Deseo: Hacer lo correcto

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Estoy enamorado ¿vale? No quiero burlas ni ironías de parte de listillos que griten como idiotas: "¡lo sabía!" lo cierto es, que por más extraño que aun a mí me parezca, ese chico de mirada altanera y actitud soberbia, tan indomable como el mar y tan agresivo como un león, había logrado adentrarse poco a poco en mi corazón, lo que era una simple atracción se había convertido en una obsesión severa y esta, en un enamoramiento incontrolable. Si, Samuel de Luque enamorado, ese cabrón de mierda que solo buscaba un cuerpo con el cual satisfacerse, perdidamente enloquecido por un chico de último grado.

Y ahí, recostado en la oscuridad de mi habitación, con la imagen recurrente del chico de ojos achinados, solo por primera vez desde hacía años, no hacía más que pensar en el tierno sabor de sus labios y en la deliciosa melodía de sus gemidos al compás de mis embestidas. Pasé más de una hora dando vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño, las sabanas se me antojaban heladas por demás y la misma oscuridad me asfixiaba en mis pensamientos.

Así que, desesperado por la situación, no pude hacer otra cosa más que ensayar, me levanté de golpe de la cama, mareándome un poco al hacerlo, coloqué unas sandalias en mis pies y una bata térmica que me protegiera del frío y me dispuse a bajar las escaleras hasta el salón donde se encontraba mi hermoso piano de cola.

Las palabras que salían de la boca de Guillermo, en su mayoría eran insultantes y ofensivas, demostraba que me despreciaba bastante, no hacía más que escupir veneno por su boca y aquello, sin entender aún muy bien el por qué, me hería, tampoco tenía muy claro porque seguía persiguiéndolo entonces, cuando bien podría mandarlo a la mierda como lo había hecho con muchas personas antes cuando se atrevían a tratarme de la manera que Guillermo lo hacía. Por alguna razón, me resultaba imposible.

Acaricie delicadamente las teclas de mi piano, mientras pensaba en todo aquello frente a la chimenea que permanecía encendida, deseaba dejar todo de lado, abandonar la cacería que tan ingenuamente, había iniciado, deseaba haberle hecho caso a Isma cuando me advirtió de lo peligroso de mi empresa, pero ya era demasiado tarde, no podía hacer nada, para bien o para mal: estaba enamorado.

Mientras dejaba mi mente recorrer aquellas alucinaciones melancólicas, mi móvil vibro desesperadamente en mi bolsillo y al sacarlo pude observar un número que hacia bastante tiempo que no aparecía en aquella pantalla "genial" dije para mí mismo "más malas noticias" y sin dilaciones: Respondí.

-¿Si?

-Pensaba dejarte un mensaje en el buzón de voz- dijo una áspera voz del otro lado del auricular- la verdad elegí esta hora para no hablar contigo.

-Insomnio recurrente- dije yo molesto por el comentario, más de dos años y ni siquiera me saludaba- ¿A que debo el honor padre?

La sola palabra salió forzada de mis labios, era como si relacionarlo con aquella expresión me resultara grotesco, y es que así era en realidad, aquello no podía llamarse un padre, me había dado todo materialmente, pero era un ser tan ausente y frio, que de verdad dudaba en ocasiones que de verdad fuera eso que decía ser. Ya serían dos años desde que se había marchado a China, abandonándome en España y dejando a un montón de sin sustento ni nadie a quien recurrir. Yo me había opuesto rotundamente, pero mis quejas habían sido desechadas de inmediato "tú no sabes de negocios" fue lo único que decía una y otra vez.

-Los últimos negociantes de la compañía irán a firmar un acuerdo el domingo- dijo sin detenerse- con ello, la compañía pasara definitivamente a este lado del mundo y podremos descansar de tantos papeleos.

-¿Y eso que tiene que ver con migo?- dije yo confundido.

-Llevan consigo una carta poder que te autoriza para tomar decisiones en mi nombre- dijo molesto- firma para que podamos concluir esto de una buena vez.

-sabes lo que pienso al respecto.

-¡LO QUE TU PIENSES ME IMPORTA UN COMINO!- alzo la voz furioso- si no firmas los documentos no volverás a ver un solo centavo de mi bolsillo.

