No era consciente del paso del tiempo, apenas traían comida a la celda y sospechaba que lo hacían de forma irregular. Creí que me volvería loca. El aire era sofocante, apenas se renovaba. La habitación era tan pequeña que tan sólo con el calor de mi propio cuerpo conseguía enranciarse el aire. No quería dormir demasiado. No me sentía segura durmiendo, temía que no me diese cuenta de que Hanji y Mark habían regresado a por mi.
Por otra parte tampoco me sentía cómoda para dormir sabiendo que en cualquier momento la Policía Militar podrías decidir qué hacer conmigo y matarme o entregarme al titán simio. El solo hecho de recordarlo me hacía sentir escalofríos y un sudor frío me recorría la espalda. Esa sensación de frío, tan horrible que comenzaba en el corazón y se extendía lentamente hacia el resto del cuerpo cuando el miedo te azotaba de repente.
Un sonido lejano y apenas perceptible me sacó de mis pensamientos. Era el repiqueteo de algo, como de una campana cuyo sonido quedaba amortiguado por los gruesos muros de piedra. Me acerqué al pequeño ventanuco con barrotes de la puerta de mi celda. Por el pasillo, y por los calabozos en general, no parecía que ocurriese nada. Pero aquél sonido seguía en su afán por llegar a mi. Algo dentro de mi me llamaba, me alertaba, hacía que todos los vellos de mi cuerpo se erizasen de terror.
Un golpe seco y después el estallido de la puerta del pasillo. De golpe, una manta de humo entró a presión por el hueco en el que antes había estado encajada la puerta. El olor a quemado, fuego y ceniza penetró pronto en todas las celdas, haciendo que el aire se hiciera denso y casi imposible de respirar. Alarmada corrí hasta el burruño de sábanas que era mi cama y rápidamente saqué el bulto con la máscara y las gafas. Justo acababa de colocarme las gafas cuando otro estallido me hizo saltar y el peso de varios trozos de madera me empujó hacia el suelo.
La puerta de mi celda había estallado en pedazos, y entre el polvo y las cenizas que se levantaban pude distinguir, gracias a las gafas, la figura de un hombre.
—¡Vamos! ¡Que nos come el fuego! —Fruncí el ceño. Estaba claro que era Mark, sólo a él se le habría ocurrido aquella chorrada de frase. Pronto comenzó a reírse de su propia ocurrencia mientras me ofrecía una mano a toda prisa para que saliésemos lo más rápido posible.
—¿Cuándo llegará el día en el que dejes de hacer el bobo en las misiones?
—Oh por favor. Si lo sé no vengo a por ti.
Me sacó de los calabozos, guiándome por el pasillo que parecía conocer perfectamente, hasta que por fin llegamos a un área más despejada donde el humo no era tan denso y sí se podía ver sin necesidad de gafas. Aún así por precaución no me las quité. Me llevó hasta una esquina, bastante apartada del pasillo principal. Oculto bajo unos sacos llenos de algo que ni me paré a averiguar qué era, había un equipo de maniobras 3D. Rápidamente me lo coloqué y mirando a Mark con ojos inquisitivos comencé a acosarlo a preguntas mientras volvíamos a ponernos en marcha.
—¿Por qué no nos hemos encontrado a nadie todavía? ¿No debería haber un montón de gente correteando por aquí para apagar el fuego?
—Oh, bueno. Digamos que ahora el fuego es el menor de sus problemas. Hanji está dirigiendo un ataque para desviar la atención.
—¿Dónde? —el sonido de unos pasos apresurados hizo que Mark me tirase contra una esquina, escondiéndonos en un recoveco cercano. Los soldados pasaron apresurados mientras maldecían. Me giré para mirar su cara justo cuando los pasos dejaron de sonar.
—Hanji ataca justo por el lado en el que ellos van.
—¿Cuántos días han pasado desde que vinisteis Hanji y tú? —Reemprendimos la marcha, asegurándonos esta vez de mirar antes de cruzar alguna esquina.
—Como tres o cuatro días. Nada más enterarnos de dónde estaba Liu.
—¿Le habéis visto? ¿Está bien? —Mark permaneció por un tiempo en silencio mientras avanzábamos por un estrecho pasillo. Abrió una gruesa puerta de madera y hierro colado.
—No lo hemos visto... Así que no te puedo decir si está bien o mal —recitó como un niño que repite la lección—. Pero suponemos que está vivo. Tiene más valor para ellos vivo que muerto.
Continuó su marcha, y yo como una autómata le seguí, apenas me fijaba en el camino que hacían mis pies, y estaba tan absorta que perdí la cuenta de los giros y las veces que nos habíamos tenido que ocultar de los soldados de la Policía Militar. No podía parar de pensar en cómo me encontraría Liu; y conforme más avanzábamos peores eran mis pensamientos. Lo que para mi parecieron dos horas de vueltas y vueltas al mismo tema, en realidad sólo fueron diez minutos de giros rápidos y ocultarnos de otros soldados.
Cuando regresé al mundo, me di cuenta de que estábamos en un calabozo, pero muy distinto de al que yo había estado. Era luminoso y amplio, varias huecos en la pared derivaban del pasillo principal y al fondo podía distinguir una especie de cristal enorme y azulado. Vi a Mark girar en uno de los pasillos afluentes y perdí el interés en aquél enorme cristal. Cuando pasé me sorprendió ver la celda en la que tenían a Liu. Era enorme, debía medir unos diez metros de ancho y otros diez de alto. La pared más cercana al corredor era una gruesa lámina de cristal. Toqué éste, impresionada por lo enorme que era.
—¿Qué coño es esto?
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Shingeky no kyojin. El despertar.
FanfictionLas Tropas de Reconocimiento bailan constantemente con la muerte. Pero, ¿cómo llevarían la existencia de los titanes personas que ni siquiera sabían que existían? Únete a Prot, Liu, Livanni, Vista y Mark en una aventura para descubrir la verdad tras...