Chapter 18.

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Escuché el correr de las cuerdas de un equipo de maniobras cerca de mí. Pensando que sería Mark me giré, con una sonrisa en los labios, para encontrarme con la comandante Hanji Zoe, diriguiéndose a mí con una ancha sonrisa en la cara.

    —Yahooo Prot, te quiero en mi equipo ya —dijo medio cantando.

Sonreí, hasta que otra persona apareció a su lado, dejando escapar un "Tch" de sus labios. Ambas lo miramos, era Levi, que con ojos fríos clavaba su mirada en mí.

    —¿En verdad te ves adecuada para las Tropas de Reconocimiento?

Me quedé callada, completamente perpleja por la pregunta.

    —¿Pero qué dices Levi? —Hanji le miró confusa.

    —Digo que si crees que aceptaremos a gente que no se esfuerce al máximo. —Me siguió mirando con ojos fríos y calculadores—. No has entrado entre los diez primeros de tu promoción, pero salta a la vista que tienes habilidades suficientes para quedar entre los cinco primeros.

Bajé la vista, ¿qué más le daba? No necesitaba entrar entre los diez primeros para poder unirme a las Tropas de Reconocimiento. Con un sonoro "Tch" me devolvió al mundo, haciendo que mis ojos se encontraran con los suyos.

    —Eso demuestra muy poco de ti. Quiero que nos demuestres que en verdad te mereces entrar en la Legión de Reconocimiento. Quiero que hagas la exhibición hasta que caigas rendida.

Le miré con los ojos como platos. Sin decir nada más se fue, dejándonos solos a Mark, Hanji y a mí. Hanji me seguía observando con una amplia sonrisa.

    —No te preocupes, lo has hecho genial. En cuanto al enano se le pase te vendré a buscar para que vengas con nosotros. Ah, y por cierto. Tú también estás en mi escuadrón —dijo señalando a Mark.

Con un movimiento rápido enganchó sus cables y se marchó en busca de más personas a las que unir en su equipo. Una mano se posó en mi hombro. Mark, con una sonrisa algo triste me miraba fijamente.

    —Te ha pillado a la primera —sonrió de lado—. No te preocupes te acompañaré hasta que aguante.

Le sonreí agradecida, aún había muchos reclutas exhibiendo sus habilidades y era probable que mi pequeño castigo de bienvenida durase más de lo que me gustase.

Volvimos a mecernos en el aire, utilizando poco gas esta vez para poder aguantar todo el ejercicio. Seguimos cortando y saltando, llegó un momento en que nos aburríamos tanto que empezábamos a hacer piruetas en el aire. Grandes acrobacias que desde fuera se veían coordinadas y precisas. Nos posamos unos segundos en un árbol y comenzamos a otear los alrededores. Quedaba poca gente y todos estábamos cansados y doloridos. El uso excesivo de nuestro equipo de maniobras y el consiguiente roce de los arneses nos mataba. Aunque llevábamos ya varios años usando de forma habitual este equipo, un uso excesivo nos seguía provocando quemaduras en la piel. Dentro de mi bota podía sentir como comenzaba a volverse húmedo por la sangre. Era probable que me hubiera rozado el pie lo suficiente para que sangrara. Algo parecido sucedía en mi pecho, que con cada roce de la camiseta y el arnés me arrancaba pequeñas oleadas de dolor que hacían que tuviera que reprimir un estremecimiento.

Mark estaba igual que yo. Necesitábamos descansar, pero cada vez que estábamos más de medio minuto parados en el mismo sitio, unos feroces ojos grises nos observaban con fijeza, haciendo que nos moviéramos a otro lugar.

Al cabo de unas horas, el campo quedó desierto, únicamente surcado por nosotros dos, que ya con cada movimiento sufríamos por las grandes quemaduras. Mark, al final se fue, y me dejó sola. Seguí haciendo la demostración todo lo que pude, intentando mantener un ritmo propio, pero llevaba mucho tiempo esforzándome. Mis tanques se quedaban sin gas, mi cuerpo estaba magullado y muy dolorido. Estaba sola y muy cansada.

Pronto mis tanques empezaron a funcionar mal. Me enganché a un árbol y confié en llegar antes de que mis tanques fallasen por completo. Pero para mi mala suerte, fallaron. Justo cuando iba a alcanzar la máxima velocidad mis tanques dejaron de funcionar. Por efecto de la gravedad comencé a caer mientras me aproximaba de forma peligrosa al tronco del árbol. Si me soltaba caería al suelo, no había elección. Cerré los ojos con fuerza y protegí mi cara, esperando que la fuerza del golpe no me destrozara. Pero el golpe nunca llegó. Unos brazos me recogieron justo antes de chocar, tomándome por la cintura y atrayéndome hasta su pecho. Levanté la vista ligeramente y encontré unos gélidos ojos grises clavados en una dirección fija. Mi cara pronto se puso roja de rabia. Por su culpa casi me mataba y ahora se las daba de héroe. La rabia pronto se vió acompañada por la vergüenza de saber que Levi me había visto caer. Escondí la cara para que no pudiera ver lo roja que estaba y me dejé mecer por el viento que nos azotaba al atravesar el cielo. Llegamos a tierra y aún así no me soltó, siguió cargándome aún a pesar de las llamadas de Hanji quejándose de que me había hecho sobreesforzarme.

Me llevó a la enfermería y para mi sorpresa fue él mismo quien me curó las heridas. En un principio me revolví, e intenté detenerle. Pero estaba demasiado cansada, y a él no parecían importarle mis quejas. Me quitó la ropa de forma rápida y sin titubeos y trató cada una de mis heridas con mano experta. Durante todo el proceso fui incapaz de mirarle, tenía el rostro completamente rojo, y cada vez que nuestras miradas se cruzaban de forma casual, más roja me ponía. No tardó demasiado, y pronto me quedé dormida.


A la mañana siguiente, cuando desperté, encontré a mi lado a Hanji, que me miraba fijamente. Abrí los ojos sobre manera e intenté incorporarme en la cama.

    —Por fin despiertas. ¿Cómo te encuentras?

Me quedé callada por unos momentos, comprendiendo qué hacía en la enfermería. Los recuerdos surcaron mi mente rápidos, haciéndome recordar la exhibición y el castigo de Levi. La caída y cómo Levi me curó. Inmediatamente al recordar aquello mi cara se tiñó de rojo.

    —Prot. ¿Prot me escuchas?

La voz de Hanji me trajo de vuelta al mundo real. Levanté la cabeza para mirarla y encontré sus grandes ojos castaños.

    —¡Qué roja estás Prot! ¿Qué estabas pensando? ¿Acaso Levi se aprovechó de ti cuando estabas débil? —Mi cara se enrojeció más ante sus palabras—. ¿Es eso?

Me miró con ojos desorbitados hasta que negué en silencio. Soltó un ligero suspiro y su cara, antes preocupada, volvió a tomar su habitual gesto feliz. Sonrió, enseñando todos los dientes y me tomó de las manos.

    —Cuánto me alegro de que hayas despertado, tenía muchas ganas de hablar contigo. Por cierto, ¿sabes que estarás en mi escuadrón?

    —Eh, sí, me lo dijiste.

    —Bien, bien. Esperaremos a mañana para salir. Espero que estés lista para la salida.

Nada más decir eso la puerta de la enfermería se abrió, dejando ver a mis compañeros, todos estaban ahí. Mark , Vista y Livanni me observaban con grandes sonrisas en las caras, en cambio Liu. Liu me observaba con gesto serio y el ceño fruncido. No le gustaba lo que había pasado. Estaba enfadado porque Levi me había obligado a sobreesforzarme y por culpa de eso podría haberme matado contra el árbol. Pero, en el fondo, con quien más enfadado estaba, era consigo mismo. No hacía falta que me lo dijera, le conocía lo suficiente para saber qué le pasaba. Estaba enfadado, molesto, no había sido lo suficientemente rápido para llegar hasta mí y salvarme. En su lugar me había recogió el Capitán. Y también sabía como en silencio se echaba las culpas de que Levi me hubiera castigado. Quizás para otras personas la cara de Liu fuese normal y no demasiado expresiva, pero para mí, era como un libro abierto. Creía que era culpa suya porque no haberme prestado suficiente atención. Por no haberme convencido de entrar entre las diez primeras. Tanto el capitán como él compartían la misma opinión, la opinión de que yo era capaz, pero no había querido llegar.

Bajé el rostro, Liu tenía razón, pero ya no se podía hacer nada.

Shingeky no kyojin. El despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora