La última de las Presentaciones

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Fue un conjunto de situaciones completamente desconcertantes, al observar mi cuerpo perfectamente adaptado a los pliegues y dobleces del traje de color azulado, no pude evitar sonreí de forma idiota, me observé por última vez en el espejo que descansaba por encima del lavabo, mis manos temblorosas pasaron por encima de mi cabello castaño perfectamente peinado con cera mientras una leve sonrisa, tan usual en mi desde hacía pocas semanas se apoderaba de mi rostro entrecerrando aún más mis ojos rasgados, el chico que me observaba desde el otro lado, no se parecía en nada al Guillermo que era hace un año, incluso los pensamientos que recorrían mi cabeza ya no estaban cargados de veneno y de cólera a punto de estallar, todo había cambiado en muy poco tiempo.

Respiré profundamente, intentando inútilmente eliminar así el nudo en la boca de mi estómago y dándome un par de golpes en la mejilla me dispuse a salir del sanitario, pasé por enfrente de los váter con naturalidad y antes de abrir la puerta me detuve observando una última vez mi reflejo, como si de pronto fuese a transformarme en algo desagradable, o como si fuese a ocurrir como en una de aquellas pesadilla en las que de la nada, miras hacia abajo y te das cuenta de que estás en ropa interior.

Sin embargo mi ropa seguía en su lugar una vez crucé la puerta azabache del baño y seguía ahí cuando Samuel, con su mirada cariñosa me recibió detrás del salón de ensayos con un ramos de rosas y un beso apasionado, seguía ahí cuando asomé mi nariz por detrás del telón para ver a mi madre, sentada en primer a fila, entallada con el hermoso vestido de gala que Samuel le había comprado para esta ocasión, lo cual significaba que aquello no era un sueño, todo era muy real, lo cual no resultaba menos peligroso, pero sí más aterrador.

Uno no puede despertar de la vida real, ya lo había intentado miles de veces en mi vida anterior, cuando la tristeza y el odio eran tantos que no deseaba seguir caminando en la tierra de los vivos, otra respiración, si seguía así terminaría por acabarme el oxígeno del teatro, reí de mi propia broma caminé agitando los brazos intentando calmar mi nerviosismo.

-No entiendo por qué te pones así siempre que tienes una presentación- la voz de Gabriel me hizo girarme al instante, no esperaba verle ahí, le había llamado unas mil veces la semana anterior y no me había cogido el teléfono, al verle no pude hacer más que correr a sus brazos conteniendo las lágrimas.

-Estoy absolutamente agradecido de que no me dejases Gabriel- le dije hundiendo mi rostro en su cuello- ¿Estás mejor?

El chico solo se encogió de hombros sin querer hablar más sobre el tema, parecía más intrigado en saber cosas sobre la melodía que iba a interpretar y lo nervioso que estaba o no estaba. Gabriel lucía un encantador traje de color negro, era un smoking de buena calidad que le hacía parecer no solo más alto, sino infinitamente más atractivo de lo que ya de por sí era, el sonido de la filarmónica escolar haciendo su última presentación llegó a nosotros cuando guardamos silencio y con emoción pude sentir como el corazón se detenía por un segundo, ya casi era hora.

-Han enviado a Byyron Cromwell del Instituto de Artes Británico en busca de nuevos talentos- me dijo Gabriel con amabilidad- lo he escuchado del rector, y al parecer ya ha llegado desde hace media hora- la mirada del chico parecía conciliadora, intentaba darme ánimos con ella pero solo lograba ponerme más nervioso- Lo harás bien-me dijo con cariño y me dio un último abrazo- confía en ti.

Y dicho aquello, se marchó por la puerta de servicio a ocupar su lugar entre la multitud, de nuevo el nerviosismo me hizo sentir que el aire faltaba, mi respiración se volvía más agitada conforme la filarmónica tocaba la notas finales, hasta el punto que daba la sensación de que me desmayaría, podía sentir el sudor recorrer mi frente y también la intensa humedad de mi espalda, estaba tan tenso que casi di un salto de horror al sentir una mano tocando mi hombro.

-Tranqui chiqui, soy yo- La voz de Samuel resulto un efectivo calmante, mi giré y observé su cabello perfectamente peinado hacia atrás y su sonrisa angelical que le hacía parecer el hombre más seguro del universo, sus brazos se marcaban en su parte superior debido a que el traje hecho a la medida se pegaba a sus músculos con naturalidad. Entonces reparé en el traje, era una tela morada, pero no escandalosa, sino un morado casi del color del vino, purpúreo, con una camisa blanca impecable debajo del saco con detalles de color más oscuro.

