#19 Escoria

2.3K 123 15
                                    

Amelia estaba frente a mí con un rostro lleno de veneno y creo que de sed de venganza, yo temblaba por dentro pero preferí poner un rostro desafiante y encarar a la tipa que me prefiere muerta antes de verme pululando alrededor de Francisco.

Mierda, estoy desafiando a una loca.

-Creí que tenías prohibida la entrada al Hogar, Amelia- Pronuncié -¿Qué haces aquí?- Pregunté con arrogancia.

-Lástima que tus palabras no me hagan ni cosquillas, Rebecca- Respondió -Y gracias a Dios que yo no necesito tu autorización para entrar a donde se me plazca ir.

Miré a Amelia entrecerrando los ojos, ella en cambio no me prestaba atención, al parecer sus uñas estaban más interesantes que prestarme atención y por un lado es frustrante, digo, se suponía que estábamos discutiendo.

Se suponía.

-Amelia, ya puedes pasar- Decía Francisco mientras abría la puerta de su habitación y daba la vuelta, sus ojos avellanas se encontraron con mis ojos grises, él se exaltó un poco y yo rodé los ojos y entré a mi dormitorio.

Segundos después, Francisco aporreaba mi puerta.

-Becca abre la puerta- Pedía mientras forzaba la cerradura.

-No me molestes por favor, ¿No esta aquí Amelia? ¡Vete con ella!-Dije molesta.

-Agh Becca, abre la maldita puerta, debemos hablar- Me levanté de mi cama y abrí la puerta causando que Francisco casi caiga.

-Te hice saber que no quería ver a Amelia en toda mi maldita vida pero parece que mis palabras o se las lleva el viento o valen mierda para ti así que mejor da media vuelta, ve a atender a tuinvitada y a mí déjame tranquila, no quiero ver a Amelia, no la quiero cerca de mí ni mucho menos quiero tener algún tipo de contacto con ella, ¿Esta entendido?- Dije con el rostro sonrojado por el enojo.

-¿Sabes? Tampoco eres el centro del mundo, Rebecca- Respondió y se alejo de mi a paso rápido.

-¡No seré el maldito centro del mundo pero ella tampoco es la santa que aparenta ser, maldita escoria!- Grité, luego entré a mi habitación y cerré o más bien, aventé la puerta y esta sonó muy fuerte al cerrarse.

Escuchaba los pasos de Francisco cerca de mi dormitorio, otra vez. Di dos pasos largos para llegar a la puerta y ponerle seguro pero fue demasiado tarde, al llegar, Francisco abrió la puerta tan fuerte que me golpeó el rostro con ella y me mandó hacia atrás, haciendo que me golpee el craneo con la pared, sentía como un hilillo de sangre bajaba por mi nariz y otro hilillo por la parte de atrás de mi cabeza, todo me daba vueltas y la cabeza me punzaba pero eso no me detuvo y me paré firmemente esperando que Francisco ingrese a mi habitación.

-Quizás yo sea una maldita escoria pero dalo por hecho Rebecca Black- Ingresó a la habitación y se calló al no verme, empezó a girar su cuerpo y me vio tambaleandome y con sangre manchando mi ropa -¿¡Qué te pasó!?- Sus ojos se abrieron tanto que parecia que pronto saldrian de sus cuencos.

-Me golpeaste con la puerta, idiota- Empecé a sentir el cuerpo pesado, me costaba mantenerme en pie, caminé lentamente hacia la pared y me recoste, lentamente empecé a descender hasta quedar sentada en el suelo de mi habitación.

Desde que llegué a este lugar vivo aporreando mi cuerpo, osea, ya me doble un pie, me tiraron escaleras abajo y ahora fui golpeada con una puerta y todo esto en menos de tres meses.

Que lindo.

-¿Por que siempre te accidentas por mi culpa?- Murmuró Francisco, yo ya estaba mas ida que cuerda, me sentía agotada, los parpados los tenía muy pesados, los ojos lentamente se me empezaron a cerrar hasta que la figura de aquel hombre que me descolocaba se nubló hasta desaparecer.

Apostando mi virginidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora