-Becca ya háblame- Era la insistente voz de Verónica recorriendo el pasillo detrás de mí.
Ella, Aurora y mis hermanas me habían perseguido toda la semana pidiéndome disculpas por no haberme llevado a la mañana de diversión del domingo junto a los chicos del Hogar.
Estaba mucho más que resentida, me sentía traicionada y vendida al mejor postor.
-Me gustaría que me dejes tranquila por favor- Le pido de favor y ella se detiene abruptamente.
-Becca, a mí sólo me dijeron vamos, cuando llegué al parque no estabas y fui la más insistente en saber porqué no estabas, ellos sólo me decían que no pasaba nada, hasta que Daniel se rindió y me comentó que Amelia los convenció de no llevarte para que "no te comportaras como cuando hicimos el picnic"- Lo último lo dijo haciendo unas comillas con sus dedos.
-¡Qué Amelia que!- Exclamé prestándole más atención a sus palabras -Esa maldita desgraciada, se las estoy acumulando.
-Lo siento- Volvió a disculparse.
La verdad, no podía verla con rostro de culpable, Verónica ante mis ojos era el ser más humilde que conocía.
A Verónica la quiero así tal cual es.
-A veces no entiendo porqué no me puedo enojar contigo- Digo y luego la abrazo -Amelia es una perra.
-Sólo quiere llamar la atención- Verónica me corrige -Solamente no la tomes en cuenta.
-No es cuestión de no tomarla en cuenta, ¡Ella solita se hace tomar en cuenta!- Exclamo al borde de la frustración, me enoja y me molesta lo perra que puede llegar a ser y luego por qué Becca se comporta como diva -A donde yo vaya, ella está presente guindándose del cuello de Francisco como koala y quiere que todos sepan que está ahí, con personas así no puedo lidiar.
-Quizás lo hace inconscientemente- La defiende Verónica -Quizás la criaron así y por eso ella demuestra ese lado tan molesto de ella.
-No me importa si la criaron como hija de Madonna o como hermana de las Kardashian- Digo restándole importancia -Yo sólo quiero que me deje tranquila- La campana suena dando por iniciada la primera hora de clases -Vamos a clases.
* * * * * * * * * *
Hoy había decidido no irme en el transporte escolar, decidí caminar pero no quería ir al Hogar, no quería ir a ver a mi padre porque sería en vano porque nunca está, mi madre me odia y su depresión es tan palpable en el ambiente que se puede absorber, no me iba a la casa (casi mansión, Dios, su casa es un delirio) de Verónica porque se iba a encontrar con Daniel en yo no sé dónde y finalmente no iba a casa de Aurora porque aún no le hablo, anda medio hosca conmigo y debería ser yo la resentida así que sólo me quedaba un lugar al cual ir.
El Orfanato.
Al pensarlo se me formó una sonrisa enorme de felicidad.
De verdad que amo a esos niños.
Empecé a caminar a paso apresurado porque era un trayecto de como una hora a pie, aún me pregunto porque vivimos y estudio al otro lado del mundo, casi todo me queda lejos.
Maldito Rafael y sus ganas de tener una casa grande para acoger a los jóvenes.
Puto.
Llevaba media hora de caminata y ya mis pobres pies pedían un descanso, me estaban matando, divisé una heladería e ingresé, revisé mis bolsillos y tenía un billete de veinte dólares en uno de estos, hice la cola para pedir el helado mientras veía el muestrario de helados.
-Buenas- Le digo a la persona que me atendía -Un helado con dos bolas de oreo.
-Son cuatro dólares- Me indica el cajero, entrego mi billete y él me mira detenidamente -Eres muy bonita, ¿Cómo te llamas?- El chico me entrega el cambio y me mira expectante, él espera mi respuesta.
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Apostando mi virginidad
Teen FictionBecca, Una adolescente de 16 años es enviada a un retiro de su colegio, junto a su hermana Marina y su mejor amiga Aurora. Todo va bien hasta que en el retiro, Rafael Hamilton, organizador de todo empieza a dar la charla con un tema del desagrado de...