Chapter 8.

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El viaje pasó largo y sin entretenimiento alguno. El paisaje había desaparecido debido a que el tren estaba ahora bajo tierra, y lo único que podía hacer era contar farolillos. Conté alrededor de 117 farolillos, hasta que, por fin, perdí el conocimiento y me quedé dormida. Realmente no sé cuánto tiempo llegué a dormir. Por lo que a mí respecta, solo fueron unos minutos, pero estoy segura de que fue más tiempo.

Desperté cegada por los rayos del Sol que se colaban por la ventanilla e iban directos a mi cara. Abrí los ojos entre gruñidos y refunfuños, tras varios intentos de volver a quedarme dormida. Me levanté del asiento, intentando desperezar mi cuerpo. En el asiento de al lado seguían dormidos Liu y Vista. Sentados, con los cuellos torcidos en posiciones incómodas y que probablemente al despertar les daría dolor de cuello. La ventana presentaba un paisaje distinto a las ya más que conocidas llanuras. Ahora se podía ver un bosque frondoso, llenos de pinos enormes.

    —Acabamos de atravesar el muro Rose.

    —¿El qué?

Detrás de mí estaba Armin, con grandes sombras violetas bajo los ojos y un brillo apagado en su mirada.

    —Existen tres muros: El muro María, que es el más externo, el cual está roto. El muro Rose, éste es el segundo y es el que acabamos de pasar. El siguiente es el muro Sina, pero no creo que lleguemos ahí. —Lo observé con curiosidad mientras se explicaba. 

«Muy bien, ¿pero de dónde han salido estos muros? En ningún libro de geografía aparece algo así».

    —¿Y a dónde vamos?

    —A Trost.

    —Pues muy bien. —No sabía de que me hablaba, el nombre de Trost me sonaba. De momento todo lo que había visto me sonaba. Armin se apoyó en la pared conmigo, mientras observábamos el paisaje que, desde luego, era mucho más interesante. Las ramas de los árboles creaban entramados de bastante belleza. Alguna que otra ardilla se dejaba ver saltando de una de estas ramas a otra. Pequeños pájaros e incluso algún ciervo se dejaban ver. Pronto los árboles desaparecieron y a lo lejos pudimos divisar una pequeña ciudad.

    —Armin. —Ladeó la cabeza, dándome a entender que me escuchaba—. ¿Qué está pasando? Cuando nos fuimos vi unas murallas, pero te juro que nunca en mi vida había visto esos muros. ayer no estaban ahí. ¿Y eso? —dije señalando por la ventana el muro Rose—. Eso no sale en ningún libro de geografía que yo haya visto.

    —Pero eso es imposible. Las murallas llevan ahí años, desde que parecieron los titanes por primera vez. 

    —¿Y cómo las hicieron? Es decir, ¿las construyeron mientras los atacaban los titanes? —Armin me miró confuso. Él no iba a tener la respuesta que necesitaba. 

Permanecimos en silencio, hasta que el tren comenzó a bajar su velocidad. La pequeña ciudad se veía mucho más cerca, y ahora era capaz de diferenciar ciertos edificios, así como unas cuantas torres.

Mis compañeros comenzaron a despertarse, acercándose hasta donde estábamos nosotros. Mark y Roger aparecieron y se unieron a nosotros. Lo primero que hicieron al ver a Armin fue decirle que era rápido. 

    —¿Abordando niñas cuando están solas, eh muchacho? —Armin al instante se puso colorado y los gritos de Mark y Roger hicieron que Liu se despertase, no de muy buen humor. Al vernos, desde luego su humor no mejoró en absoluto. Le dirigió una mirada aterradora a Armin que sólo pudo intentar hacerse más pequeño y huir.

    —Armin... —Me miró de soslayo, intentando hacer los menos movimientos posibles para que Liu dejara de mirarle. Me acerqué a él, y ante la mirada de todos besé su mejilla. Eso hizo que se sonrojara más, si cabe, pero les cerró la boca a los dos burros a nuestro lado—. Espero que algún día pueda ser como tú. Y... también espero volver a verte, cuando acabe el entrenamiento.

Shingeky no kyojin. El despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora