Si alguien me hubiese dicho que pasaría toda la tarde del sábado y gran parte de la madrugada del domingo pensando en un chico sin saber cómo hacer para tenerlo, seguramente me hubiese reído en su cara; sin embargo, ahora con unas enormes ojeras y un revoltijo en el estómago imposible de quitar la idea de que estuviese sucediendo me estaba matando, no podía dejar de pensar en los delicados y expresivos ojos rasgados que se abrieron de golpe al contemplar mi torso desnudo el viernes anterior, tampoco podía quitarme de la mente el tierno tacto de su piel al secarla con la toalla, ni el empalagoso aroma de su miembro al quitarle el pantalón y poner mi cara tan peligrosamente cerca.
Todo el me enloquecía, hacía ya bastante tiempo que no me obsesionaba de una forma tan terrible de una persona y aquello comenzaba a ser terriblemente peligroso, había comenzado con un jugueteo de seducción y ahora era yo quien no podía quitármelo de la mente, todo de él me fascinaba, sus ojos su piel, su rostro, s cabello, la manera en que se curvaban sus labios al hablarme con burla, la forma en que su cuerpo tan delicado se movía al pasar junto a mí, los exagerados y engreídos movimientos cargados de despotismo que utilizaba al estar en mi presencia, odiaba todo de él y al mismo tiempo eso mismo era lo que más me atraía.
Mire el reloj de reojo y al darme cuenta que habían pasado más de las siete y yo no había dormido ni un poco la situación comenzó a parecerme burlesca, me introduje en la ducha esperando que el contacto con el agua aminorara un poco mi calentura pero el recuerdo del cuerpo mojado de Guillermo invadió mi mente empeorando las cosas. ¿Cómo era esto posible? Por primera vez en muchos años sentí que no estaba en control, como si las cosas escapasen de mis manos.
Dándome cuenta de lo inútil que era esperar en casa a que mis pensamientos se apartaran, decidí dar un paseo por las probablemente solitarias calles de Madrid, serían las ocho menos diez y puesto que el sábado era día de salir de juerga, lo más probable es que no hubiese ni un alma, me coloque una cómoda chaqueta y salí de la casa esperando que el frio de aquella mañana de otoño y el silencio del tranquilo paseo ordenara mi ideas.
Conduje por unos cuantos minutos y sin darme cuenta, terminé deteniéndome justo fuera de la desvencijada casa de Guillermo, cuando apague el motor justo frente a la casa me di cuenta del el grave error que estaba cometiendo, sin embargo cegado por el deseo de poseerle no le di importancia a mis pensamientos y baje del auto en dirección a la puerta principal. Mis piernas entumecidas por el frio ofrecían una gran resistencia y oposición, mientras mi mente me gritaba que regresara al auto <<Es él quien debe enamorarse>> me dije en un intento desesperado por hacerme reaccionar, pero ya era demasiado tarde, el timbre de la puerta ya había sido accionado.
Cuando escuche los pasos de Guillermo bajando las escaleras sentí el inminente impulso de correr <<Puedes subir a tu auto y fingir que esto no ha pasado>> dijo mi cerebro con premura << aun estas a tiempo para retractarte>> y justo cuando comenzaba a darme la vuelta para marcharme, la puerta se abrió de par en par, dejando ver a Guillermo con el torso desnudo y una cara de recién levantado que me paralizo al instante.
El chico estaba sonriendo, pero en cuanto me vio parado en la puerta, la amable sonrisa fue sustituida por una mueca de desagrado. ¿Estaba esperando a alguien? De no ser así ¿Por qué parecía decepcionado de verme en la puerta? Me miró por unos segundos atravesándome con la mirada llena de odio como esperando a que yo le diese alguna explicación de mi repentina visita.
-¿Qué es lo que quieres Samuel?- me dijo con molestia mientras me hacía frente con el pecho en alto.
-Yo... este, yo no... quiero decir...- no podía dejar de mirar su blanco y bien formado pecho y la distracción de su vientre marcado me estaba haciendo tartamudear, si como lo oyen (o leen) Samuel de Luque nervioso ¿entienden ahora mi preocupación?
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Permíteme Destruirte (Wigetta)
Fanfic¿Qué pasa cuando una fuerza imparable se estrella con un objeto inamovible? "Del odio al amor hay más de mil pasos" se decía Guillermo mientras se esforzaba por no partirle la cara al chico engreído que tenía frente a él. Guillermo odiaba a Sa...