Hubo un silencio sepulcral, solamente interrumpido por el sonido constante del tono de marcado, permanecí varios segundos con el celular en mi oído, sin poder reaccionar, sus últimas palabras se repetían un y otra vez en mi cabeza, mientras el crepitar de la chimenea me sumía aún más en mis pensamientos. Aún quedaba un pequeña parte de la compañía que permanecía en el país, no más de cien trabajadores que dependían de esa pequeña célula que residía en el centro de Madrid, firmar esos papeles significaba dejar a esas personas sin un sustento, como lo había hecho mi padre hace algunos años con los empleados del resto de la compañía que ya se encontraba en el país del sol, no firmarlos solo retrasaría un poco las cosas, pero al final mi padre terminaría moviendo la compañía, eso sin contar con el hecho de que ,¿me dejaría a mi suerte, la decisión era difícil, hacerlo todo de una vez y continuar cómodamente, o quedarme en la calle solo para posponer un poco más de tiempo lo que sin duda era inevitable.

-No tienes elección según veo- dijo Luzu después de escuchar todo lo que tenía que contarle en el interior de su frio consultorio- ¿tú qué crees que sería lo mejor?

-No lo sé, por eso te estoy preguntando- dije como si la cuestión fuese más que obvia- la decisión más lógica es firmar, no hacerlo solo retrasa algo que sin duda va a suceder.

-¿y la mejor?- atacó de nuevo.

-lo más cierto es que también- le dije encogiéndome de hombros- negarme a firmar no serviría de nada, solo sería un berrinche a ojos de mi padre.

Hubo un silencio que inundó la sala, Luzu me escrutaba con la mirada como queriendo descubrir algo detrás de mi fría mascara de serenidad. Me acomodé un poco en la butaca mientras él hacía unas cuantas anotaciones en su libreta y pude notar una fugaz sonrisa en sus labios.

-¿Qué es tan gracioso?- pregunté enfadado.

-Al final resulta que tienes un buen corazón- dijo soltando una carcajada haciéndome enrojecer como un tomate- escucha...

-Doctor Luzuriaga- un chico delgado y de cabello negro se introdujo en el consultorio con un montón de carpetas en la mano. La mirada de Luzu se dirigió de inmediato al escuchar la voz de aquel chico de alegre sonrisa y si no le hubiese visto bien, diría que hubo una profunda dilatación en sus pupilas a la vez que notaba como su rostro se iluminaba ante la presencia del chico- el doctor Bravo me ha enviado a traerle estos expedientes, ha transferido algunos pacientes a su agenda al parecer.

-Si Frank- dijo el de cabello castaño sin despegarle el ojo de encima- puedes dejarlos por ahí en la mesa del fondo.

-También me manda preguntar por "el asunto"- el chico hizo comillas con sus dedos en la última frase mientras sonreía idiotamente ante la mirada inquisitiva de Luzu- no sé muy bien a que se refiere, pero me pidió que se lo preguntara personalmente.

-Dile al doctor Bravo que le agradecería mantuviese su nariz fuera de lo que no le incumbe- respondió Luzu rojo de vergüenza, provocando que una sonrisa se pusiera en mis labios.

-Otra cosa- dijo el chico antes de marcharse- ¿vamos a cenar esta noche?

-No Frank- le respondió el castaño rascándose la barbilla- ya te he dicho que no es prudente.

El chico se marchó con la cabeza baja mientras Luzu se aclaraba la garganta sin atreverse a mirarme a los ojos por temor a mis burlas.

-¿Quién es el doctor Bravo?- le dije curioso.

-Es Alex ¿no lo recuerdas?- dijo molesto.

-¿Volvió a la escuela de medicina?- le cuestioné.

-Hizo un doctorado en Cambridge- me dijo sonriendo- y por eso nos obliga a todos a llamarlo doctor.

La conversación giró en torno a los problemas de Luzu en torno a Frank y en como no podía aceptarle por temor a herir a Lana, aquello me resultaba bastante triste a decir verdad, yo por lo menos tenia opciones, pero Luzu estaba condenado a un amor que había regresado después de mucho tiempo.




Permíteme Destruirte (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora