Conforme las semanas pasaron la situación se fue volviendo un poco más llevadera, los estragos causados por la tristeza y el dolor fueron disminuyendo de a poco, con los atentos cuidados de quien me amaba, era consciente del infierno por el que Guillermo había estado pasando a mi lado, condenado de forma obscena a mi silencio y el desasosiego de mi persona, a mirar y hablar, incluso amar a un muerto, un ser sin alma y hueco durante las últimas semanas, y por ello estaba más que agradecido con el, de forma definitiva y sin restricciones.
Sin embargo, con el inevitable paso de los días, las cosas se fueron calmando un poco en mi cabeza y en mi corazón, el dolor que me acompañaba, como un hueco que succionaba todo desde mi pecho cada mañana iba disminuyendo, hasta el grado que a veces olvidaba que estaba ahí y eso era bueno.
Que el tiempo lo cura todo, es una mentira del tamaño del templo más grande, que sana todas las heridas también es una falsedad, hay un tipo de heridas que ni el tiempo, ni tampoco el amor pueden curar, las heridas del alma, los desgarres del corazón, esos permanecían para siempre o cicatrizaban con enorme dolor, pero sin desaparecer, sin dejar a quien los padeció.
Pero los días pasaban y la terrible pérdida se sentía cada vez más lejana, los vacíos en mi día a día cada vez más normales y el nombre de Ismael, aunque se negaba a abandonarme, calaba cada vez menos al pronunciarse, cada vez menos al escucharlo. Así fue como lentamente me fui sintiendo más vivo, mas entero hasta que finalmente pude recuperar mis actividades normales, rondar por el mundo una vez más como un ser normal y no como un condenado, un muerto viviente obligado a habitar esta tierra.
El verano se hizo presente en mi realidad y una vez hecho eso mi vida comenzó a fluir, desatascando los engranajes que la suciedad de la melancolía y las astillas del dolor habían detenido, impidiéndome vivir. No había demasiado por hacer, simplemente vivir, y viviendo la fecha importante se fue acercando y llenando nuestro imaginario de cientos de promesas, de cientos de temores.
Guillermo se había observado en aquel espejo de 360 grados por más de quince minutos, repasaba cada detalle, cada doblez, cada arruga lentamente con la mirada y con las yemas de sus dedos de una manera casi obsesiva, la ilusión en su rostro era absolutamente enternecedora, como la de un niño, cualquiera, la mañana de navidad.
-¿Estás...?-se detuvo a mirarme fijamente tragando saliva- ¿Estás seguro de esto?
-Absolutamente- dije con una enorme sonrisa en mi rostro- No olvido como te veías en ese traje tres veces más grande que tú en la presentación de invierno- Guille alzó una ceja de forma inquisidora y su descontentó se mostró de inmediato, aun cuando era obvio que trataba de disimularlo- Te veías muy guapo- dije rápidamente- pero el traje no, no era adecuado ¿vale?
Se miró un poco más en los inmensos espejos y pareció bastante angustiado, como si lo que estuviera viendo no fuera del todo agradable, o como si la imagen que se proyectaba a través de sus pupilas resultase de alguna manera inadecuada o perturbadora.
-Samuel, yo...
-Nada de peros – le corté de inmediato- te he dicho ya que el azul se te ve bastante bien.
-No es eso- comentó el con una leve sonrisa- es que no quiero que gastes en...
-Up, up, up- dije poniendo mi índice en sus labios y acercándome con lentitud- no es absolutamente nada- mi aliento se estrelló con delicadeza en su rostro y una sonrisa seductora se formó en mis comisuras mientras me acercaba peligrosamente a sus labios carnosos.
-¿Seguro que no quieren otro color?- Alejandro entró de forma abrupta empujándome con la puerta interrumpiéndonos a pocos milímetros de consumar el beso-Oh... yo... cielos chicos... yo no...- el color rojo en su rostro denotó que había entendido lo que hizo, me había interrumpido segundos antes de besar a Guillermo, puse los ojos en blanco y me limité a encogerme de hombros dejando aquel beso para después.
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Permíteme Destruirte (Wigetta)
Fanfiction¿Qué pasa cuando una fuerza imparable se estrella con un objeto inamovible? "Del odio al amor hay más de mil pasos" se decía Guillermo mientras se esforzaba por no partirle la cara al chico engreído que tenía frente a él. Guillermo odiaba a Sa...