-Siento que voy a morirme, mil cosas pueden salir mal

-Y otras mil pueden salir bien- me dijo acomodando mi moño y acarició mi mejilla con tranquilidad, pude sentir el calor de su mano en contacto con mi mejillas enrojecidas y de nuevo una sensación de paz.

El aplauso de la multitud anunció que habían terminado y que era nuestro turno, de manera, que completamente tensionado, me dirigí a la orilla del telón para esperar a que todo se desocupase, hubo silencio total, en cuestión de segundos, el piano había sido deslizado a donde todos pudieran verlo y un asiento dorado había sido puesto detrás de un hermoso violoncello que me esperaba ansioso en el escenario, mis pasos resonaron de forma escandalosa sobre la madera mientras me aceraba envuelto en sudor a la silla, al girarme distinguí a mi madre, con las lágrimas recorriendo sus cansados ojos, y a Gabriel tomando su mano, también estaba el resto de mis amigos, Alex y Rubén, que iban a casarse al día siguiente y otros tantos que vestidos con sus mejores ropas observaban atentos mis movimientos. Pude identificar al catador de talentos también, un hombre viejo, de cabello cenizo que se encontraba en una mesa en el centro, con un montón de notas y una jarra con agua junto a su mano, su mirada era fría y calculadora, sobre todo vista por encima de las gafas de lectura que descansaban sobre su ganchuda nariz, era un hombre sombrío y delgado envuelto en un traje de color arena, de habérmelo preguntado, habría dicho que más que un maestro era un vampiro... y quien sabe podría ser ambos.

Samuel iba detrás de mí, con elegancia me pasó y tomó asiento detrás del piano de cola y entonces todos nos observaron más fijamente de lo que ya lo hacían.

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El piano de Samuel abrió el conciertoy luego de algunos acordes mi violoncello le hizo compañía de forma metódica y elegante, habíamos ensayado una versión Piano/Cello de la canción "Warriors" una adaptación de la canción de Imagine Dragons y todo estaba perfectamente planeado, pude notar le interés de mis amigos en la melodía que conocían bastante bien, al menos la original, a los pocos segundos se nos unió una guitarra eléctrica tocada por otro de los graduandos y detrás de ella Gabriel subió al escenario, tal y como se esperaba a marcar un ligero compás con la batería, las notas salían de nuestros dedos mientras todos nos miraban atentos, llegado el momento cerré mis ojos y simplemente me dejé guiar por la música, sin preocuparme de las mirada atentas de las personas ni de la posición de mis dedos, simplemente dejé a la música guiar mi cuerpo y ella brotó por si sola de mis extremidades.

Con el último acorde todos se levantaron de sus asientos en un estruendoso aplauso que inundó el teatro, más fuerte y escandaloso de lo que habían sido los anteriores, entre silbidos y gritos de júbilo pude ver a Samuel que se levantaba a la vez que nosotros y me preparé para realizar la reverencia conjunta, pero contra todo pronóstico lo vi acercarse a mí a toda prisa, antes de que pudiese reaccionar, Samuel ya me había tomado por las solapas del traje y de un movimiento certero unió sus labios con los míos en un beso tan intenso que casi me roba el aliento por completo, pude escuchar el aplauso intensificarse aún más y una vez separados le miré a los ojos.

El imbécil al que tanto había odiado el último año, por el cual juraba que debía destruir, simplemente se había convertido en quien me había sacado de la oscuridad, su luz había alumbrado mis tortuosos caminos y su mano me había sacado de lo más profundo del pozo de la soledad, ahora ya no era un enemigo, sino el amor de mi vida y con ese beso intenso, nuestro destino había sido sellado.

-¿Cómo puede ser esto tan perfecto?- susurré aun entre sus brazos-

-Es lo que pasa cuando un imparable se enfrenta a un inamovible-me dijo con una tierna sonrisa- Todo cambia

Y dicho eso, entre los aplausos y silbidos de júbilo, hicimos nuestra reverencia final y el telón cayó de forma elegante marcando el final de tan hermosa y complicada función.





FIN

Permíteme Destruirte (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora