Chapter 19.

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A la mañana siguiente comenzamos el viaje hasta la base de las Tropas de Reconocimiento. El camino se me hizo largo y tortuoso. El vaivén del caballo hería cada rozadura y magulladura de mi cuerpo. Resultó un viaje, que si bien para una persona en buena condición física no era demasiado cansado, para mí fue agotador. Llegué a la base completamente exhausta, pero por puro orgullo no di señal alguna de cansancio. Constantemente me sentía observada, si no era por Levi, que con sus fríos ojos grises me miraba serio. Era Liu que me miraba atento, esperado que cayese del caballo o atento a cualquier movimiento extraño por mi parte. Me sentía como un preso, con dos guardianes pendientes de mí constantemente. De vez en cuando encontraba la mirada divertida de Hanji que cada vez que encontrábamos nuestros ojos se volvía con una pequeña risa en los labios.

La base era como un castillo de aspecto medieval. Hecho de roca y con un gran bosque rodeándolo. Dentro algunas personas trabajaban. Entramos al patio, que estaba justo antes del acceso al edificio. En él, a un lado, estaba una especie de almacén, donde se guardaban los equipos de maniobras y distintas máquinas que, suponía, en algún momento nos serían de utilidad. Al otro lado del patio estaban los establos, que se llenaron rápidamente con nuestros caballos. Seguimos andando y entramos por fin al edificio. Aún siendo de roca, no nos protegía mucho del increíble calor que hacía fuera. Tras los gruesos muros de piedra el calor de los soldados se almacenaban con facilidad, cosa que en principio me pareció completamente ilógica.

Nos reunieron a todos en lo que parecía el comedor, a cada uno nos dieron unas mudas limpias del uniforme y nos guiaron hasta nuestros correspondientes dormitorios. Los dormitorios constaban de una pieza en la que, por lo general, había dos o tres camas, con sus correspondientes armarios. Nos fueron asignando uno a uno, y los chicos fuero rápidamente despachados. Llegó el turno de la chicas. Una a una nos fueron uniendo a otros cuartos. En las habitaciones en las que sólo había una o dos personas, rápidamente nosotras ocupábamos el puesto vacante. Terminaron de distribuirnos hasta que quedé yo sola.

    —Creo que tendrás suerte —dijo Hanji sonriente—. No quedan más vacantes, pero sí que hay más habitaciones.

Paró en frente de una habitación y al abrirla todas las camas estaban vacías. Giré a mirar a ambos. Hanji sonreía radiante, sin embargo Levi parecía muy molesto, más de lo habitual. Entré en la habitación y dejé mi mochila encima de la cama.

    —Tienes sábanas en el armario, acomódate y cuando estés lista baja al comedor.

Asentí y realicé el saludo ante mis superiores. Cuando cerraron la puerta comencé a hacer la cama. La habitación era exactamente igual que las otras que había visto, únicamente se diferenciaba en que ésta, estaba vacía. La perspectiva de dormir sola, me atraía y repelía al mismo tiempo. Era agradable pensar que podría dormir sin escuchar ronquidos o llantos. Pero era muy frustrante que mis propios llantos no serían escuchados y que nadie se levantaría de la cama a abrazarme, como tantas veces había pasado con mis compañeras. Las pesadillas nos afectaban a todas, ni una sola persona se salvaba. Los terrores nocturnos, los recuerdos escalofriantes de ver caer a nuestros compañeros y familiares, nos atosigaban con cada caída del sol. La noche en sí no era terrorífica. Lo que realmente era terrorífico, eran los miedos y recuerdos que la oscuridad y la falta de cosas que hacer nos hacían recordar.

Sacudí esos pensamientos de mi cabeza y salí hacia el comedor. Allí estaban mis compañeros, reunidos en un pequeño grupo en el que, aún tímidos con los soldados, no eran capaces de acercarse. Entre ellos no estaba Liu. Él estaba entre los miembros del equipo de Klaus, un recién nombrado líder de grupo, aunque apenas hablase con el resto de compañeros del escuadrón de Klaus. Levantó la vista y me vio, una ligera sonrisa se posó en sus labios y caminó hasta a mí, dejando con la palabra en la boca a un muchacho que estaba a punto de hablarle. Vino hasta mí con pasos largos y decididos, casi sin saludar o preguntar qué tal estaba yo me acosó a preguntas.

    —¿Dónde duermes? ¿Con quién duermes? ¿Cómo son?

Abrí los ojos sobremanera, sorprendida por sus preguntas. No sabía a cuál debía responder primero y tampoco entendía por qué tenía el ceño fruncido y los brazos cruzados como si estuviera molesto.

    —Duermo sola.

Asintió y se giró, esperando que le siguiera.

    —Luego me enseñarás dónde está tu habitación. —Dios a veces era un grano en el culo, pero le quería demasiado. Era mi grano en el culo.

Le seguí hasta el comedor, que estaba vacío. Al vernos entrar los soldados del equipo de Levi comenzaron a entrar también. Alguien chocó contra mi hombro, y al girarme pude ver los brillantes ojos de Armin. Mi estómago dio un bote e instintivamente sonreí.

    —H-Hola. —Las mejillas de Armin comenzaron a tomar un color rosado y una sonrisa nerviosa afloró a su rostro.

    —Hola, Armin.

Al escucharme Liu se giró de forma brusca y miró de arriba a abajo al muchacho. Con un resoplido siguió caminando, en busca de una mesa. Finalmente nos sentamos junto a los compañeros de su escuadrón. Las mesa estaba abarrotada, tanto de platos como de personas. En el aire había una conversación constante, los murmullos eran interrumpidos de vez en cuando con voces algo más altas y risas muy ocasionales. La comida, como en la Legión de Reclutas, era insípida y a veces hasta incomible.

Rápidamente todos los compañeros de Armin fueron presentados, a parte de los que ya conocíamos, que si bien no sabíamos sus nombres, sí que conocíamos sus caras. A Eren ya le conocía, al igual que a Sasah, aunque no nos hubieran presentado formalmente. Conocimos también a una chica de rasgos orientales, Mikasa, que yo había visto anteriormente en el campamento cuando aparecieron los titanes. Otra chica, de cabellos rubios y unos preciosos ojos azules, llamada Historia y dos chicos, Jean y Connie. Todos ellos conformaban el escuadrón de Levi. Una tropa variopinta bajo las órdenes de lo que denominaban, el soldado más fuerte de la humanidad.

La comida transcurrió rápida y pronto nuestros platos vacíos y el cansancio acumulado por el viaje hicieron que nos arrastráramos hasta nuestra habitaciones. Liu me acompañó hasta la mía, intentando memorizar el camino hasta ella, cosa que me resultaba perturbadora.

    —¿Podrás dormir sola?

    —Supongo que sí —le miré algo desconcertada. No quería dormir sola, la idea me aterraba, pero no podía decírselo. Forcé una sonrisa y no tuvo otra que creerme.

Se fue y me dejó sola, apoyé la mano en el picaporte de la puerta, lo apreté y respiré hondo, preparándome para lo que parecía una noches llena de miedos y pesadillas.

Shingeky no kyojin. El despertar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora