Capitulo 15

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Llegamos al Post Ranch Inn justo después de las seis de la tarde, después de volar por la sinuosa carretera de los acantilados de Big Sur, con Zayn tomando las curvas como si fuera un piloto de Fórmula 1. Yo ya llevaba un rato mareada, pero no dije nada para no borrar la expresión de felicidad de su cara.

Hace una hora llamé a Davey para saber qué pasa con Liam. Está en pleno vuelo, según parece, aunque para cuando su avión aterrice en Los Ángeles, ya se habrá hecho tarde para salir hacia Big Sur. Davey me ha prometido que emprenderán viaje a primera hora del día siguiente.

Tenemos mesa para cenar a las ocho, así que decidimos instalarnos en nuestras habitaciones. Nos montamos en un vehículo hidroeléctrico, conducido por un empleado del hotel, y tras subir una colina y girar en una curva, se despliega ante nosotros un paisaje sobrecogedor. Estamos en lo más alto de un acantilado con vistas al océano. Detrás de nosotros, a lo lejos, las montañas y, en medio, verdes praderas y frondosos bosques. Me alegro de haber venido.

Casi no se ven las casas con vistas al océano, donde se van a alojar Zayn y Liam, porque sus tejados curvos están cubiertos por una suave alfombra de hierba y flores silvestres. Espero mientras Zayn y su equipaje se pierden en el interior, luego llega mi turno.

Estoy en una cabaña en un árbol situada justo al otro lado del camino. Es una estructura triangular de madera construida sobre pilares bajo un grupo de viejos árboles. Yo tengo vistas del bosque, y son espectaculares.

Sigo al empleado del hotel escaleras arriba y después por una pasarela de madera hasta la casa. Me dice que llenan la nevera a diario y que todo está incluido en el precio, así que en cuanto se va, ese es el primer sitio donde miro. Queso de cabra, galletitas saladas, patatas fritas, nueces, chocolate... Oh, y vino. Abro una botella y me sirvo un vaso de vino blanco antes de echar un vistazo al resto de la habitación. Lo primero es lo primero.

La cama es muy alta y parece cómoda; a través de la ventana que hay en el techo puedo ver unas ramas cubiertas de musgo. Hay una chimenea aprovisionada con leña, lista para encender en cualquier momento, y una especie de mirador con vistas a los verdes árboles jaspeados y a las lejanas montañas. Al otro lado de la cabaña hay un cuarto de baño, con un gran jacuzzi también con vistas a las montañas. No sé cuánto faltará para la puesta de sol, así que decido dar un paseo con mi copa de vino y disfrutar del atardecer.

Salgo de la cabaña armada con la copa y la botella y giro a la derecha, para caminar por el sendero. A mi izquierda y varios metros más abajo, está el océano. Distingo una piscina al borde del acantilado. Está llena a rebosar de agua caliente y no puedo contener mi alegría ante la idea de probarla mañana. Este es, de lejos, el lugar más bonito en el que he estado nunca.

Un par de personas chapotean en la piscina, y a la izquierda hay un banco de madera. Me acerco a él y me siento.

El sol de la tarde todavía brilla con tanta fuerza que tiñe el mar de blanco. Me siento como si estuviera en un avión, mirando lo que hay bajo las nubes de algodón, o en la Antártida, ante kilómetros y kilómetros de llanuras heladas que se extienden hasta el horizonte.

—Yo he tenido la misma idea —dice una voz familiar a mi espalda. Me doy la vuelta y veo a Zayn con una botella de vino tinto en una mano y una copa medio vacía en la otra. Alzo mi botella de vino blanco.

Zayn Be GoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora