Chapter 25.

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El viento silbaba entre las hojas de los árboles. El sol estaba en lo más alto, creando sombras recortadas contra el césped verde brillante que crecía en la cercanías al muro. Me dolía el culo después de la larga travesía. Llevábamos medio día cabalgando para poder llegar a la muralla y salir al exterior en nuestra misión de exploración. El cansancio, aunque no extenuante, sí que se dejaba notar entre los soldados. Pasamos los arcos que hacían de entrada sin pena ni gloria. Nadie salía a despedirnos; la población había perdido la fe en nosotros hacía mucho.

    —Soldados, permaneced atentos. Esto no es una entrenamiento; es una misión real.

Las palabras de Hanji, nuestras comandante, retumbaron por el arco. El ambiente se tensó, pero también se llenó determinación. Al fin y al cabo, aquellos que nos habíamos unido a las tropas de Reconocimiento lo habíamos hecho con el fin expreso de enfrentarnos cara a cara con los titanes. Pero supongo que era irremediable sentir cómo el estómago poco a poco se te iba encogiendo y tus esfínteres se tensaban. Según nuestras monturas atravesaban la salida de los muros, sentíamos como un peso se colgaba de nuestro estómago, haciendo salto mortales que nos provocaban nauseas.

El exterior... Era extraño ir por primera vez. Pero, ¿era la primera vez que veía el exterior? Algo dentro de mí me decía que no. Que justamente lo raro era que yo permaneciese dentro de los muros. Mi sitio estaba fuera; pero, ¿dónde?

En mi mente se sucedían las imágenes de mi hogar; éstas pasaban con nitidez, pero en cuanto intentaba recordar su nombre o en qué parte de las murallas estaban, mis recuerdos flaqueaban.

¿Había vivido toda mi vida dentro de las murallas o fuera? No recordaba nada con naturalidad. Mi mente me engañaba y sólo tenía seguros los acontecimientos después de mi entrada en el ejército.

Intenté hacer memoria, recordar a mi familia; pero ellos también se veían distorsionados. No recordaba exactamente cómo se llamaba mi hermana, o el color de ojos de mi madre. No estaba segura de si en verdad había tenido una vida que no transcurriera fuera del ejército o estas murallas. Me sentía mareada; agarré las riendas con fuerza y respiré hondo, intentando tranquilizarme y no caer del caballo.

    —¿Prot? —Me giré rápidamente. Detrás de mi estaba Liu, que me observaba con gesto severo y preocupado—. ¿Estás bien? Estás un poco pálida.

    —Sí... estoy bien. —Pero no pareció tragarse del todo mis palabras.

   —¿Estás asustada por estar fuera? —Negué con la cabeza—. ¿Seguro? Sabes que a mi no me puedes ocultar las cosas, ¿no? Tarde o temprano me enteraré.

    —Bueno... —Los gritos de nuestros superiores comenzaron a organizar los grupos—. Te lo contaré cuando volvamos. ¿De acuerdo?

Liu puso los ojos en blanco y bufó.

    —Está bien. Más te vale contármelo. —Asentí y me alejé hacia mi comandante y jefa de tropa.

    —Bien chicos, permaneced atentos y unidos. Recordad que si avistáis cualquier cosa rara debéis utilizar las bengalas. ¿Entendido?

    —Sí, señor —respondimos todos a la vez.

    —Pues bien. En marcha mis valientes. —Y con su habitual tono desenfadado Hanji emprendió la marcha.

Nos encontrábamos en un prado, completamente llano y con altas hierbas verdes. A unos cuantos kilómetros podíamos divisar un espeso y alto bosque. Sin embargo, no divisábamos titanes.

Una bengala verde nos dio la señal de que por el oeste todo permanecía en calma. Lanzamos nuestra bengala verde y esperamos a que los soldados del este, el grupo de Klaus, lanzase la suya. Esperamos unos segundos, y cuando Hanji estaba a punto de mandar una pequeña porción de nuestro grupo a ver qué sucedía, un destello verde surcó el cielo. Respiré aliviada, sabiendo que todo estaba en orden. Pero no duraría mucho.

Seguimos cabalgando por otros diez minutos, hasta que otra bengala verde surcó el cielo por nuestra derecha. Pero justo cuando íbamos a dar nuestra señal una bengala roja recorrió el cielo a nuestra izquierda. El batallón del este tenía problemas, y por el color del destello, eran problemas gordos. Hanji levantó ligeramente una mano, indicándonos a unos cuentos que avanzásemos hacia nuestros compañeros.

Mientras Mark, Vista y yo nos alejábamos, Livanni lanzaba la bengala propia y seguía a nuestra comandante mandándonos una pequeña mirada, deseándonos suerte. Y así vimos a Moblit, Hanji y Livanni, acompañados de otros seis soldados, avanzar dirección norte.

Cabalgamos con presteza, deseando que la situación no estuviese muy descontrolada. Detrás de nosotros escuchamos ruidos, al girarnos vimos como otros tres soldados se acercaban hacia nosotros. Pertenecían al grupo de Levi, entre ellos estaban Jean, Connie y Armin. Mark levantó el brazo, indicándoles que les habíamos visto y la dirección en la que íbamos. Pronto se unieron a nosotros.

El viento nos azotaba fuerte y fresco en la cara, los caballos clavaban sus pezuñas en el fértil suelo lleno de pasto. A lo lejos pudimos divisar largas y espesas columnas de vapor, aceleramos el paso para encontrarnos al poco con un paisaje realmente espantoso.

Allá donde la hierba debía ser de un verde brillante se veían grandes manchas de sangre y sesos aplastados. Algunos caballos corrían desbocados, sin jinete o arrastrando a éste tras ellos. Los titanes, que aún no nos habían visto, se dirigían al bosque cercano.

    —¡Vamos! —Mark fue el primero en emprender la marcha y todos le seguimos. Conforme más nos acercábamos los rastros de sangre se hacían más usuales. En cada grupo viajaban doce personas, incluidos su jefe de grupo; y por las manchas de sangre y sesos que habíamos visto ya contaban nueve solados caídos. Por lo que tan solo quedaban tres soldados con vida. ¿Estaría entre ellos Liu?

Miré con ansiedad a Mark, que al instante comprendió mis pensamientos, él también había hecho recuento.

    —El siguiente grupo no debe tardar mucho en llegar —dijo medio gritando Jean—. Entremos y busquemos supervivientes.

Era cierto, detrás de cada primer grupo de doce soldados iba, a una distancia prudencial, otra grupo de soldados, que ofrecería apoyo en la retaguardia o repondría soldados en la vanguardia. Llevaríamos como cuarenta minutos montando, no debían tardar más de veinte. Todos asentimos, lanzamos una bengala roja, pidiendo refuerzos y mostrando nuestra ubicación y nos introdujimos en el bosque.


Shingeky no kyojin. El despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora