Desde que tengo memoria me han enseñado que no debo quedarme en donde no me quieren o no soy bienvenida... Aplica para todo: amigos, familia. No ser un estorbo, no importunar. Y eso estoy haciendo ahora. Ya no quiero incomodar cuando sé que mi presencia solo causa molestia.
El llanto aún no cesa, ahora es pausado e intento no hacer mucho ruido mientras recojo lo más esencial y lo guardo en las dos maletas abiertas que tengo en el suelo. Me parte el corazón porque siento que estoy dejando una parte de mí en todas las paredes y pasillos que conforman esta casa, pero también entiendo sus reacciones y enojo.
Que tu hija de dieciséis años te diga que está embarazada no es un motivo de celebración como para que recibas palmadas en la espalda. Soy consciente que este problema no es de ellos, es mío; y debo correr con las consecuencias me guste o no. Aceptaré que no me quieran ver, que renieguen de mi presencia y que sea una vergüenza para la familia. Es decir, no me merezco menos.
Ahora más que nunca debo buscar soluciones, el famoso «plan b» o cómo quieras llamarlo.
Recuerdo que en una ocasión mi abuela paterna me dijo: «abandonar tu hogar nunca será sencillo. Crecer prematuramente no lo es, y cargar con responsabilidades con las cuales no estás preparada se convierte en todo un reto». Bien, abuela, tus palabras ahora tienen mucho sentido para mí.
Ojeo el reloj en mi mesita de noche. Son las 7:47 de la noche ¿A dónde puedo ir a esta hora? Estiro la mano y tomo la pequeña cajita donde tengo guardados mis ahorros de trabajos de verano y mesadas. Creo que será suficiente por unos días. Evidentemente necesito conseguir un empleo, así sea de medio tiempo para que mis clases no se vean afectadas. Me incorporo frunciendo el ceño, ¿Ellos seguirán pagando mi educación o también debo hacerme responsable de eso yo misma? Gruño, frotándome los párpados con más fuerza de la necesaria.
Media hora después, cierro la maleta y me pongo de pie. Cuelgo la mochila en mi hombro y avanzo hacia la puerta. Antes de salir analizo mi habitación con nostalgia. Respiro hondo porque creo que ya he agotado mi reserva de llanto en los últimos días. Llorar no va a solucionar mis problemas y la autocompasión no será de ayuda para esta travesía. Apago la luz y cierro la puerta detrás de mí.
A medida que bajo las escaleras con cuidado, puedo escuchar la discusión que tienen mis padres. Supongo que por más que quiera ser cautelosa y pasar desapercibido, ellos perciben mi presencia porque sus voces cesan y segundos después los veo apareciendo en el pasillo. Trago saliva, sintiendo el nudo en mi garganta. Bajo la cabeza por la vergüenza que me causa el ser el foco de sus miradas de reproche y decepción. Sigo con mi camino hacia la puerta.
Una parte de mi quiere que me detenga, clama a gritos que no me dejen ir y que me abracen muy fuerte entre amos; que me aseguren que todo va a estar bien. Pero no recibo nada: ni palabras de aliento y mucho menos que detengan mi salida.
—Espero no volver a verte en lo que me resta de vida — escucho decir a mi mamá. Mi labio inferior tiembla — No quiero ver en la persona que se ha convertido la que creía que era mi pequeña hija — se acerca y enderezo mi espalda. De repente, siento el golpe que me da en el hombro, luego de ese vienen muchos más. Y no me veo capaz de detenerla, solo lloro en silencio — ¡No quiero verte! ¡Quiero que te vayas lo más lejos! Tu nombre es sinónimo de vergüenza para mí.
—Basta — papá la aleja de mí — Deja que se vaya de una vez por todas.
Sorbo por mi nariz, limpiando mis mejillas.
Abro la puerta y no me giro. No los veo por última vez porque quiero conservar la imagen que tengo de ambos de los días anteriores. Cuando cierro detrás de mí es como si miles de cuchillos se clavaran por todo mi cuerpo. El peso de mis pasos me impide caminar con rapidez. Tampoco observo la fachada de mi casa, solo me voy sin mirar atrás.
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Aprendiendo De Ti © EDITANDO [Saga AENY libro #1]
Novela JuvenilLibro #1 de la saga Amores en New York «Te quiero porque apesar de no haber visto tu rostro, revolucionas mi mundo y me llenas de dudas; porque llegaste de improvisto y me sorprendiste pero ahora no concibo una vida sin ti. Y aunque tengo miedo de f...