Chapter 40.

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    —¡Para, la vas a matar! —Aquellas palabras resonaban en mi cabeza como un eco maldito. Las lágrimas se resbalaban por mis mejillas, haciendo que sintiese unos surcos fríos por mi cara. No era capaz de mover ni un sólo músculo y por un momento creí escuchar un crac proveniente de mis costillas. Quería gritar, pero no tenía suficiente aire en los pulmones para elevar mi voz.

    —¡Suéltala! —Desesperado Liu intentaba zafarse del fuerte agarre del titán simio, mientras gritaba con fuerza dejando escapar toda su frustración. Conseguí girar la cabeza para verle y pude distinguir unas pequeñas lágrimas recorriendo su rostro.

La presión alrededor de mi cuerpo se desvaneció, dejando que mis pulmones se expendiesen, en un movimiento doloroso, para poder captar aire. Respiré ansiosa, atragantándome. Una sonora y grave risa comenzó a retumbar entre nosotros. El titán simio se reía de nosotros al mismo tiempo que con total tranquilidad articulaba palabra.

    —Estúpidos... —Incrédula lo observé, no estaba segura de si acababa de hablar o aquello había sido producto de mi imaginación debido a la falta de oxígeno. Con los ojos como platos permanecí quieta sobre la palma de su mano—. ¿Asustada? —dijo mirándome fijamente mientras una sonrisa aparecía en su cara.

Temblando mantuve la mirada a aquél monstruo. Cómo... ¿cómo era posible aquello? Estaba hablando. No podía dar crédito. Quise llorar, aquello sólo significaba que había titanes inteligentes, ¿qué podía ser peor?

    —¡¿Qué quieres de nosotros?! —Liu comenzó a hablar histérico—. ¡¿Por qué no nos has matado ya?!

    —Muertos... —dijo haciendo un larga pausa mientras paseaba su mirada entre nosotros dos—. ...no nos servís de nada.

    —¿Qué? —Casi sin aliento, me atreví a alzar la voz. Era una pregunta retórica, más bien de sorpresa, pero la respuesta no se hizo esperar. Mientras el titán simio reemprendía su marcha, comenzó a hablar.

    —Hace unos meses capturamos a Liu, y de él hicimos una gran herramienta. La herramienta con la que por fin daríamos el jaque mate a vuestro ridículo reducto. Vuestra "Humanidad", aquello por lo que lucháis no es más que una ilusión. No sois más que un prototipo, una jaula llena de ratas de laboratorio—. Ninguno de los dos llegaba a comprender, Liu y yo nos miramos a la cara, incapaces de procesar lo que acabábamos de escuchar—. No lo comprendéis, ¿verdad? Pobres ignorantes... Sólo sois un experimento, todos y cada uno de vosotros. Vuestra sociedad, vuestra política y todo aquello que habéis construido no es más que un experimento hecho por nosotros.

    —No... No puede ser —musité—. Es imposible, nosotros no...

    —Sí —dijo de forma tajante, parecía divertirse—. Sí que lo sois. No sois más que un campo de pruebas. Tenéis dos funciones para nosotros: la primera, servirnos como modelos psicológico y social. No sois más que unas ratas puestas en un ambiente lleno de estrés. Atrapadas en un laberinto del que era imposible escapar. Pero, enhorabuena. —Divertido seguía caminando, mirándonos a los dos mientras sonreía—. Enhorabuena porque habéis estado más cerca de la salida de lo que esperábamos. Pero jamás lo suficiente.

    —Habéis jugado con nosotros todo éste tiempo... —Liu estaba destrozado, ambos lo estábamos. Al final, después de tanto esfuerzo, de tanto sacrifico y ver morir a tantas personas; resultaba que simplemente habíamos estado dándonos cabezazos contra un muro.

    —¿Y la segunda? —Aquello era horrible, pero si este era el primer propósito, ¿cuál sería el segundo? Miles de escalofríos recorrían mi espalda, haciendo que no parase de temblar.

    —La segunda, pequeño animalillo asustado, es que no sois más que los sujetos con lo que probamos nuestro armamento. —Sentí frío, un frío horrible que agarrotó mi corazón y me partió en dos. Todos nuestros amigos, nuestros seres queridos, toda la gente a la que protegíamos, y que habíamos arriesgado nuestra vidas para ello, todas estaban condenadas. No éramos más que un experimento, un reducto sobre el que arrojaban todo lo que querían. Las lágrimas de rabia e impotencia se resbalaban por mis mejillas sin que yo pudiese hacer nada. Seguía temblando, pero esta vez de rabia.

   —¡No! —Liu me sacó de mi propio pozo de pensamientos—. ¡No puede ser! ¡No eres más que un cerdo mentiroso! ¡No le creas Prot! ¡Sólo quiere hundirnos para que seamos más fáciles de manejar! Nuestro sacrificio nunca fue en vano, el sacrificio de Roger jamás fue en vano. Venceremos a esos cerdos que atentan contra nuestra libertad. ¡Os destruiremos!

Una carcajada gutural salió de la garganta del titán simio. Nuestro paso no se había relajado, y avanzábamos inexorables hacia el horizonte. La mayor parte de la noche ya había pasado, pero aún quedaba un rato hasta que las luces del amanecer nos amparasen.

    —No os pongáis tan histéricos. Puedes hablar tanto como quieras, dale esperanzas a la chica si eso es lo que realmente quieres. Dentro de los muros la gente no sabe más que vivir de esperanzas, os arropáis con ellas como si de verdad os protegieran. Cuando todos sabemos que eso es justo lo que os hace ser tan débiles. Haced lo que queráis, creed en vosotros, o ampararos en la estúpida idea de que tantas muertes no fueron en vano; ya nada debería importaros. Al fin y al cabo, cuando lleguemos ni siquiera os acordareis el uno del otro.

Un silencio denso y tenso se posó sobre nosotros, durante varios minutos el titán avanzó en silencio, sosteniéndonos sin apenas fuerza en las manos. Estábamos tan lejos ya de las murallas que incluso a él le resultaba estúpido agarrarnos con fuerza para que no escapásemos. Cerré los ojos, intentando controlar mi respiración y frenar las lágrimas que amenazaban con salir a tropel. Ya todo estaba perdido, nada de lo que hiciésemos importaba. Nos había contado todo aquello porque jamás podríamos ayudar a nuestros amigos.






Shingeky no kyojin. El despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora