Le grité en respuesta sin mirar atrás.
Se detuvo.
Me detuve y rodé sobre mis talones para encararlo. Sus hermosos ojos oscuros me recorrieron y sentí desfallecer. Deseé ser como él, una persona a quién todo le salía perfecto, quién no tenía problemas ni era molestado por la zorra de Rachell. Uh.
-No voy a hacer eso, no voy a alejarme de ti. -Se veía tan bien con su uniforme escolar que detuve el impulso de correr hacia él y lanzarme entre sus brazos. Cielos, ¿cuán enamorada estaba? Debía saber que él no me obedecería, que jamás haría lo que le ordenase. Entonces mi enojo incrementó, ¡todo esto era culpa suya!
-Lo sé. Créeme que ya me eh acostumbrado a ti, siempre haces lo que te da la gana. Siempre. No te importa cuánto afecta eso a los demás, solo piensas en ti. Y estás ahí con tu estúpida cara bonita. Siempre luciendo perfecto. Todo es perfecto para ti.
Una sonrisa curvó sus labios.
-¿Acabas de decir que soy un dios de perfección y la hermosura?
Maldito.
-¡Aléjate! ¡Nada más! -Perdí los estribos. -Por una vez en tu vida obedece a alguien que no seas tú.
Recordé que nadie debía verme junto a él, esto afectaría grandemente a cualquier tipo de progreso en contra de los chismes.
Entonces corrí, pero él no me hiso caso y corrió detrás de mí, dándome alcance finalmente y tirándome por la cintura, haciéndome rodar para encontrarme con sus ojos.
-¡Suéltame! -Le propiné algunos golpes en su pecho. Obviamente eso iba a llamar mucho la atención, pero debía tomar medidas extremas.
-Sierra, tranquilízate...
-Aléjate de mí. Por favor. -Escaneé los alrededores. -Nadie tiene que vernos juntos.
-¿Y qué si alguien nos ve?
Agarró mis muñecas, acercándome más a él. Su perfume. Oh, deliciosa fragancia.
-Tienes novia, ¡suéltame! -Amenacé rápidamente antes de que mi mente se nublase.
-Explícame antes, ¿qué infiernos es lo de tu casillero? -Ordenó.
Oh, claro. Él creía que le iba a obedecer, ya no más.
-No es de tu incumbencia.
-Todo lo que pase contigo es de mi incumbencia. -Dijo seriamente.
Eso debía alegrarme de alguna forma lo sé, estaba enamorada de él y escuchar eso de su boca besable debía apaciguar mi enojo, pero al contrario, mi furia incrementó.
-¿Por qué no te encargas de tu vida? Ni siquiera puedes manejar a tu horrorosa novia. -Contraataqué.
-¿Ella hiso eso? -Parecía sorprendido, ¿acaso no conocía a su propia novia?
-¡Déjame!
-Solo quiero ayudarte, Sierra.
-¡Lo único que has hecho todo este tiempo es complicarme la vida! -Oh, maldición, ya sentía las lágrimas de impotencia aparecer en mis ojos.
Me liberó y retrocedió como si le hubieran abofeteado.
-¿Qué? -Me miraba como si no pudiera creer lo último que dije.
No respondí.
¿Le había ofendido?
-¿Realmente quieres que me aleje de ti? -Silencio. -Está bien, -Se oía derrotado. - eso tendrás. Voy a alejarme de ti.
Y lo vi alejarse y supe que había cometido un grave error.

Sintiendo Cosas Que Nunca Pensé.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora