Extraño: Los planes Complicados

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-¡Imposible! ¡No hay manera!- el chico de gafas caminaba por la casa como un poseído, revolvía todas las cajas de su habitación mientras un joven alto de cabello alborotado le miraba desde la puerta con asco, llevaba toda la tarde caminando de una lado a otro de la casa con un genio de los mil demonios, lanzando cajones al suelo y levantando cojines de forma enfermiza.

-Ya déjalo así Mangel- dije cuando se dejó caer en el colchón que tenía arrancadas las sábanas- es la quinta vez que te llamo y está apagado, lo dejaste en algún lugar fuera de la casa.

-O lo tiene Rubén- dijo furioso- ¡Quítale la ropa!

-¿Puedes controlarte?- le dije estrujándolo con fuerza- ¿en qué momento lo pudo haber tomado? Estas actuado como una mujer histérica.

El chico de cabello alborotado y ojos claro entró a la cocina sin mirarnos y se sirvió un vaso de leche mientras nos daba la espalda, tenía los hombros caídos y la mirada entristecida, paso de nuevo frente a nosotros sin reparar en nuestra presencia, con la vista clavada en el suelo.

-¿Estás seguro de que no has visto mi móvil Rubén?- dijo Mangel con rabia.

-Me gustaría haberlo hecho- dijo molesto el chico rubio- así podría llamar a Alex y decirle que estoy secuestrado.

-¡Lárgate!- gritó Mangel lanzándole una almohada- ¡No sabes lo que dices! ¡Tu lugar está aquí, a mi lado!

-Ándate a cagar- dijo el de ojos claros y se encerró dando un portazo.

Los nervios me invadían, estaba allí para convencer a Mangel de que borrara la evidencia de los planes de Ismael, solo así dejaría de tener armas en contra de nosotros. La discusión había sido de varias horas y había pasado rápidamente de la ira a la aceptación y luego a la ira total de nuevo, aceptaba y se negaba una y otra vez, hasta el grado que las cosas comenzaban a verse ridículas. Cientos de temas habían surgid, desde nuestra traición despiadada, hasta un supuesto beso entre Isma y Samuel, aquel tema fue quizás el más desconcertante de todos, me había dado detalles concisos y el nombre de Guillermo surgió una y otra vez, sus detalles fueron tantos que estuve a punto de dejar el tema de lado para averiguar más sobre lo que Mangel decía, sin embargo, mi misión era más importante, y finalmente, cuando accedió por fin a borrar todo aquello su celular no estaba donde supuestamente lo había dejado.

Y ahí estábamos, en medio de una casa volteada al revés mientras el chico castaño profería cientos de maldiciones a todos los dioses, desesperado por encontrar su móvil y furioso por no recordar que era exactamente lo que había hecho antes de soltarlo por última vez.

-¿No crees que está demasiado delgado?- dije justo cuando Rubén dio aquel portazo.

-Ha dejado de comer, también se niega a hablarme, es una suerte que me haya respondido- dijo sin darle importancia- ya lo superará, pronto entenderá que no hay mejor lugar que a mi lado. ¡Ay dioh mioh!

Permíteme Destruirte (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora