#18 ¿Y Marina que hace aquí?

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Habían tocado el timbre de la puerta principal, el timbre era tocado con mucha insistencia y al parecer nadie quería atender al desesperado que lo hacía. Recién estaba despertando así que no estaba de ánimos para bajar a abrirle al desadaptado que estaba afuera con ganas de entrar al Hogar, pero como siempre el buen corazón me podía más que la resistencia.

Me levanté de mi cama y busqué las pantuflas, estas tenían una cabeza de calavera y eran negras, me gustaban mucho y aparte estaban de promoción, las promociones son muy convenientes cuando algo es muy bonito.

Abrí la puerta de mi habitación y salí al rescate del idiota que tocaba el timbre.

Bajé las escaleras y llegué a la entrada, abrí la dichosa puerta para darle paso al baboso que estaba detras de ella y casi vuelvo a cerrársela en su rostro por la sorpresa.

-¿Y tú que haces aquí?- Pregunté con voz chillona a la queridísima Marina.

Nótese el sarcasmo.

-Hola a ti también Becca- Respondió Marina con sus manos entrelazadas y posadas sobre su bolso negro, el cual lo llevaba cruzado desde su hombro izquierdo y terminaba en la parte frontal de su pierna derecha.

-No necesito preguntarlo dos veces- Pronuncié con voz aburrida posando el peso de mi cuerpo en una pierna.

-No necesito oír la pregunta dos veces- Devolvió Marina, sus ojos se veían azules por la luz del sol -Rafael me invitó a venir y no preguntes el "¿por qué?"-Dijo enfatizqndo el "por qué" y haciéndole comillas con sus dedos -Tampoco lo sé, ese hombre jamás fue normal- Enfocó su mirada hacia mi vestimenta -Linda pijama.

-Gracias- Respondí -No me diste tiempo a cambiarme, parecías desesperada por entrar.

-Estaba asustada, creí que no había nadie y que venía en vano.

-Comprendo- Respondí -Cómo sea, si deseas pasa y espéralo en su oficina, ya debe bajar.

-Gracias- Dijo Marina y entró al Hogar.

Mi hermana vestía un jeans de tela oscura, una camisa roja de tiras finas y un buzo por encima de la camisa, se veía normal y corriente, no era la glamurosa Marina, era una sencilla Marina que venía como si nada a un lugar en el cual yo estaba presente y eso era algo difícil de creer, no nos gusta estar en el mismo lugar en el que alguna de las dos hayamos llegado.

De verdad que yo era rara y no me sabía explicar.

Marina caminó hacia la oficina de Rafael, al parecer si se conoce todos los espacios de este enorme Hogar, yo aún me pierdo hasta para ir al baño.

Llegó a la oficina y tocó la puerta, yo como gran tonta estaba detrás de ella siguiendola quien sabe por qué.

Rafael abrió la puerta de su despacho y vi un deje de sorpresa al vernos a las dos, ésto se tornaba bizarro.

-¿Las dos juntas y sin pelear?- Dijo extrañado -¿Acaso estamos en el Apocalipsis y no me he enterado? Digo sólo llevo dos horas encerrado acá.

-Exagerado- Pronuncié -Tranquilo que no han llegado ni los zombies ni el apocalipsis, sólo le abrí la puerta de entrada ya que nadie se dignaba a hacerlo- Terminé de decir, luego di la vuelta para irme pero Rafael me detuvo.

-Debemos hablar.

-Luego, ahora tengo sueño- Respondí restregando mi puño en mi ojo derecho.

-Debe hacer ahora- Sentenció Rafael.

Miré a mi hermana con cara de pocos amigos y respondí: -Ya sabía que tu visita no traería algo bueno, ¿que hiciste ahora, Marina?

-Acá lo mas importante no es saber si hice o no hice algo- Respondió Marina -Quiero que Graciela se regrese a Miami.

Apostando mi virginidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora