Deseo: A ese Chico

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La tenue y escurridiza luz se deslizaba a través de las gruesas cortinas purpureas finalizando su errático recorrido en mi rostro. Tenía un amargo sabor en la boca y el dolor de mis ojos me impulsaba a sacarlos de cuajo para estar más tranquilo. <<Mierda>> pensé antes de cubrirme con la almohada y girarme completamente en la cama.

Al girarme, un leve gemido me hizo abrir los ojos de golpe para encontrarme con la visión de un chico delgado y de cabello corto totalmente desnudo en mi regazo, una leve sonrisa invadió mi rostro y mientras me levantaba cuidadosamente le cubrí con la sabana para que el frio no le hiciese daño, para finalmente emprender mi rutina de cada mañana.

Dirigí una última mirada al chico recostado en aquella habitación y baje las escaleras rápidamente deshaciéndome de toda imagen mental en el camino. Había elegido a aquel chico entre un montón de jóvenes bien parecidos en un bar y aunque me negara rotundamente a aceptarlo, mi elección había estado condicionada, la verdad es que no había podido sacarme de la cabeza al chico engreído del Instituto y el gran parecido que el joven del bar guardaba con el susodicho me había motivado a elegirlo.

Quisiera antes que todo dejar algo en claro: No estoy enamorado, aquel joven de ojo rasgados me genera: atracción, un deseo intenso de poseerlo, pero solo eso; nada distinto a lo que me sucede todas las noches, la consigna es sencilla: ¿Lo quiero? Lo obtengo, punto final.

Es un ejercicio interesante y ¿Por qué negarlo? Placentero, la caza de una presa como muchos estarán de acuerdo es algo bastante fascinante, pero en ocasiones, la caza es más placentera que su recompensa, generalmente te topas con presas formidables, de vez en cuando con otras decepcionantes.

Las cosas como son: ¿Qué no me lo saco de la cabeza? Es verdad ¿Esto es un problema? No en realidad, en pocos días seré yo el que no salga de su mente, eso lo prometo ¿Por qué? Porque soy Samuel De Luque, no existe otra razón.

Pero desvarió, aquella mañana llegué a la Academia bastante temprano, al final resultó que uno de mis viejos amigos también estudiaba en la academia y por azares del destino, se hallaba re cursando varias de las materia de primer semestre, por fortuna terminamos haciéndonos compañía el uno al otro durante las clases y el resto del día.

El día anterior no tuve la oportunidad de volver a ver a aquel chico de los ojos rasgados y aunque me apetecía bastante verle, por razones meramente estéticas, al final deduje que era mejor no verlo, quien sabe, el chico estaba tan molesto- sin saber yo por qué- que podríamos terminar liándonos a hostias. En fin, aquel día me senté en el último lugar de clase, esperando así evitar las estúpidas preguntas de los profesores, que al conocerlas ya, me fastidiaban y el simple hecho de escuchar al profesor repetir información tan conocida ya para mi me enfermaba.

Observé detenidamente el salón mientras comenzaba a llenarse por todo tipo de personas que se encontraban compartiendo el aula con migo, la verdad no hablaba con ninguno, me parecían demasiado insulsos y algunos eran tan desagradables que rebajarme a relacionarme con ellos me parecía de verdad desagradable. Cinco minutos antes de la ocho Ismael atravesó la puerta del aula con desesperación mientras lo demás alumnos le ignoraban adentrados en sus conversaciones sin sentido, alce la mano con una sonrisa, mientras el imitaba mi acción acercándose y tomando asiento a mi lado.

Luego de unos minutos charlando, el maestro ingreso en el aula con una actitud de superioridad mientras el resto de los alumnos callaban de inmediato y anotaban todo lo que el profesor escribía en la pizarra sin saludar ni prestar atención a sus estudiantes que le miraban atónitos tomando notas.

Yo continúe susurrando con Ismael mientras el profesor hablaba como loco sobre Mozart y su abusivo padre alcohólico.

-Pero de verdad eres un marica- me dijo Isma en broma.

Permíteme Destruirte (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora