Chapter 34.

202 27 1
                                    

Habían pasado varios días desde que habíamos atrapado a Klaus. Con los ánimos por los suelos por el constante sonar de gritos, intentábamos hacer una vida normal dentro de la base. La desconfianza entre todos los soldados se había acrecentado, siendo realmente notable durante las comidas y ratos libres. Amigos que se habían conocido en el ejército, y de proveniencias distintas, habían dejado de hablar o apenas se veían. Nuestro grupo permanecía constantemente solo; y al único para el que el trato era mismo, era Liu.

Había demostrado ser un héroe, y por eso el respeto hacia su persona se había visto incrementado. Los altos mandos, nuestros líderes de grupo y otros soldados se dirigían a él con gran respeto y entusiasmo. Por mi parte estaba contenta por él, había enfrentado muchas adversidades. Nada más entrar le faltaba el medio brazo que yo misma le había cortado. Su entrada en el grupo de Klaus lo había alejado cada vez más del resto de soldados. La mayoría de veces que le habíamos visto se había escabullido de sus tareas para poder pasar un rato con nosotros. Además; su gesto, generalmente serio y algo agrio, no ayudaba a que la gente quisiese acercarse a conocerlo.

Levanté la mirada del suelo que estaba limpiando y eché una rápida miradita a mi compañero. Con el gesto fruncido frotaba con fuerza una mancha de composición indefinida. Llevábamos todo el día arreglando el comedor y la cocina, y por más que nos esforzásemos, el capitán nos obligaba a volver a limpiar todo. Hacía unas horas que los gritos no se escuchaban en el aire, pero nosotros no nos habíamos dado cuenta.

El Sol de la tarde se colaba cegador y dorado por la ventana, haciendo que la luz del ocaso se recortase con la silueta de Liu. En mi ensimismamiento yo no había caído en la cuenta de que había dejado de trabajar, y simplemente lo observaba. Y aunque yo no me diera cuenta, él sí lo hizo. Con el ceño aún fruncido dejó el paño a un lado y me miró a los ojos. Tardé un tiempo en darme cuenta de que me devolvía la mirada.

    —¿Vas a seguir ahí parada mirando cómo trabajo? —Parpadeé varias veces, sorprendida.

    —Ah. Lo siento, estoy cansada. —Él alzó las cejas, en un gesto de "Y a mi qué". Puse los ojos en blanco y volví al trabajo, sintiéndome molesta y avergonzada. Sentía como mi cara se volvía más y más roja, me sorprendió el hecho de sentir, de pronto y sin previo aviso, algo mojado y frío en la cara. Olía a jabón y lejía, y cuando alcé la vista para ver qué coño era, vi a Liu, con sus manos húmedas en mis mejillas.

    —Eres una palurda. —Acarició mi cara con sus pulgares, esparciendo el frío por ella. Se acercó, con una media sonrisa y me besó. No pude evitar sonreír en aquél beso, dejándome llevar por él y con él. Cuando se separó, levanté mis manos y la puse en su cara, imitándolo.

    —Tú sí que eres un palurdo. —Acaricié su pelo, y justo cuando iba a acercarme, para darle otro beso, unos pasos surcando el pasillos a toda velocidad nos hicieron dar un brinco y separarnos. Nos dio el tiempo justo a poner distancia entre nosotros y recoger los paños antes de que Hanji, con un gesto indescifrable, irrumpiese en el comedor al grito de:

    —¡Seguidme!

Obedecimos, y dejando todos el material de limpieza sobre el suelo, salimos deprisa. No nos atrevíamos a hablar, Hanji tenía algunas partes teñidas de rojo allá donde había caído la sangre de Klaus. La puerta de los calabozos se abrió, recorrimos el pasillo tan solo acompañados por el eco de nuestros pasos; finalmente llegamos a una celda, donde el olor a sangre y orina se hacía más fuerte y desagradable. Hanji abrió la puerta y nos hizo pasar para luego cerrar tras de sí.

Ambos la miramos, con gesto interrogante. En una silla, atado a ésta, estaba Klaus. La boca le sangraba y tenía la cara tan amoratada que apenas se le podía reconocer, simplemente sabíamos que era él porque nadie más estaba preso en la base. Detrás de él estaba Levi, se había quitado parte del uniforme, dejando a la vista una camisa blanca, ahora manchada de sangre.

    —Repite lo que nos acabas de decir. —La comandante habló en un tono serio y frío, casi rozando la crueldad. Klaus levantó la mirada, mirando directamente a Liu, que lo observaba impasible. No parecía que fuese a hablar, y cuando el silencio se hizo demasiado largo y tenso el capitán propinó un fuerte golpe en la mandíbula al ex jefe de grupo. Apenas gritó, estaba tan hinchado que no podía abrir la boca. Cerré los ojos, sintiendo como el brazo de Liu me ocultaba aquella escena bastante devastadora. No es que no supiese lo que llevaban días haciéndole. Pero una cosa era escucharlo, y otra distinta verlo.

    —Ah... Ah... —Comenzó a jadear, le costaba hablar, y a mi juicio lo impensable era que siguiese consciente en su estado—. E... Ésto que... Vosotros llamáis mundo, no es más que una jaula. No sois más que parte de un gran plan.

    —¿Por qué querías secuestrar a Liu? —La gélida voz del capitán se elevó en la celda.

    —Él es un experimento. Nosotros lo convertimos en lo que es. Ahora... Ahora no se acuerda; pero... dentro de su cerebro hay demasiados datos... —En este punto grandes lagrimones comenzaron a caer por su cara, dejando surcos sobre la sangre que lo cubría—. Si él recuerda... Sabe demasiado.

    —¿Qué es lo que sabe? —Klaus permaneció en silencio, mirando directamente a Liu a los ojos—. Dilo, ya estás condenado. Si no te matamos nosotros, te matarán ellos por delatarlos.

    —Ellos... Ellos tienen destinos peores... que la muerte. —Sonrió, haciendo que un escalofrío surcase mi espalda—. Sólo haré un cambio. —Hablaba directamente con Liu, ignorando por completo a la comandante y al capitán, el cual comenzaba a hacer un gesto cada vez más agrio—. Liu, mátame.

Permaneció en silencio, fijando la vista en lo que quedaba de su antiguo líder de grupo.

    —No tienes nada que quiera.

    —Oh... sí. Sí que lo tengo. —Su sonrisa se iba haciendo cada vez más y más repulsiva conforme hablaba—. Porque, ¿sabes quién es la siguiente en morir? —Un fino hilo de sangre cayó de su boca mientras hablaba. Poco a poco fue girando su cabeza, recorriendo la distancia que lo separaba de mi. El brazo de Liu se tensó a mi alrededor—. Ella.

    —Eso habrá que verlo.

    —Y lo verás —dijo devolviendo su atención por completo a mi compañero—. Si yo no muero, lo verás.

Shingeky no kyojin. El despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora