Roto, a veces lo roto es bonito, no es cierto claro: hay que estar loco para decir que lo roto es bello, o por lo menos eso creo ahora mismo "Permíteme Repararte" era lo que muchos estúpidamente decían, permíteme destruirte, era lo que yo respondía, ¿Cuántas personas se ofrecieron a repararme? Y al final, ese que no se había ofrecido y que tampoco lo había intentado, lo estaba consiguiendo.
La mañana después de navidad, fue más luminosa que cualquier otra, desperté en el frio suelo de una casa desconocida, abrir los ojos en camas ajenas no era extraño para mí en absoluto, pero esa casa, aunque desconocida, me era completamente familiar, tuve que pasar mi vista varias veces por los muebles destartalados para darme cuenta que era la sala de Guillermo, la luz se colaba por la ventana lentamente invadiendo cada rincón de aquella casa, mientras unos ojos achinados me miraban muy de cerca desde una de las butacas.
-¿Qué mierda...?
-Mamá preparó el desayuno- dijo con una enorme sonrisa, jamás lo había visto sonreír de esa manera, no a mí por lo menos, cuando me hablaba, generalmente ponía cara de asco.
En la mesa no había más que un par de sándwiches de pavo acompañados de un jugo de naranja, Guillermo devoraba aquella comida con emoción mientras yo no podía dejar de mirarlo, sus ojos perfectos que se achinaban más de lo normal y esas hermosas arrugas que se formaban alrededor de sus labios mientras sonreía con cara de idiota.
-No había comido pavo desde que tenía once años- dijo limpiándose los labios con una servilleta- ¿Qué miras?
No podía dejar de recorrer cada centímetro de su rostro perfecto, su cabello alborotado y su delicado y delgado cuerpo. Sus ojos llenos de confusión se posaron en los míos y un estremecimiento recorrió mi espalda.
-¿Me odias?- dije por fin aumentando aún más su confusión.
-Con toda el alma- dijo torciendo el gesto- pero, aun así...
-¿Qué cosa?
-Pues, no lo sé- dijo clavando la mirada en su plato vacío- creo que... no lo sé, no lo sé.
-¿No lo sabes?- dije apretando los puños, todo ese misterio absurdo me estaba enloqueciendo.
Sólo me miró, en sus ojos pude notar el dolor que se acumulaba, una mueca absurda se formó en sus labios, una mezcla entre la ira y el asco, sus manos temblaban sobre la mesa y se negaba a mirarme directamente a los ojos.
Mis manos se extendieron y alcanzaron las suyas, intentó apartarlas pero mi fuerza le impidió que las retirara, unas ligeras lágrimas recorrieron sus mejillas hasta perderse en la orilla de su cuello, sus labios temblorosos se abrieron ligeramente, pero los cerró de inmediato esquivando mi mirada.
-¿Qué es lo que me pasa?- dijo limpiándose las lágrimas- ¿Qué es lo que siento? Me es difícil siquiera mirarte, pero juro que moriría si desaparecieras de mi vida.
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Permíteme Destruirte (Wigetta)
Hayran Kurgu¿Qué pasa cuando una fuerza imparable se estrella con un objeto inamovible? "Del odio al amor hay más de mil pasos" se decía Guillermo mientras se esforzaba por no partirle la cara al chico engreído que tenía frente a él. Guillermo odiaba a Sa...