Chapter 16.

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Eren y yo nos soltamos de nuestro abrazo, pudiendo así observar los rostros extrañados de las personas que nos rodeaban.

Tras unas breves presentaciones recogieron sus cosas y en cuestión de minutos estuvieron montados en sus caballos, con Hanji a la cabeza, dedicándome una enrome sonrisa y una ademán de adiós con la mano.

    —Prot... Espero que nos veamos... —La voz de Armin me sorprendió, pero le despedí con una sonrisa y un efusivo asentimiento de cabeza. Por supuesto que nos veríamos en las tropas de reconocimiento. Eso, ya estaba decidido.

Abandonaron el campamento de las tropas de reclutas a galope ligero, dejando una larga estela de polvo blanco tras ellos, mientras para mis adentros rezaba, a quién quiera que estuviese ahí para escucharlo, que llegaran a casa bien y los mantuviera a salvo hasta que nosotros pudiésemos decidir en qué tropa estaríamos.

Pronto, el recuerdo de mi amiga tirada en la cama, con la mirada fija en el infinito me sacudió con fuerza. Volví a la habitación y ahí estaba Vista, tal y como la habíamos dejado. Seguía en la cama, con la mirada fija en un punto inexistente y el cuerpo encogido, pudiendo así abrazar sus propias rodillas.

    —Vista... —la llamé, pero no hubo respuesta. Sus ojos reflejaban el horror que había vivido. No estaba así por las numerosas muertes que había presenciado en Karanese, si no porque esas muertes, le habían recordado una situación todavía más trágica. Estaba sola. Su familia había muerto y aquí estaba ella, encerrada en una habitación cochambrosa, tumbada sobre una cama aún más cochambrosa, con los desafortunados recuerdos de sus compañeros, su única familia ahora, muertos. Asesinados por esas bestias, devorados hasta la más mínima parte de ellos y lo peor de todo, es que no lo lográbamos comprender.

    —Vista, responde. —La voz de Liu sonó dulce y preocupada a mis espaldas.

Pero la chica no reaccionó.

    —Vista, vamos, tienes que levantarte, hay cosas que hacer.

Intenté levantarla, pero no pude. Su cuerpo estaba sin fuerza, sin energías para siquiera levantarse o incorporarse.

    —Dejadme sola.

    —¿Qué?

    —Fuera. Dejadme sola.

Con la cabeza baja, y la preocupación que crecía por momentos, nos fuimos. Nada podíamos hacer por ella, nada a parte de esperarla. Salimos de la habitación, y fuimos hasta la enfermería de nuevo, donde Liu me depositó con cuidado.

    —¿Crees que estará bien?

Miré a los ojos a Liu, sus preciosos ojos azules se teñían poco a poco por una gran sombra de tristeza.

    —No está bien. Pero lo estará, no te preocupes Liu.

    —Bueno... es que se la veía muy mal.

    —No te preocupes. Se le pasará, a todos se nos pasará. ¿Qué pasa? ¿Te gusta Vista? —bromeé.

Liu levantó rápidamente la vista, clavando sus ojos en los míos.

    —No —dijo de forma seca.

    —¿No? ¿Entonces por qué estás tan pesado con ella? Se le pasará. Solo necesita dormir un poco y vernos sonreír. 

    —Eres realmente idiota.

    —¿Yo? ¿Por qué?

Con una sonrisa malvada me acerqué a él, haciendo que nuestros rostros quedaran apena milímetros el uno del otro. Desde hacía bastante tiempo había notado que cuando estaba demasiado cerca de él, Liu se sonrojaba. También había notado que le ocurría eso mismo cuando Livanni y Vista corrían. Ante el bamboleo de sus pechos muchos chicos quedaban hipnotizados, y Liu no era una excepción. En algunos momentos creía que sus caras estaban tan rojas,  que sería perfectamente posible que les comenzara a sangrar la nariz, pero eso nunca pasaba.

Shingeky no kyojin. El despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora