Al día siguiente mi humor no es el mejor que digamos. Añadámosle que las náuseas deciden aparecer justamente hoy. Así que cuando termino de dejar lo que comí la noche anterior en el retrete, cepillo mis dientes y lavo mi rostro. Mi reflejo es horrible: ojos hinchados, tez pálida y labios secos. Esta no soy yo, mi yo normal es usualmente mucho mejor.
Bajo a la cocina con cara de todos los males habidos y por haber. Lo que menos me apetece en estos momentos es comer con el estómago revuelto. Al entrar lo primero que se cuela en mis fosas nasales es el olor a café recién hecho y las deliciosas tostadas francesas que hace mi mamá. Pero para mi mala suerte (como todo últimamente) el estómago me da un vuelco, por favor no, todo menos las tostadas de mamá. ¿Por qué no me puede poner mal la lechuga o la coliflor?
Me siento en el taburete de la isla conteniendo las ganas de ir al baño a vomitar de una vez. Mamá voltea y me sonríe, lleva su cabello negro recogido en una coleta alta.
—Buenos días, Melodía — saluda alegremente.
Me rio ante aquel tonto apodo que me ha perseguido desde que era niña. Una vez le pregunté el porqué de mi nombre, a lo que me ella contestó que fue por la hija de la sirenita. Y el apodo salió a la luz porque antes estaba en clases de música.
—Buenos días, mamá — respondo, tratando de disimular mi malestar sonriendo y de no pensar en las tostadas que al segundo pone frente a mí con huevos revueltos y zumo de naranja.
¡Ayuda! Me estoy muriendo por aquí.
Picoteo por aquí y por allá. Al final solo me bebo el zumo y a duras penas porque mi estómago se resiste y sé que todo es obra de el odioso alíen que está en mi interior, hoy no me apetece decirle «gomita». Maldigo en silencio; si mis padres me oyeran, me lavaran la boca con agua bendita. Las palabras que se me ocurren no son precisamente las más lindas.
Sí, soy bastante odiosa cuando mi salud no es muy buena.
Mamá se percata de mi plato que está entero al momento que planeo huir de la cocina y ocultarme en mi habitación. Se acerca preocupada a mí.
— ¿Qué tienes, eh? — toca mi frente y toda mi rostro con su mano— ¿Te estás enfermando, cariño? ¿Quieres ir al doctor?
— ¡No!— respondo exaltada, ella me mira frunciendo el ceño — Es decir, no es necesario, mamá. Solo me duele el estómago.
— ¿Segura, Melodía?— insiste en tono meloso.
—Sí, mamá. Segura.
Ella asiente, sé que no me cree del todo pero lo acepta a duras penas.
Como hoy no me apetece esperar a Eric, mi hermano. Tomó mis cosas y salgo de casa para ir a la escuela.
De nuevo mi mente es atormentada con imágenes de un pequeño bebé en brazos de su padre y yo a su lado viéndolos con una enorme sonrisa. Sacudo la cabeza porque eso es ridículo, no puedo imaginarme un futuro así. Ayer todo era color rosa pero hoy el arcoiris se ocultó, dándole paso a la tormenta que no quería que se hiciera presente.
Y tan solo pensarlo mi estómago se revuelve por milésima vez en el día.
No había pensado en él y tampoco quiero hacerlo ya que no sé qué haré cuando lo vea. Incluso al pasar por el parque donde inicio nuestra "relación" y lo pienso así porque: No ocultas a las personas tu relación con esa persona, y él lo hizo conmigo. Cometí el error de entregarle mi cuerpo a él por primera vez, en aquel entonces si lo disfruté bastante y le quiero, aunque suene ridículo, lo hago, pero dados a este punto, no quiero tenerlo cerca de mí. Por su culpa estoy en esta situación por supuesto no toda la culpa recae en él, yo también la tengo por no ser responsable y confiar en él al momento que dijo "Hágamoslo, me saldré antes de acabar". Esa es una enorme mentira - con las letras en mayúscula -, los chicos no dejarán de pensar en su placer, estarán tan inspirados en correrse que ni siquiera se dan cuenta que sus espermatozoides pueden escaparse y llegar al óvulo. Malditos mentirosos.
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Aprendiendo De Ti © EDITANDO [Saga AENY libro #1]
Genç KurguLibro #1 de la saga Amores en New York «Te quiero porque apesar de no haber visto tu rostro, revolucionas mi mundo y me llenas de dudas; porque llegaste de improvisto y me sorprendiste pero ahora no concibo una vida sin ti. Y aunque tengo miedo de f...